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04: Causa y efecto - Parte I

Capítulo 4 | Causa y efecto — Parte I

Mi cabeza estuvo todo el día ida pensando en ese cambio en el comportamiento de Alex. De la noche a la mañana pasó de atrevido a indiferente: Atrevido porque tuvo la iniciativa de llevarme a casa el primer día de trabajo, sin conocernos; Indiferente porque estuvo todo el día ignorándome y ni siquiera correspondió mi saludo.

¿Le daba demasiadas vueltas? Por supuesto. Había materializado en él mi falta de atención y mi ego estaba dolido por no recibir nada de cariño por su parte.

Cuando finalizó la jornada, me volví a casa rodeando los charcos que dejó la lluvia la noche anterior y pasé por el super para comprarme la cena. Mi cuerpo pedía mimos, así que me compré, además de unos ñoquis y coulant de chocolate, una mascarilla hidratante de papel y unas velitas de frutos rojos.

Al llegar a casa, lo primero que hice fue darme una larga ducha imaginando cómo el agua se llevaba por el desagüe toda la mala vibra de la semana, y me preparé la cena mientras me terminaba de secar. Cuando me quise dar cuenta, estaba tumbada en el sofá con la mascarilla puesta, la cena en una mesita pequeña y una de las velas encendidas.

Con el primer bocado, Alex volvió a mi cabeza y mi mente se las ingenió para seguir indagando en las posibles causas de su indiferencia hacia mí, porque le vi sonreír y actuar normal con otros. Así que me puse Boys Before Flowers para desconectar del todo. La serie ya era algo antigua, pero para mí, un clásico. La había visto ya tantas veces, que me sabía de memoria muchas de las escenas románticas en las que aparecía el apuesto Lee Min Ho. Además, forzándome a leer los subtítulos, ayudaría a mi cabeza a centrarse en ellos y no en Alex.

Antes de dormir, cómo de costumbre, me preparé la ropa del día siguiente y metí las sobras de los ñoquis en un túper para llevármelo al trabajo.

En la cama volví a pensar en Alex, en su semblante serio, y mi cabeza volvió a preguntarse otra vez por qué mi ignoró durante el día. Cuando conseguí dormirme, ya serían las tres y media, así que al día siguiente y muy a mi pesar, tuve que echarme mucho corrector para disimular las ojeras de una mala noche.

Cuando llegué a la oficina el miércoles, busqué con la mirada a Alex, pero no lo vi al entrar. Los siguientes días tampoco vino a la oficina, al parecer se había resfriado y estaba haciendo teletrabajo en casa mientras se recuperaba. Cuando me enteré, me sentí culpable por ello y me desanimé un poco, así que me enfoqué en mi nuevo trabajo para no pensar demasiado en ese sentimiento de culpa ya que, por obvias razones, se resfrío por la lluvia del día anterior y fue culpa mía que se mojase. Seguí aprendiendo nuevas técnicas de diseño con mi equipo, y cada vez me iba entusiasmando más la idea de trabajar con ellos. Joan, el jefe del departamento, me explicaba cada cosa que no entendía y si surgía algún problema, siempre me ayudaba a corregirlo.

Los días pasaron, y la jornada laboral del viernes por fin terminó. El lunes a primera hora tendríamos una reunión de equipo para lanzar una nueva campaña de marketing, así que me llevé algo de papeleo a casa para inspirarme un poco y salí un poquito más tarde que de costumbre mientras recogía el escritorio que me habían asignado.

Al llegar a casa, me puse un chándal gris para estar más cómoda, y limpié un poquito el piso antes de salir. Cómo de costumbre, ya me había quedado sin provisiones en casa, así que este fin de semana saldría a reponer la nevera.

Hice una pequeña lista y salí sobre las ocho de la tarde.

Las calles de la ciudad bañadas por la oscuridad del otoño estaban iluminadas por altas farolas con luz anaranjada a juego con las hojas caídas de los árboles. Sin lugar a duda, era mi época favorita del año. Hacía un poco de frío y yo apenas llevaba una camiseta de manga larga negra y el pantalón de chándal gris, así que me apresuré a entrar al supermercado en donde tenían puesta la calefacción a una temperatura ideal.