⁴ Drog, blood and Party

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—Al rato vengo, Filis —le dije mientras corría a la puerta para ver si ya había llegado Samantha.

—Con mucho cuidado, ¿eh? Avísame si tu amiga se pasa de homosexual y quieres que vaya por ti —gritó desde la cocina, a punto de reírse.

—¡Estúpido! —le grité de vuelta, igual de fuerte.

Al salir de mi casa, ahí estaba Samantha en una moto. Traía un outfit muy lindo, todavía con el casco puesto, pero por su tamaño supe que era ella. En el tanque de la moto había un ramo de rosas con girasoles, muy lindo.

"Pinche Filis, con tus idioteces de la homosexualidad... estoy pensando cosas que no al ver así a esta mujer", pensé.

Al segundo de tener esa idea, Samantha levantó la vista y se quitó el casco. Estaba sonrojada, y noté que trataba de reírse, nerviosa.

—¿Lista? —dijo, bajándose de la moto para quitarse el casco por completo.

—Sí, hola, Samy —le respondí, sonriéndole—. Qué bonita cadena —comenté, viendo una con un dije en forma de cruz.

—Te estaba esperando. Mira, te traje esto —dijo, extendiéndome el ramo de flores e ignorando mi comentario mientras con la otra mano metía el collar bajo su ropa.

—Tal vez no son las más bonitas, pero cuando venía, las vi y me acordé de ti. No sé por qué, pero bueno... perdón si es poco —dijo rápidamente, dándole vueltas a las flores hasta que hizo una mueca de dolor y me las dejó en la mano.

—¿Estás bien?

—Me está saliendo sangre del dedo, Ari —dijo, pálida.

—¿Mucha? Déjame ver —me acerqué y apenas tenía una gota—. Es poco, tranquila, estarás bien —le dije, intentando calmarla.

—Muchas gracias por las flores, deja que las ponga en casa —dije, acercándome para darle un medio abrazo, que la tomó por sorpresa.

—Sí, ve —respondió, todavía viendo su dedo.

—¡Filis, pon estas flores en agua, por favor! Ya me voy —le grité, entrando a la casa para entregarle el ramo.

—Lo bueno que las amigas heterosexuales se regalan flores —bromeó Filis, riéndose.

—Ya, Filis, me voy. ¡Adiós! —dije, apuntándolo amenazante con el dedo mientras él solo reía.

—¡Corre, ve que tu H se va sin ti! —me dijo entre risas.

Cuando salí, Samantha estaba en el teléfono, y se le notaba molesta.

—¡Molly, no entiendes! Quiero ver a Mariana cuando llegue. Ya te dije, hazlo, adiós —dijo, cortando la llamada.

—¿Todo bien? —le pregunté, notando su tensión.

—Sí, todo bien. En la alforja hay otro casco, póntelo. Tú me indicas dónde es la fiesta.

—¿No íbamos a ir a comer primero?

—Después de la fiesta, no te preocupes.

Asentí, aunque la notaba algo rara. Decidí no cuestionarla y me subí a la moto. Samantha manejaba a donde le indicaba, y en cuestión de minutos ya estábamos en la casa de Maite.

—Dejé por allá estacionada mi moto, espero que no le hagan nada porque es mi bebé —dijo mientras se ponía unos lentes oscuros.

—Podríamos haber venido en Uber, así podrías tomar y no estarías preocupada por tu bebé —le dije, riendo y dándole un codazo ligero. Ella también rió.

Te sientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora