IV

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Magnus estaba un poco preocupado, Alexander había pasado varias horas parado bajo el sol abrasador, no era bueno para su salud y aunque su padre había ordenado que se hiciera de ese modo para poner a prueba a los donceles y debilitarlos de modo que fueran más propensos a cometer errores, Magnus estaba a punto de ordenar que los llevaran donde pudieran estar cómodos.

- Tranquilo, ya es turno del último grupo

Ragnor lo consoló mientras veían al penúltimo grupo salir del patio con algunos eliminados. Antes de ir por el último grupo, Magnus se acercó a su padre brevemente.

- Cabello negro, ojos azules, rasgos extranjeros. No importa si prepara alquitrán, no será eliminado.

El Emperador se quedó quieto por un momento, cayendo en cuenta que su hijo ya tenía un favorito y probablemente querría hacerlo su emperatriz aún si fallaba en todo. Pero él tenía un compromiso con su pueblo y su honor.

- Las pruebas son imparciales, si él falla, será eliminado. — Dictaminó haciendo a su hijo apretar los labios con furia — ¿Acaso no tienes fé en él? Eso no habla muy bien de tí y menos aún de él.

Magnus cerró la boca, se dió media vuelta y se fué con Ragnor detrás suyo para ir por el último grupo. Le molestaba no tener un respaldo pero tenía esperanza de que Alexander lo lograría. De cierta forma, Asmodeo tenía razón en eso.

Llegaron a la residencia en dónde solo los dos donceles peculiares se mantenían en pie sin hacer un drama, los demás estaban cubriéndose cómo podían del sol y algunos más débiles se habían sentado en el suelo. Escoltaron al grupo hasta el patio, en el momento que dió inicio la prueba Magnus sonrió cuando vió a ese par de donceles acercarse a los arbustos e intercambiar opiniones de cuál hierba sería mejor para un té.

Les dieron el tiempo suficiente y Magnus agradeció pues tuvo oportunidad de ver al doncel con la expresión relajada preparando té de una forma muy peculiar que Magnus solo recordaba de una persona.

El tiempo llegó a su fin y los sirvientes fueron ofreciendo las tazas una por una al Emperador, el moreno se tensó cuando su padre probó el té que había preparado Alexander, esperó con ansias por un momento y luego su padre le ofreció el resto a él.
Magnus lo tomó y sintió un nudo en su garganta, sabía exactamente igual al que su madre solía hacer para ellos, tenía tantos años de eso que pensó que lo había olvidado, ella no les había dado la receta pues alegaba que siempre estaría para hacerles un poco.

Magnus no pudo evitarlo y avanzó decidido hasta estar frente a frente con el doncel. Era aún más hermoso al estar cara a cara, sus ojos brillaban reflejando la alegría y pureza de su alma.

- ¿Quién te enseñó a preparar éste té?

Preguntó sin sonar demasiado brusco, sólo quería respuestas.

- Mi padre quien aprendió de mi madre que era originaria de otro continente.

Tener al doncel hablándole así de cerca estaba haciendo estragos en Magnus, y esa era una buena respuesta, su madre también había llegado desde otro continente, por razones políticas pero había sido una buena madre y una excelente emperatriz. Hasta que sus enemigos decidieron que era demasiado peligrosa.

Magnus no agregó nada más, regresó al lugar detrás de su padre pero conservó la taza entre sus manos y una vez el grupo se fué tenía planes de conservar el resto de la jarra.

- Ni lo pienses, ese té es mío

Lo detuvo su padre haciendo un gesto que fué respondido con uno de sus sirvientes llevándole el resto al Emperador.

Compitiendo por un amor #malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora