Capítulo 2

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Pasó una semana desde que Rubén y yo lo dejamos, ya tenía todo preparado para irme, las maletas en el coche y los papeles en orden, Rubén me esperaba en el coche para llevarme al aeropuerto, después de todo, nos llevábamos bien.
Antes de cerrar la puerta del piso que me vio crear una nueva vida con Rubén, lo miré sin perder detalle, quería que en mi memoria estuviera cada rinconcito de este pequeño piso, lo recordaría con toda mi alma. Suspiré, me cayó una pequeña lágrima y cerré la puerta.

Bajé a la calle con una pequeña maleta, el resto lo tenía en el coche ya guardado. Cuando llegué, estaba Rubén apoyado en capó esperándome.

–¿Lo tienes todo?-. Preguntó.

–Si, de todos modos, si se me ha olvidado algo, cuando vengas a Valencia de vacaciones me lo llevas-. Respondí.

–Vale, preciosa-.
Miré a Rubén extrañada que me hubiera llamado así, yo sentía que me quería, pero su gran sueño, era ser un gran médico, no un gran novio.

Subimos al coche y me llevó al aeropuerto de Hamburgo, ahí esperaba el avión que me llevaría hacia mí ciudad, con mi familia y mi gente.

Aparcó el coche en el Parking y me acompañó adentro para facturar las maletas, una vez lo hice, fuimos hacia la fila de control, entonces nos despedimos.

–Bueno, Rubén, ahora debo seguir sola-. Le dije.

Asintió con la cabeza y de repente vi como se le llenaban los ojos de lágrimas y me abrazó.

–Lo siento tanto, Elena, no sabes lo que te he querido-. Respondió llorando.

–Tranquilo, no pasa nada, entiendo, el trabajo siempre ha sido muy importante para tí, cuando vengas a Valencia podemos seguir quedando y...-. Me acerqué a su oído. –Pasarlo bien...-. Susurré.

Él sonrió y me abrazó.

–De eso ni lo dudes-. Respondió.

–Que te vaya bonito, Rubén, estoy segura de que vas a ser un gran médico-. Le dije cogiéndole la cara.

–Y yo estoy seguro de que vas a encontrar a esa persona que te ame como te mereces, te aprecio un montón y para lo que necesites, aquí estoy-. Me respondió.

En ese momento, nos besamos y nos abrazamos, no nos guardábamos rencor, sabíamos que seríamos amigos para siempre.

Me fui hacia la puerta de control y me giré, entonces Rubén se despidió de mí con la mano, le devolví el saludo junto con un beso en el aire.

Cuando pasé la puerta de control, me volví a girar y Rubén ya se había ido, entonces me fui hacia mi puerta de embarque.

Estuve esperando el avión, mientras, me saqué un libro y empecé a leer, me metí tanto en el libro que no me di cuenta que los pasajeros ya empezaban a embarcar.

–Disculpa ¿Vas a Valencia?-. Preguntó una de las trabajadoras de la aerolínea.

–Si-.

–Están embarcando-. Dijo señalando a la fila.

–¡Ostras! Se me ha ido el santo al cielo, gracias-. Me levanté corriendo y fui hacia la cola, enseñé el billete junto a mi DNI y llegué al avión, me senté en mi asiento, me tocó ventanilla y mientras esperaba a que el avión despegara miraba por fuera pensando en las cosas tan bonitas que había vivido en Alemania.

El avión despegó, cuando subió al cielo, las vistas eran preciosas, el avión traspasaba las esponjosas nubes que adornaban el cielo de Alemania, hoy salió un día estupendo. Me puse mis cascos con mi música preferida, me bajé la visera de la gorra y cerré los ojos.

De pronto un pequeño golpe me despertó de repente, me asusté, miré por la ventana para ver qué había pasado y me di cuenta que ya habíamos tocado tierra, había dormido casi dos horas.

Cuando salí del avión y pasé por la puerta, ahí estaba toda mi familia esperándome, también estaba Carmen junto al resto de mis amigas, Montse y Ana. Nos abrazamos a más no poder, era el comienzo de una nueva vida para mí.

Me fui a casa de Carmen junto con las chicas, hoy cenaríamos en su casa las cuatro, al ser sábado, mañana no se trabajaba.

–Vamos a pedir pizza, chicas-. Dijo Montse.

Fuimos al súper a por cervezas y cuando llegamos llamamos a la pizzería, sería una noche de chicas en toda regla, una gran fiesta de pijama, queríamos recordar viejos tiempos.

Cuando llegó la pizza, nos sentamos a cenar y nos pusimos a hablar.

–Bueno chicas, el sábado que viene nos vamos de fiesta-. Dijo Carmen.

–Yo no tengo el cuerpo para mucha fiesta, chicas-. Les dije.

–Vas a salir, te hace falta, acabas de salir de una relación, ahora toca disfrutar lo que no has disfrutado en ocho años, así que no se hable más-. Dijo Ana.

–Bueno vale, me habéis convencido, pero solo un rato, además, no tengo vestido-. Les comenté.

–No te preocupes, tú y yo tenemos la misma talla, está semana miramos un vestido de mi armario, pero tiene que ser un vestido matador, que diga, no soy puta pero tampoco soy virgen, entiendes, ¿No?-. Dijo Carmen.

Eché una carcajada.

–Tú estás mal, Carmen-. Le dije a mi amiga mientras reía.

–Por cierto, Elena, este lunes no, el siguiente, empiezas a trabajar, estás conmigo en electrónica-. Me comentó Carmen.

–Muchas gracias Carmen, te lo agradezco-.

–Para eso estamos las amigas-.

En ese momento me levanté y la abracé, me puse a llorar, tenía muchos sentimientos guardados en mi interior. Ana y Montse también se levantaron a abrazarme, quería a mis amigas con locura, las cuatro eras una piña.

...

La semana iba pasando y yo no paraba de tener citas para arreglarme todos los papeles. Carmen me dejó quedarme en su casa hasta que pudiera alquilarme un piso. De vez en cuando, Rubén me llamaba por teléfono, aún se preocupaba por mí, me dijo que me dejé en el piso un par de cosas, me las traería en navidad, cuando viniera de vacaciones. Me compré un coche de segunda mano, era un Ford Focus de cinco puertas de color azul.

Llegó el viernes y estuve con Carmen mirando su armario para elegir el vestido que me pondría al día siguiente, íbamos a ir a una discoteca al aire libre, era verano, por lo tanto, iría fresca. Y entonces, ella me lo encontró, según ella, era el vestido perfecto para la caza.

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