02| Nuestro primer encuentro

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Rachel caminaba por el mercado con la cabeza baja, sintiendo las miradas y los susurros a su alrededor

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Rachel caminaba por el mercado con la cabeza baja, sintiendo las miradas y los susurros a su alrededor. Todos en su pequeño pueblo conocían el incidente en el que Gazanfer no apareció para su declaración de amor. Los murmullos seguían sus pasos como sombras, aumentando la carga de humillación que ya pesaba en su corazón.

La joven judía llevaba consigo una cesta vacía, pero su carga emocional la hacía sentir como si estuviera llevando el peso de todo el mundo. Se acercó al puesto de frutas y, aunque sus ojos se posaban en las manzanas, no pudo evitar sentir un nudo en la garganta que le impedía comprar algo. La risa de las mujeres a su alrededor resonaba en sus oídos como un eco constante.

Mientras caminaba entre los puestos, sus pensamientos se dirigieron hacia su fe y su conexión con Yaveh, su dios. Un sentimiento de confusión y tristeza la envolvía. ¿Cómo podía ser que un dios tan misericordioso permitiera que algo así le sucediera? La humillación en el mercado parecía una carga insoportable.

Rachel encontró un lugar tranquilo en el mercado y, con la mirada perdida en el horizonte, elevó una silenciosa plegaria a Yahvé. Preguntó en su interior por qué debía soportar esa carga, por qué su dios no la protegía de la vergüenza que estaba experimentando.

—Yahvé, ¿acaso no conoces mi corazón? —susurró para sí misma, tratando de entender.—

Sentía que su fe tambaleaba, pero al mismo tiempo, buscaba consuelo en la creencia de que Yahvé no podía ser tan cruel. Aunque las lágrimas amenazaban con empañar su vista, se obligó a mantener la compostura. Tal vez, en algún momento, entendería el propósito detrás de su dolor.

Rachel respiró hondo, se secó las lágrimas y decidió enfrentar el mercado con valentía. No permitiría que la mirada de los demás definiera su valor. Caminó con determinación, con la esperanza de que, con el tiempo, encontraría respuestas a sus preguntas y la paz para su atribulado corazón.

La joven judía seguía caminando entre la multitud, absorta en sus pensamientos y ajena al mundo que la rodeaba. De repente, chocó con alguien que vestía una capa negra y parecía oculto entre las sombras. Al levantar la mirada, se encontró con unos ojos que reflejaban tristeza y dolor.

—Lo siento, no te vi —se disculpó ella, notando la melancolía en los ojos del hombre.

—No te preocupes, fue mi culpa. —La voz del hombre era suave y reconfortante, a pesar de la tristeza que la acompañaba.

El rostro del hombre quedaba en penumbra, pero Rachel sintió que había algo en él que la atraía. Decidió no preguntar su nombre, respetando su deseo de mantener su identidad oculta. En lugar de eso, entablaron una conversación casual.

—¿Por qué lloras? —preguntó el hombre con delicadeza.

Rachel, sintiéndose extrañamente cómoda con él, decidió compartir su pesar. Le contó sobre su declaración de amor a Gazanfer y cómo él no había aparecido. A medida que hablaba, notó una pequeña sonrisa en el rostro del hombre, y eso la desconcertó.

—A veces, el destino nos juega malas pasadas. Pero no dejes que una experiencia desagradable determine tu valía. —El hombre le frotó suavemente la cabeza, como un gesto amigable.

Rachel, sorprendida por la comprensión y el consuelo que encontraba en ese extraño, sintió cómo se aceleraba su corazón. Había algo en la conexión con aquel hombre misterioso que la reconfortaba de una manera única. Sin saber por qué, se sonrojó ante su presencia.

El hombre, por otro lado, también experimentó una sensación especial al conversar con Rachel. A pesar de la tristeza en sus ojos, encontró un destello de luz en la joven judía. Decidió no revelar su identidad por el momento, disfrutando del anonimato que les permitía compartir pensamientos y sentimientos de una manera más libre.

Así, en medio de las sombras y las miradas curiosas del mercado, Rachel y el hombre de la capa negra establecieron una conexión inesperada, un vínculo que podría cambiar el rumbo de sus vidas de maneras impredecibles.

La chica de origen judío, sintiéndose repentinamente nerviosa por la conexión que había experimentado con el hombre de la capa negra, se disculpó torpemente.

—L-lo siento, no debería haberte molestado. Debo irme —dijo, evitando el contacto visual y dando un paso atrás.

El hombre de la capa negra solo asintió comprensivamente, sin pronunciar palabra alguna. Rachel, con el corazón latiendo con fuerza, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su casa.

Cada paso resonaba en su mente como un latido acelerado. Se preguntaba si había sido correcto contarle a un extraño sobre sus sentimientos y si debió haberle preguntado su nombre. La incertidumbre la atormentaba mientras avanzaba por las calles conocidas de su pequeño pueblo.

Al llegar a su casa, cerró la puerta detrás de sí y se recostó contra ella, tratando de calmar su acelerado corazón. Las preguntas la asediaban: ¿Quién era ese hombre misterioso? ¿Por qué le resultaba tan fácil hablarle y sentirse comprendida? La duda y la intriga la consumían, y se preguntaba si alguna vez lo volvería a ver.

Se adentró en su habitación y se dejó caer en la cama. Miró al techo y suspiró profundamente. La idea de que el hombre de la capa negra pudiera ser alguien especial la llenaba de emoción y temor al mismo tiempo. Su mente divagaba entre las posibilidades mientras se preguntaba si debería haberle pedido su nombre.

Rachel decidió tomar un respiro y esconderse en la tranquilidad de su hogar. Cerró los ojos, intentando tranquilizar su mente inquieta. Sin embargo, el recuerdo de la sonrisa del hombre de la capa negra y su gesto amigable la perseguían, creando una dulce y desconcertante melodía en su corazón.

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⏰ Última actualización: Dec 25, 2023 ⏰

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