Cap 4

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Me di la vuelta para mirarlo con asombro, pero él seguía ahí, inerte, sin mirarme. 

Suspiré y me quedé unos minutos más con él. 

Lo escuché suspirar pesadamente, para luego aclararse la garganta. 

— Yo… eh… ¿quieres un café? – dijo en voz baja. 

También me aclaré la garganta, aunque lo hize de manera más discreta. 

— Umm sí, me parece perfecto. 

No mentí. Amo el café, y más si es para romper el hielo. 

Él me miró y empezó a sonreír. Le devolví la sonrisa casi de forma instantánea y empezamos a caminar. 

Todo se sintió tan tranquilo. 

Tomamos un café y luego fuimos al parque a pasear, la mayoría del tiempo nos mantuvimos en silencio, aunque hubieron algunos diálogos interesantes. 

Me sentí muy bien con él. 

Al final de la tarde Julián me dejó en la puerta de mi casa. 

— Así que aquí es donde vives… – se mantuvo en silencio un tiempo –. Genial, pues fue un placer pasar una tarde agradable contigo. 

Que dijera eso me alegró tanto. No solo por sus palabras, sino también porque al final de la tarde había conseguido que hablara un poco más de tres o cuatro palabras. 

Sonreí. 

— También me ha gustado pasar la tarde contigo – admití, él miró hacia otro lado y juro que vi un pequeño tono rojizos en sus mejillas. 

— Eh… bueno, creo que nos vemos mañana – apenas me miró. 

— Sí. Nos vemos mañana – finalicé y me di la vuelta para entrar a mi casa. 

Era ya un poco tarde, así que probablemente ya mi madre estaba en casa. 

Este mes a mi padre le tocaba trabajar un poco lejos de casa, y lo extrañaba mucho. Igual el estar con mi madre siempre es divertido. 

Cuando entré escuché que tenía música puesta, muy probablemente estaba en la cocina preparando la cena. Esa es una de las cosas que ella hace muy a menudo. 

Cuando está en casa siempre que cocina o limpia coloca música a todo volumen. Pero en esta ocasión la tenía un poco baja; supongo que para escuchar si yo llamaba a la puerta. 

Entré a la cocina y efectivamente, ella estaba bailando mientras removía algo que parecía ser una salsa. 

— Hola mamá – saludé un poco más animada que de costumbre. 

Ella dió un respingo alarmada, y me miró extrañada por un segundo. Su expresión fue cambiando poco a poco a una más molesta. 

Temblé internamente al verla tornarse molesta. 

Colocó sus brazos en forma de jarra, y su ceño fruncido. Su mirada me inspeccionaba de pies a cabeza una y otra vez. 

— ¿Dónde estabas? – preguntó al fin. 

No podía mentirle, ella me conocía a la perfección. 

— Me invitaron a tomar café – dije con una expresión casi indiferente – disculpa la tardanza. 

Finalicé y me di la vuelta para buscar algo que comer en el refrigerador. Mi madre nuevamente no dijo nada, solo suspiró pesadamente y siguió con su labor. 

Al cabo de unos minutos de silencio, me miró para luego empezar a hablar. 

— Solo, la próxima vez me avisas. Sabes que yo te dejaré ir – dijo en voz baja. 

Algo iba mal. 

Asentí levemente y ella se dedicó nuevamente a cocinar. 

Cuando ya todo estuvo listo, sirvió las porciones de comida para cada una y se sentó silenciosamente en la silla delante de mi.

Ok. Algo definitivamente iba mal. 

— ¿Estás bien mam… 

Justo en ese momento rompió en llanto. 

Yo no supe qué hacer. 

No soy una persona expresiva y tampoco sé qué hacer cuando alguien expresa sus emociones frente a mi. 

Me quedé elada en mi asiento. 

¿Qué hacen las personas en las películas y series cuando alguien está triste?.... Ah, lo abrazan. 

Me levanté lentamente de la silla y fuí hacia donde se encontraba ella. Rodee con mi brazo su espalda, y me acerqué hasta que mis manos se tocaran al rodear su cuerpo con ellas. 

Permanecí en silencio por un buen rato hasta que sus sollozos se calmaran. 

Ella respiró, me miró, apretó sus labios en una línea fina y soltó el motivo de su tristeza. 

— Me despidieron… – su mirada fué hacia otro lugar. 

Pero sabía que ella estaba triste, así que opté por acariciar su cabello. 

— Todo estará bien. Ya verás que conseguirás un nuevo empleo. 

Sabía que para ella su trabajo era importante. 

— No – suspiró –. Ya he buscado por todas partes, y nada. Dicen que una persona de mi edad ya no da el mismo rendimiento. 

Mierda. 

Estúpidos prejuicios. 

— Pero mami, hay otros métodos – recordé – puedes trabajar online. Puedes poner tu propio consultorio en casa. No es lo único. 

— Sabes que no me llevo muy bien con la tecnología, y para mí propio consultorio en casa debo tener mucho dinero. Es imposible – finaliza completamente frustrada. 

— ¿Y papá no te puede ayudar?. 

— Sabes que tendra muchos gastos. Ahora que no estoy trabajando no podré ayudarlo a pagar los servicios básicos y tú colegiatura – da otro suspiro, y yo la miro un poco agotada. 

Ok… tiene un punto. Pero no me puedo dar por vencida. 

— Yo trabajaré – me encontré diciendo. 

Ella abrió los ojos de par en par. Y justo cuando iba a decir algo, la interrumpí. 

— Será un empleo de medio tiempo. No interferirá en mi desempeño académico – me levanté de la mesa puesto que ya había terminado de cenar, y le di un beso en la frente —. Te lo prometo. 

Y me fuí a mi habitación a hacer las tareas pendiente. 

Entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora