Cap 5

1 0 0
                                    

Julián POV

Cerré la puerta de mi casa con una sonrisa inmensa en mi rostro. 

Por primera vez le había hablado. 

Y no solo le hablé, también logré confesarle mi amor hacia ella. 

De una forma extraña, pero pasó.

Corrí escaleras arriba para llegar a mi habitación y encerrarme allí. 

Busqué rápidamente entre mis cajones y… ahí estaba. 

Mi cuaderno de poesías. 

Sí, suena muy cliché. Pero era la única manera que encontraba de desahogarme. 

Hacía ya unos años que la literatura era un modo de vida para mi. Y curiosamente un año atrás había encontrado a mi musa.

La chica que tenía cientos de poemas en mi cuaderno. 

La chica que me hacía describir con amor todas y cada una de sus facetas. 

No. No soy un acosador. 

Soy un chico completamente enamorado que la admira desde la lejanía, pues no soy lo suficientemente valiente para acercarme a ella. 

Agarré un lápiz y empecé a divagar entre un mar de ideas. Plasmando en hojas de papel mis sentimientos hacia la chica de ojos mieles. 

Su sonrisa encantadora, 

y sus ojos soñadores. 

Son la pintura que a mí mundo da colores. 

Y si alguna vez me dijeran que ella es una diosa… 
no habría sorpresa para mi. 

Pues ella es de otro mundo, que llegó para dar luz a mi patética existencia. 

Las abejas estarán celosas de ella,
pues la miel que ellas hacen, 
no es ni la mitad de dulce que la miel de sus ojos. 

Tal vez estoy embobado, pero no me cansaría de verla ni en un millón de años. 

La mayor parte del tiempo me la paso pensando si me querrá. 

Pero solo espero una cosa y es que nunca sus ojos sean tristes o su sonrisa se apague. 

Pues ese día, las flores no tendrá el mismo color

o el pasto su alegre verdor. 

Solo quiero una cosa, y es su felicidad. 

Y si de mi depende, su felicidad nunca acabará.”

Tal vez es mucha azúcar… pero ella es así. 

Tan única y maravillosa como una flor exótica.

Con una belleza incomprensible para muchos, pero completamente hechizante para quien la sepa apreciar. 

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, haciéndome suspirar y entonando en mi cabeza un alegre melodía que desprendía flores y mucha azúcar. 

Un suave toque en mi puerta llama mi atención. 

— Adelante – digo sin más. 

Y poniendo mi mejor expresión relajada me incorporo en mi cama. 

— Juli, ya la comida está lista – anuncia mi madre. 

Se da la vuelta y cierra tras de sí la puerta de mi habitación. 

Suspiro con pesadez y me levanto sin nada de ganas de la cama. 

Entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora