Una semana después
Llegué agotada a casa después de mis prácticas. Mi plan era llegar y dormir, pero al entrar escuché un ruido en la cocina. Instintivamente, fui a ver quién era.
-Te estaba esperando -dijo Oscar sonriendo mientras sacaba cosas del refrigerador.
-¡Filis! -grité mientras corría a abrazarlo.
-Te extrañé mucho, Ari -dijo mientras me abrazaba fuerte.
-Yo igual a ti. ¿Cómo te fue? -dije mientras me sentaba en una silla del comedor.
-Bien. Por fin cerramos el trato, ahora sí vamos a poder hacer tu fiesta de graduación a lo grande, enana -dijo Oscar mientras me revolvía el pelo.
-Sabes que con ir a comer estoy bien.
-Tú, pero yo no estoy tranquilo sabiendo que te puedo dar mucho más.
-Me das lo necesario, muchas gracias.
-Lo hago con todo el cariño del mundo, pero ya no hay que ponernos sentimentales. ¿Vas a querer un hot cake? -preguntó Oscar riendo mientras preparaba la mezcla.
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-¿Entonces vas a ir a la fiesta de Maite? -me preguntó Nuvia emocionada mientras salíamos de la universidad.
-No creo, me siento cansada.
-Vamos, Ari, es viernes y no tenemos prácticas hoy ni en todo el fin de semana.
-No sé, además, Filis acaba de regresar de su viaje de negocios y me gustaría pasar tiempo con él.
-Él prefiere que vivas tus últimos años de juventud al máximo en vez de que te escondas en casa cada que puedes a llorar.
-Está bien, vamos, pero ya me tengo que ir si quieres que vaya -contesté en tono de broma. Nuvia pegó brincos y me besó la mejilla.
-Por eso te quiero, pinche morra mamona -dijo Nuvia riendo mientras se iba al estacionamiento con su novio.
Apenas eran las 2:42 de la tarde y estaba esperando el camión. Me sentía cansada y realmente no quería ir a la fiesta.
-¿Por qué esperas el camión sola? -dijo una voz familiar a mi lado. Escuché que se sentaba y automáticamente una sonrisa se apoderó de mi rostro.
-Hola, Samantha.
-Hola, Abichui.
-¿Qué haces aquí? -dije volteando a verla.
Como las veces anteriores, llevaba su sudadera color crema, un short negro, su bolsa cruzada, y sus lentes oscuros, ya que aún era de día.
-Iba de paso y casualmente te vi -dijo riendo tímidamente.
-Oh, qué conveniente -contesté riendo-. A veces sí me das miedo, wey
-¿Quieres que te acompañe caminando a tu casa? Así platicamos en el camino -dijo levantándose de los asientos de la parada.
-Sí, me parece bien -contesté sonriéndole.
-Ah, lo olvidaba, te traje esto -dijo extendiéndome una gerbera rosa. Usaba un pañuelo para no tocar la flor directamente, lo cual se me hizo raro pero tierno.
-Muchas gracias, Samy -contesté levantándome del asiento.
Empezamos a caminar hacia mi casa, y ninguna de las dos decía nada. Solo íbamos en silencio, disfrutando de la compañía de la otra. En parte, sentía que en ese momento nos sentíamos seguras entre nosotras.
-Tú fuiste la que tuvo la idea de venir caminando para hablar y no hablas -dije riendo mientras la volteaba a ver. Se puso roja.
-Tienes razón, perdón. No sé cómo se hace esto. De donde vengo, todo está en silencio, entonces creo que estoy acostumbrada, perdón. ¿De dónde eres?-solté la pregunta para romper el hielo.