✧ : capítulo ocho

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Esa foto lo había destrozado más de lo que jamás habría imaginado

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Esa foto lo había destrozado más de lo que jamás habría imaginado.

El peso de sus emociones lo aplastaba mientras miraba esa imagen. No era la primera vez que lo veía en compañía de alguien más, alguien que parecía tener el privilegio de estar a su lado, de compartir momentos que él solo podía imaginar. Pero esta vez era diferente, esta vez dolía como nunca antes.

Se suponía que ellos tenían algo, ¿no? Un vínculo especial, único, aunque tal vez solo existía en su cabeza. Pero no, no estaba inventando cosas... ¿o sí? Las miradas, las sonrisas, las palabras que intercambiaron, todas esas señales que lo habían mantenido flotando entre ilusiones no podían ser simples malentendidos.

Sin embargo, ahora, frente a esa foto, la duda lo devoraba. Quizás solo había sido uno más en su mundo, insignificante frente a los demás.

Quizás todo lo que sentía jamás había sido recíproco.

Después de todo, él siempre iba a ser un simple fan, alguien insignificante entre la multitud. Y su ídolo, la estrella inalcanzable, seguiría brillando en un mundo al que jamás podría pertenecer.

No importaban las ilusiones, los sueños o esas breves interacciones que alguna vez lo habían hecho sentir especial. Al final del día, esa distancia entre ellos era insalvable, una brecha tan grande como el cielo y la tierra. Él estaba destinado a admirarlo desde lejos, mientras el otro vivía una vida que nunca compartirían.

Dos suaves golpes resonaron en la puerta, sacándolo de sus pensamientos. Gruñe con fastidio, enterrando la cara en la almohada antes de sacar la cabeza entre las sábanas, su cabello alborotado cayendo sobre su frente.

La puerta se abre apenas un poco, lo suficiente para que un rayo de luz se colara tímidamente en la habitación oscura. La claridad era tenue, pero suficiente para hacerle entornar los ojos, mientras una silueta quedaba enmarcada en la abertura. ¿Quién se atrevía a molestarlo a estas horas?

—Te traje los apuntes de hoy, del miércoles... y del martes —dice una voz suave, casi dulce, rompiendo el pesado silencio de la habitación.

Harry gruñe desde debajo de las sábanas, su rostro todavía oculto. Liam. Solo él sería tan considerado como para recordar esos detalles.

—Déjalos donde quieras —responde, con un tono apagado, casi inaudible.

Liam no se mueve de inmediato. Su silueta permanecía estática en el umbral, como si dudara entre entrar o irse.

—¿Estás bien? —pregunta, con ese tono que siempre usaba cuando sabía que algo andaba mal.

—De maravilla —murmura con sarcasmo, mientras se envolvía nuevamente en sus sábanas, ocultándose del mundo y, de paso, de la mirada preocupada de Liam.

El chico suspira desde la puerta, dejando caer los apuntes sobre el escritorio con un leve golpe. Sabía que no era cierto. Podía leerlo en su tono, en la forma en que ni siquiera lo miraba.

eye on the crowd  ꒰  larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora