capitulo 3

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Al día siguiente Alejandra fue llevada ante la presencia de la Sultana Mihrimah.

—Sultana -dijo Sümbül-

—¿Que sucede?

—La señorita Alejandra ya está aquí

—Bien.. ¿Sabes si la Sultana Hatice sabe de esto?

—No, ella no está enterada pero ya sabe que nadie ha visto a la muchacha

—Bien, ahora déjala pasár

—Claro que sí Sultana -hace una reverencia- Adelante

La rubia entra a los aposentos y como Cennet o bueno como Alejandra prefería llamarla “bruja” le repitió mucho ella hizo una reverencia y mantuvo la cabeza baja hasta que ella le diera permiso.

—Sultana -hace una reverencia-

—Alejandra, ven te explicaré lo que harás a partir de ahora

La Sultana le explicó que a partir de ahora ella estaría a su servicio, por lo que ya no pertenecía al haren del Sultán, y si ella quería podía enviarla al harén de uno de sus hermanos. Pero primero debía educarla. Lo que Alejandra haría sería acompañar a la Sultana todo el tiempo y ayudarla en lo que ella le pida.

Al principio era difícil para Alejandra, apenas llegaba y devia hacerse la idea de que ya no volvería a ver a sus padres. Estaba destinada a la desgracia y tristeza, su única opción era hacer caso.

Pero mientras los días pasaban la relación entre ella y la Sultana crecía y se acostumbra a eso. Aprendía rápido y era muy inteligente, eso le agradaba a su tutora.

Pero un día presenció una discusión en dónde comprendió el interés en ella.

—Sultana, la Sultana Hatice desea verla -dijo una criada-

—Bien, déjala pasár

En la habitación estaban las dos mujeres y Alejandra se iba a ir pero la detuvo la castaña. La Sultana entro y al ver a la muchacha se notó en su mirada su desagrado.

—Sultana -dijo Mihrimah-

—Mihrimah ¿Que haces con el regalo del Sultán?

—¿Perdón?

—Yo mandé a traer a esta joven para el Sultán

—Sultana disculpe pero, usted nunca tuvo un permiso por lo que yo podía tomar a cualquier esclava y hacerla mi dama

—No necesito ningún permiso para traer a nuevas esclavas

—Usted no es la directora del harén, y debe seguir sus reglas

—¿Me hablas de reglas cuando tú difunta madre rompió todas y cada unas? -dijo con sarcasmo-

—Sultana mida sus palabras, mi madre no está muerta, y mejor reze para que así sea, porque si ella muere no dudarán en que fue usted y la podrían castigar severamente

—¡Pero que insolencia! ¿cómo te atreves a acusarme de algo así?

—Usted revaso todos los límites, Sultana

la Sultana Hatice rodo los ojos para luego desviar su mirada hacia la rubia y luego la to o del brazo bruscamente.

—No puedes quedarte con ella, así que búscate otra dama

—Se equivoca -tambien toma del brazo a la muchacha- ella ahora es mi dama y yo soy la que tono las decisiones sobre ella

La pobrecita estaba asustada, ambas mujeres la sostenían con fuerza y temía que una de esas le llegará a romper sus delgados brazos. Aunque también sintió curiosidad sobre la madre de su tutora. ¿Quien era ella? ¿Regalo? Eran muchas dudas y quería saber que sucedía realmente y cuando la Sultana Hatice se fue ella le pregunto a la Sultana Mihrimah.

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