Epílogo

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Eve, con su largo vestido negro y elegante, el cabello recogido en un moño alto, dejando caer dos mechones a los lados de su rostro, entró a su pequeño camerino, sentándose frente a su espejo. Llevaba unos pendientes dorados conformados por tres bastones, cada uno más largo que el anterior, lisos, brillantes. Por desgracia, no confiaba lo suficiente en su habilidad para maquillarse como para dar un concierto de ópera, por lo que optó por no llevar nada.

Pasaron tres meses desde la desaparición de Argus. Eileen decidió partir en su búsqueda por todo el continente, pero según sus llamadas esporádicas no parecía tener mucho éxito. Por otra parte, antes de salir de gira por Argenta con su orquesta, Ryan y Jack le enseñaron su último proyecto conjunto, una espada blanca.

Al parecer estaba hecha con el neotiam blanco que recuperó junto a su compañera, además de un regulador de energía que no terminó de comprender, solo prestó atención a que el arma estaba destinada para asesinar a Nerón, por lo que debía ser blandida por Argus.

Respiró profundo, tratando de calmar la ira en su pecho. Entendía sus razones para huir, ¿pero por qué no le dijo nada? De entre todas las personas, ella...

Observó el reflejo del espejo. Allí estaba, en silencio, una figura cubierta por una capa azul. Su cabello, enmarañado, había crecido un poco, estaba pálido y con grandes ojeras. Giró sobre su silla, encarando a su querido amigo.

—Cantaste muy bien —Dijo el velocista.

—¿Canté muy bien? —No entendía el enojo que sentía—. ¿Dónde has estado? No te despediste, dejaste tu celular, tu localizador, tu...reproductor.

—Eileen me contó todo.

—¿Qué?

—Tu misión fue enamorarme, darme más razones para luchar por Argenta y el CLI.

—No...espera. Eso fue cierto, pero ahora...

—Ahora nada. Todos hacen lo mismo —Los ojos de su compañero brillaban, pero por las lágrimas—. Eileen, Ryan, Jack, todos han contribuido a su manera, me han empujado a un mundo que no quiero...Creí, de verdad creí que eras diferente.

—Yo... —Tenía razón, incluso si sus sentimientos se habían vuelto reales el daño estaba hecho—. Perdón, Argus, debí haberte dicho la verdad desde el principio.

—Volveré a Inaet. Buscaré la forma de hablar con Nerón.

—¡Espera! —Agarró por los hombros a su...amado—. Es un suicidio, no puedes lanzarte a Regent y pensar que no serás atacado por toda la guardia real.

El cuerpo y la capa de Argus brillaron con un tono blanquecino. Observó sus ojos resplandecientes, llenos de tristeza.

—Estoy cansado, Eve. Acabaré con esto de raíz porque ya no aguanto...Muchas gracias por todo, mientras estuve contigo de verdad creí poder vivir en paz. Adiós.

La luz aumentó su intensidad, cegándola. De repente, sus manos quedaron sujetando el vacío. Una vez recuperó la vista se encontró sola, sin rastros de la persona a la que tanto adoraba, por la que se emocionaba cada que reconocía sus esfuerzos por verse más bella, por la que recordó que su voz servía para más que atacar o engatusar.

Cayó de rodillas, llorando mientras se sujetaba el pecho con ambas manos.

—Lamparita...

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