CAP. 1

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28 de septiembre del 2030.

Arturo.

—Vaya, ya te oí, mamá. Yo llevó el pan, entonces. Hablamos en la casa.

Le colgué a mi mamá, yo sé qué me extraña, no lo puede evitar, pero a veces se pasa de intensa, la última vez que nos vimos fue hace un mes, pero creo que ella siente como si hubieran pasado tres décadas desde eso. Creo que fue mala idea avisarle que voy a llegar a la casa, ahora seguramente anda ansiosa porque llegué y para variar, me pidió hacerle unos mandados, como sabe que ando en la calle.

Antes de ir por el pan que me pidió, creo que voy a ir la floristería que acaban de abrir acá en el centro comercial a comprarle unas flores a mamá, así al menos no llegó con las manos vacías. Escuintla ha cambiado mucho con los años, se está modernizando en varios sentidos. Y bueno, hace rato que no vengo a Interplaza, así que hay muchos locales nuevos, no tan nuevos, que yo no conozco.

Hace más o menos cuatro años que me mudé de Escuintla, para la capital. Durante esos cuatro años, he venido si mucho, unas cinco veces a visitar a mi familia. No los dejé de ver, pero usualmente eran ellos los que llegaban a verme allá.

Al fin le hice caso a Dylan, es muy improbable toparme con ella de la nada. Tiene razón, ¿Qué tan probable es topármela en uno de los pocos días en los que yo me encuentro acá en Escuintla? Dudo que mi suerte sea tan mierda, como para ponérmela enfrente uno de los pocos días que yo viajo de la capital para acá.

Aunque, ya no importa. ¿No es así? Han pasado 5 años desde la última vez que nos vimos. Seguramente ella sigue con su vida, siempre tuvo claros sus planes y sus objetivos, quizás los ande cumpliendo al pie de la letra. Ya lo pasado, pasado.

Entré a la floristería, ¿Cuáles eran las flores favoritas de mi mamá? ¿Las rosas? Dios mío, yo nunca me acuerdo de estas cosas... La que siempre se recordaba de las flores favoritas de mi mamá, era ella. A la mierda, yo le voy a llevar rosas y punto.

Tomé el ramo de rosas más bonito que vi, pero... no pude evitar desviar la mirada a los girasoles y las gerberas. Las favoritas de ella. ¿Qué me pasa? No me puedo aprender las flores favoritas de mi mamá, pero no se me olvidan las de ella. Agh, mejor voy a pagar las rosas.

—¿Entonces, Willy? ¿Te parece que están bonitas?

Delante de mí, en la fila para pagar está un joven, se ve fornido, parece que le gusta el gimnasio, su corte de pelo es casi que rapado. No sé porque siento que de algún lado lo conozco, su espalda se me hace familiar, no sé, el porte que se carga yo ya lo había visto antes. Está con dos niños, con un niño como de 4 o 5 años y con una bebé, la tiene cargada a un costado, solo con un brazo. En su otra mano sostiene un ramo de tulipanes rosados.

—Yo no sé de flores, tío.

Ah, ya decía yo que se veía demasiado joven como para tener un hijo más o menos de esa edad. Seguramente es el tío de los dos niños. El muchacho se giró un poco en mi dirección, ahora puedo verle la cara. Ya entiendo porque se me hacía conocido, claramente lo conozco. Es Alex Caldeira... Dios mío, hace más de 2 años que no me topaba con uno de sus amigos o conocidos.

Lo conocí gracias a ella, siempre fue la joyita de su grupo de amigos, era el más extrovertido, el alma de la fiesta en todos los sentidos. Sonreí al recordarme que siempre fue el todas mías, sabía sacarle provecho a lo atractivo que es. Se ve cambiado... parece que ahora es más tranquilo. ¿Seguirán siendo amigos?

Y eso que te importa, Arturo.

—Pendejo —Alex hizo que la niña le diera con un piecito al niño en la cabeza, no le dio duro, parece que fue en broma. La niña se empezó a reír, es bonita, no voy a mentir. —, yo pidiéndote ayuda con las flores de tu tía, ni en eso me podes ayudar.

Rumbos PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora