Ave en vuelo

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Paz,

Tranquilidad,

Deslizo sobre la piscina congelada, los patines del club de hockey del colegio haciendo crujir el hielo bajo mis pies. A mi lado, mi madre sigue el mismo compás, moviéndose con gracia sobre la superficie helada. El vapor se eleva de la piscina como un velo etéreo, envolviéndonos en una atmósfera mágica mientras patinamos sobre humo.

La luz tenue del atardecer tiñe el cielo con tonos cálidos, y la piscina, transformada en una pista de hielo improvisada, refleja los destellos dorados que bailan en su superficie congelada. La risa resonante de otros patinadores se mezcla con el suave crujir del hielo, creando una melodía única que llena el aire fresco.

Tomada de la mano de mi madre, siento una paz profunda y reconfortante. Sus ojos reflejan el mismo gozo que experimento yo. Patinamos juntas, como si el tiempo se detuviera, y la realidad cotidiana quedara suspendida por un momento. La conexión que compartimos en ese instante es más fuerte que las palabras, más profunda que cualquier otra interacción.

Mi madre da vueltas sobre sí misma, mientras sus risas llenan el lugar.

-Mamá, ¿cómo te atreves a hacer eso?

-Cariño, no es tan complicado

-Yo no soy tan valiente, ojalá fuera como tú

-Zoe, la verdadera valentía se encuentra en dudar de lo que llaman verdad

Me despierto por un ruido ensordecedor que hace retumbar las ventanas de la habitación.

-8 DE LA MAÑANA, ÚLTIMO DÍA DE LA CONCENTRACIÓN.

Todo el mundo en la habitación se despierta, pero mi cabeza sigue pensando en mi madre, en mi familia, en cómo el gobierno acabó con ella.

Oigo susurros, pero no entiendo las palabras, veo borroso, y siento la sangre circular rápido por mis venas. Mi corazón late rápido mientras me levanto para ir directamente al baño.

Creo que alguien articula mi nombre, pero no puedo pensar, mi cabeza es como una red intrincada de recuerdos, cada experiencia, cada palabra de mi madre resonando como un eco insistente. Es como si cada recuerdo me presionara, me empujara a desafiar La Selección.

Entro al baño, necesito despejarme.

Me meto bajo la ducha y sobre mi cuerpo comienzan a caer gotas de agua, está demasiado caliente, y cada zona de mi cuerpo que se moja se enrojece por la temperatura, pero el dolor me hace sentir bien.

Poco a poco me despierto, me enjabono el pelo y, al salir, me envuelvo en una toalla.

Oigo que alguien llama a la puerta.

-¿Puedo pasar?

Es la voz de Marco.

-Sí, ya que terminado- respondo mientras me pongo los pantalones y la camiseta rápidamente.

Marco entra entonces, como siempre, logra desconcertarme, sus pasos ligeros y su canto alegre llenan el espacio. Puedo ver su rostro iluminado por una sonrisa genuina mientras se mueve con gracia, como si estuviera danzando en su propia sintonía. El baño se transforma en un escenario improvisado, y su felicidad se convierte en la melodía que llena el aire. Es contagioso, y por un momento, me encuentro envuelta en su aura radiante de alegría.

-Ya era hora de que te ducharas, ¿no bonita?

-Ojalá no tuviera que ser en este sitio.

La verdad es que Marco me cae bien, quizás no pensamos igual, pero es un chico respetuoso, y fue el primero que me habló aquí y me hizo entender qué era todo esto.

Se lo agradezco mucho.

Salgo del baño y en la habitación solo está Harry, que le da varios tragos seguidos a una botella de vodka que debe haber cogido ayer de la sala de ocio.

¿Qué le pasa a este hombre? ¿De verdad está tan tranquilo que se permite el lujo de emborracharse todos los días?

Zeus no está en la habitación, lo cual me parece muy extraño.

Lo busco por cada ventana, pensando que estará ahí, con su cigarro en la mano apoyado en el alféizar.

Pero no está.

Salgo de la habitación y recorro el pasillo, la gente de otras habitaciones todavía no se ha despertado, y falta 1 hora para el desayuno, así que todo lo que oigo son mis propios pasos resonando contra la madera del suelo y los crujidos de las camas de otras habitaciones.

Sigo caminando hasta el comedor, pero éste está cerrado aún, así que Zeus solo puede estar en un sitio.

La sala de ocio.

Llego y, incluso antes de entrar por la puerta semiabierta, un olor a humo y tabaco inunda mis fosas nasales.

Entro y, ahí está, en su posición de siempre, fumando, otra vez.

En cuanto entro, no se gira, no me mira, permanece estático mirando por la ventana.

-Zoe, esto de seguirme se te da bastante bien.

-No te vi en la habitación, y no sabía si se habían dado cuenta de lo de la cúpula.

-No he dormido.

-¿Cómo?

-No he dormido nada, no puedo dejar de pensar en lo que nos espera.

-¿Lo que nos espera?

-Zoe, no somos tan diferentes como crees, no es tan distinto de donde vengo.

Me acerco a la ventana y me apoyo en el alféizar, junto a él, mientras le observo. Está pálido, y sus ojos verdes están ahora rojos e hinchados.

-¿A qué te refieres?

-Crecí en el Nacional, un pueblo minero. Todos en mi familia trabajaban doce horas al día solo para no morir de hambre. La lucha era constante, y esa realidad nunca me ha abandonado.

-Yo.. no tenía ni idea.

-Aprendí que en un pueblo minero como el nuestro, la pobreza se adhiere a cada rincón. Pero también aprendí a ser fuerte, a luchar por lo que importa. La Selección puede haberme quitado a mi padre, pero no me quitó la voluntad de vivir ni de luchar.

Lo miro, él también ha perdido a familiares en La Selección. Su mirada continúa perdida, pero en el ambiente se palpa una energía indestructible.

Me vuelvo a fijar en el tatuaje de su cuello, ahora lo puedo ver mejor, una cadena que se quiebra y se transforma en un ave en vuelo.

No puedo evitarlo, con delicadeza, deslizo mis dedos sobre la piel de Zeus, siguiendo la línea de su cuello hasta llegar al tatuaje. La cadena que se quiebra y se transforma en un ave. Bajo mis yemas, siento la textura de la tinta que cuenta su historia, y un escalofrío recorre mi propia piel al notar cómo la suya reacciona.

La mirada intensa de Zeus me perfora como un rayo, llenando el aire de una tensión palpable. Siento su firmeza mientras quita suavemente su mano de mi cuello, pero sus palabras resuenan con un misterio intrigante.

'Tiempo al tiempo, Zoe', murmura con voz profunda. 'Algún día te contaré todo lo que tu mente quiere saber.'

En ese momento, queda suspendido un enigma en el aire, como si las respuestas estuvieran a punto de revelarse, pero no ahora.

Veo como tira el cigarro terminado por la ventana.

-Voy a ducharme, esta noche nos vemos aquí a las 12, cuando todo estén en las habitaciones. Tenemos que acabar lo que empezamos.

Un escalofrío recorre mi cuerpo.

Sin duda, tenemos que hacerlo.

Orden en caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora