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—Buenos días.
Giré mi cabeza para descubrir quién me hablaba, no era nadie a quién conocía o hubiera visto antes. La observé unos segundos y noté su piel tersa y brillante, que sumado a su sonrisita encantadora me dieron una sensación similar a acariciar a los gatos que se cuelan en el patio de mi casa. Sin todavía entender por qué decidió hablarme, me erguí, dejando el juego que estaba teniendo con el felino a mi lado.
—Buenos dí...
—Miaaw.
Su ronroneo llenó el silencio del alba, su cola se meneó de felicidad, y la sonrisa más sincera que vi en el ser humano se dibujó en el rostro de la joven. En ese momento se acercó a él, Felpas, con unas golosinas para gatos que tenía guardadas en su bolso. No hablé más y ella no se inmutó en mi presencia, observé un poco más esa encantadora escena y un tiempo después seguí con mi paseo.
Nos volvimos a ver un par de veces más en aquella calle, aunque ella pareció ignorar mi presencia en cada encuentro, siempre concentrándose en el animal junto a mí. Otras veces más la cruce de camino a la escuela, su mirada estaba en sus pies pero parecía estar en su mundo. Reo nos comentó a Satsuki y a mí que ella es compañera de Shiki, y la definió como alguien "Bastante silenciosa y rara... pero amable y... ¡simpática también!".
Un tiempo después me acostumbré a buscarla, incluso en mis paseos con Ryuu, al ver a mis amigos felinos tenía su imagen jugando con ellos, con esa sonrisa encantadora y sus pequeñas carcajadas, esos susurros dulces y mejillas sonrosadas que a pesar de no haber sido dirigidas hacia mí aún así me generaron una calidez y felicidad enormes.
—Buenas noches...
Esta vez sonaba como un murmuro avergonzado. Giré mi cabeza, para descubrir su cara roja y una pequeña sonrisa gatuna, su buen vestir y ese peinado que me hace recordar al cabello sedoso de Luna, mostrándose tan encantadora como ahora solo me hace desear acariciarla con el mismo cariño con el que se dirige hacia nuestros pequeños. Los gatos la miran, se emocionan y se acercan a ella, frotándose en sus piernas descubiertas con un ronroneo que llena la noche... y cuando creo que se va a agachar para rascar sus cabecitas... solo nos miramos.
—Buenas noches.
Contesté, y la sonrisa más sincera que el ser humano podía realizar se dibujó en mi rostro.
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