Hoy tenía que ir a prácticas, pero la noche anterior no había dormido bien, así que decidí pasar por un café cargado con Mary para no morir.
-Hola Abi, qué gusto verte -me dijo Ana, la barista en este turno, con una sonrisa coqueta.
-Hola Ana, ¿me podrías dar por favor un americano muy cargado, con dos de azúcar, porfi? -le pedí mientras sacaba mi cartera.
-Claro Abi, serían dos dólares -dijo sonriéndome.
Antes de que pudiera pagar, una voz conocida interrumpió.
-Dame otro de esos al nombre de Samantha con "H", y quédate con el cambio -dijo mientras le daba un billete de 50 dólares a Ana-. Hola, Abril, tú rápido por favor -añadió Samantha, dándole un énfasis burlón a la palabra "rápido"ya qué iba dirijida a Ana , lo que me hizo sonreír de forma incómoda.
-Ya salen los dos cafés -dijo Ana, pero su sonrisa parecía apagada, tal vez incómoda por la actitud de Samantha.
-Gracias Ana. ¿Y tú qué haces acá? -le pregunté molesta, volteando hacia Samantha.
-Vine por un café a la ca-fe-te-ría -contestó riendo.
-Qué bueno, ahora tómalo -dije, tratando de pagar mis dos dólares, aunque ella me miraba como si fuera una broma-. Toma el dinero.
-No te preocupes, otro día me invitas tú -dijo poniéndose sus lentes de sol.
-Ya quisieras.
-Por eso lo digo, quiero -respondió con una sonrisa que, a pesar de mi esfuerzo, me sacó una risa-. ¿Y a dónde vas de blanco? ¿A tu primera comunión? -añadió, riéndose aún más fuerte.
-Eres una idiota, voy a mis prácticas en el hospital general.
-Ah, ¿y a qué hora entras? -preguntó mientras me observaba con esa mirada que intentaba leerme.
-A las 8 a.m. Imagínate qué humor traigo para soportar a gente prepotente -dije indirectamente, refiriéndome a ella.
-Son las 7:28, ahorita llegas rápido en tu carro -respondió, ignorando completamente mi indirecta.
-No tengo carro.
-Abril y Samantha, aquí están sus cafés -dijo Ana, entregándonos nuestras bebidas. Yo tomé el mío con un "gracias" y Samantha simplemente murmuró una rápida palabra de gratitud.
-Hasta luego, que tengas un bonito día, Ari -me dijo Ana con una sonrisa cálida al despedirse.
-Gracias, tú igual, linda -le respondí, sonriendo de vuelta. Cuando volteé hacia Samantha, noté que me observaba con una ceja levantada.
-¿Qué? -le pregunté.
-Nada, nada, solo que a mí ni los buenos días -dijo con tono serio, pero con una sonrisa burlona escondida.
-Buenos días -respondí sonriéndole.
-Yo también soy linda -dijo, aparentando seriedad mientras yo rodaba los ojos.
-Ay, está bien. Buenos días, linda.
-Buenos días, bonita -respondió con una sonrisa triunfante-. Te llevo, tengo carro.
-Ni loca. Tal vez me secuestres, me vendas o abuses de mí... no, mejor me voy en transporte público.
-Ay, cállate, ya vamos, Abril -dijo mientras extendía su mano para guiarme hacia la salida.
De repente, la puerta se abrió de golpe y un hombre entró furioso, buscando a alguien con la mirada. Su vista se detuvo en Samantha y en mí.
-¡Tienes cinco segundos para despedirte e irnos! -le gritó a Samantha, furioso, mientras una mujer entraba detrás de él, claramente nerviosa.