IV

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Llénase la casa con el ruido de campanas. El padrino entrega una monedita de oro a su ahijado que está de visita para que la deposite en el cepo de las limosnas; feliz manada de nietos va de arriba abajo sin dejar un residuo de tranquilidad, van por la casa husmeando y jugando y no aceptan ni encargos ni regaños. Al viejo le ha dado por confesarse al fin sobre los fieles que dejó chingar durante el callismo o al menos prefirió no evitar que los chingaran; dos de los niños suben sigilosamente hasta una habitación, uno de ellos abre el arcón que ahí se encontraba y llama al otro, con pasmo ven su contenido detenidamente, con cautela lo cierran y deciden irse, se cuelan hasta el cuarto de despensa y se roban unas coca-colas. El padrino estando de vuelta en la casa le entrega a su ahijado, quien ya se despedía, un gran rosario con pesadas cuentas de plata y también una pluma dorada; él solo los usará el día en que se case y luego quedarán perdidos, mas igualmente los dejará en herencia.

Relatos de un amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora