03 | El enlace

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El pelinegro sintió que acababan de golpearlo fuertemente. Le dio la sensación de que la Luna había comenzado a brillar más, cegando su mirada y distorsionando todo aquello que no fuese el chico suspendido en el aire.

Y de un momento a otro lo sintió. La adrenalina recorrer su cuerpo y hacerlo temblar como si fuese él el que estuviese saltando. Su vello se puso de punta y de inmediato perdió el equilibrio cayéndose al suelo.

En aquella noche estrellada, bajo la atenta mirada de la Luna, algo místico y eterno, más allá de la sangre, de las tribus y de las creencias, se formó entre los dos jóvenes.

Como si el tiempo volviese a correr después de estar parado por lo que a Jo le parecieron horas, el desconocido cayó al agua, siendo esta la única manera de que sus miradas se desconectasen.

Fue entonces cuando Jo volvió en sí. De repente fue consciente de su situación, pues acababa de ver a alguien bajo la luz de la primera Luna llena de su dieciocho cumpleaños.

La adrenalina, la emoción del momento, la confusión, todo desapareció dejando paso al puro terror.

En cuestión de segundos se levantó del suelo tambaleándose y comenzó a correr lejos, en dirección al pueblo, a su casa, al destino que supuestamente ya tenía escrito para él. Ni siquiera escuchó la voz que lo llamaba desde el lago; porque allí, completamente empapado, se había quedado alguien mucho más aterrado que él.

Cuando Jo había escapado de su casa el camino hasta el lago le había parecido realmente corto. En cambio, cuando estaba volviendo, le dio la sensación de que no avanzaba. Solo veía arboles y más árboles, cerrándole el paso como si no quisiesen dejarlo irse.

Además, su pecho había empezado a doler, aumentando en intensidad a medida que se acercaba al pueblo. Cada paso que daba era un terrible esfuerzo bajo la luz de la Luna que parecía estar juzgándolo.

Ni siquiera supo como fue capaz de trepar la enredadera hasta su habitación, puesto que estaba temblando como si hubiese corrido durante horas. Cada célula de su cuerpo parecía estar traicionándolo.

— ¿Q-qué hora es? — murmuró para si mismo, buscando con rapidez y torpeza un reloj por la habitación.

Su mirada se quedó fija sobre la hora que marcaban las agujas del círculo colgado en una de las paredes.

— Dos... dos menos cinco...

No podía negar lo evidente. Si el chico al que vio en el lago no fue producto de su imaginación, cosa que sin duda arreglaría muchos de sus problemas, ya había visto a alguien aquella noche. Alguien que no era Harua.

Si estaba en lo correcto, se había enlazado de un habitante de Novilunium, un completo desconocido.

Pero algo no cuadraba, porque todo lo que sintió en el bosque no se asemejaba a lo que su madre le había explicado. Aquello no había sido algo sin importancia, un suceso del que podría olvidarse a los pocos minutos. No, sentía que aquel encuentro en el lago había marcado un antes y un después en su vida.

Necesitaba tiempo para pensar en lo ocurrido e intentar calmar el cúmulo de emociones que estaba sintiendo en esos momentos. Pero ya era tarde, y cuando todavía estaba tratando de recuperar su respiración por la carrera que acababa de hacer, escuchó los pasos de sus padres acercándose a la habitación.

No supo de dónde sacó las fuerzas, pero movió su cuerpo débil hacia la cama y se tapó rápidamente con las sábanas para ocultar la tierra de sus pies y ropa. Por nada del mundo sus padres podían enterarse de que había estado fuera.

MOONLIGHT | KJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora