Santiago
La colorada había llamado mi atención desde el principio. No pude dejar de mirarla durante la cena de anoche –de manera disimulada, no como Germán-, y preguntarme cómo era posible que me tuviera tan fácil sin haber hecho nada. Había intentado chamuyármela diciéndole que entrenaba y mostrándole los resultados, pero ella no parecía interesada, en ninguno de nosotros, más bien parecía que le llamábamos la atención y con lo que me conto Tomas de que éramos los primeros hombres jóvenes que ella veía, lo confirmaba.
—Creo que el viejo la mantiene acá sola y nunca la llevo al pueblo porque es para protegerla —opino Germán. —Si perdió a la mujer y lo único que le queda es la hija, es entendible.
—La tiene encerrada —contesto Tomas. —Cuando se muera el viejo se van a aprovechar de ella porque no sabe nada.
—Nosotros no sabemos si eso es verdad. Mira si el viejo le enseñó carpintería y si ella hace otra cosa, que se yo.
—Dudo que el viejo le haya enseñado un oficio donde ella se puede lastimar si es que quiere proteger a la hija de todo.
—Eso no tiene nada de sentido —les dije. —Si fuera re contra sobre-protector no hubiera dejado sola a su hija con tres chabones de su edad.
—Tal vez confía en nosotros —Germán se encogió de hombros.
—O no la quiere y por eso la ignora como si no existiera —dijo Tomas. —¿No notaron que pasa por su lado como si ella no estuviera ahí?
—Creo que es un hombre que no sabe demostrar sus sentimientos, pero si quiere a su hija, estoy seguro —Germán señalo los cuadros con la mano. —¿Si no porque habría pintado todos esos cuadros de Risueña?
—¿Estás enamorado del viejo o porque lo defendes tanto, Ger? —le cuestioné. —Nunca un padre dejaría a su hija sola con un chabón y menos con tres.
—Perdió a la esposa, no sabemos cómo le afecto como para que no le hable a su hija.
—¿De qué están hablando? —nos preguntó Risueña, entrando al comedor con una bandeja en sus manos. Parecía que le pesaba cargar un juego de té de porcelana completo, entonces me acerque rápido a ayudarla. —Gracias Santiago.
—Hablábamos de las deliciosas galletas que comimos en el desayuno —mintió German.
—Padre siempre cocina esas galletas porque son mis favoritas.
Entre los chicos nos miramos. La actitud del viejo nos hacía difícil saber cómo se llevaba con su hija. Sin Internet parecía un tema que nos importaba mucho.
—Traje el té porque es la hora de beberlo.
—¿Siempre toman él te? —le pregunte mientras dejaba la bandeja en la alargada mesa.
—Sí, es algo de nuestro país, ¿ustedes hacen algo parecido en el suyo?
—Tomamos mate —contesto Germán.
—¿Qué es el mate?
—Son como las hojas del té en un vaso y la tomamos en una bombilla —explico Ger.
—¿Toman las hojas?
—No, le ponemos agua caliente y azúcar, edulcorante o depende el gusto de cada quien.
Nos sentamos en la mesa. Los tres de un lado mientras que ella es la punta. Mientras los chicos se servían la mire comer las galletas de una manera no tan delicada. Ver eso me hizo negar con la cabeza y sonreír. Por lo nos dijo Tomas, Risueña necesitaba que le enseñen lo que era vida afuera de esta colina y estaba dispuesto a hacerlo antes de que nos fuéramos a Argentina.
—¿No trajiste el mate, Ger? —le pregunte, volteando a mi lado para mirarlo.
—Sí, pero está arriba.
—Después se lo podemos enseñar a Risueña y argentinizarla.
—Sí, me gustaría probar su mate —contesto ella, sonriendo.
—¿Y cómo es tu relación con tu padre, Risueña? —le pregunto Germán, haciendo que Tomas y yo lo miremos mal.
—Bien, nos queremos mucho, aunque me ha dejado de hablarme, pero eso es normal. Siempre está ocupado con el trabajo y casi nunca está en casa por lo que casi ni lo veo.
—¿Te dejo de hablar? —repitió Germán.
—Sí, simplemente un día dejo de hacerlo, pero nunca dejo de pintar cuadros míos y hacerme galletas. Además, algunas veces escucho que me dice que me ama mucho, pero son muy pocas porque casi nunca va a verme porque esta ocupado.
—¿Y no te hace sentir mal que no te hable más?
—Germán es suficiente —le dijo Tomas.
—No me siento mal porque, aunque no lo haga me quiere, y ahora los tengo a ustedes para hablar.
—¿Y porque no nos hablas de lo que te gusta hacer? —le pregunte, agarrando una galleta del plato.
—Me gusta pintar en la biblioteca y ver el mapa e imaginar que viejo por el mundo.
—¿Te gustaría viajar, Risueña?
—Nunca podría salir de esta colina, y menos al mundo.
—¿Por qué no? —le cuestiono Germán.
—No me siento libre para hacerlo.
Me parecía normal que pensara eso estando toda su vida encerrada en una mansión donde lo único que podía hacer era pintar, nadar, comer y dormir.
—Ustedes vienen de muy lejos. Lo he visto en el mapa, ¿en qué tipo de barco vinieron?
—No vinimos en un barco, vinimos en avión —contesto Tomas.
—¿Qué es un avión? —nos preguntó, confundida.
Con los chicos nos miramos de nuevo, extrañados.
—Es lo que nos trajo a Inglaterra desde el cielo —dijo Germán.
—¿Desde el cielo? ¿Cómo un ave?
—Es como una enorme ave metálica que trae asientos para llevar a las personas de un país a otro —intenté explicar lo más fácil que pude para que ella pudiera entenderlo.
—¿No se usan más los barcos para eso?
—Sí, pero serian cruceros turísticos —contesto Germán.
—Siempre soñé ir en un barco por el mundo como el que me hizo mi padre de madera, pero más grande —Risueña se levantó de la mesa. —Les quiero mostrar algo.
ESTÁS LEYENDO
Risueña ; El Tridente
FanfictionGerman, Santiago y Tomás deciden viajar a un pequeño pueblo y quedarse en una mansión alejada de todo. Allí los recibe un hombre y su única hija, Risueña. Fanfic de Unicornio, Santutu y Tomás Mazza.