Desahogar

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Una mujer gemía de placer y dolor. Su larga cabellera rubia se esparcía por el catre; el sudor goteaba de su cuerpo. "¡Señor Itzvar!"

Itzvar empujaba a la mujer sin nombre. Estaba descargando su ira y sus frustraciones con ella. El vikingo sentía que Ragnar lo había dejado en ridículo, pero sobre todo, Sophia. No podía creer que ella hubiera escapado. Sin embargo, tenía sentido que Sophia colaborara con Ragnar para que se produjera la incursión. Itzvar sabía que la noticia de la incursión en su aldea llegaría muy lejos.

La humillación definitiva.

Su ira se apoderó de él, y agarró el cuello de la mujer sin nombre y lo apretó mientras embestía su polla dentro de ella. Al principio, esto excitó a la mujer, pero le costaba respirar cuando su agarre se hizo más fuerte. "Señor, no puedo respirar".

Itzvar no la escuchaba; no le importaba. El vikingo sabía lo que hacía. La mujer no era más que una esclava que él y sus hombres habían secuestrado en otra aldea. Miró a la mujer con pura rabia, pero entonces la imagen de Sophia apareció ante él. Itzvar vio su imagen bajo él, sus ojos llenos de placer y seducción.

"¿Qué te pasa, vikingo? ¿Estás enfadado porque Ragnar y yo fuimos más listos que tú?" preguntó la imagen de Sophia. "Sabía que serías fácil de engañar".

Esto indignó aún más a Itzvar, que vio que su imagen sonreía casi con condescendencia. Apretó aún más su cuello mientras embestía contra ella. La imagen de sus pechos rebotando lo puso aún más erecto. La idea de violar a Sophia le excitaba. Sin embargo, los recuerdos del asalto y de su huida le hicieron olvidar por completo su excitación.

Itzvar imaginó sus ojos llenos de fuego y fuerza. Quería que contuvieran miedo. Itzvar quería dominarla, doblegarla. Su ira era tan grande que Itzvar no oyó ni un pequeño crujido. La imagen de Sophia había desaparecido; sólo veía a la mujer. Sin embargo, la mujer no se movió. Sus ojos y su cuerpo estaban inmóviles.

Itzvar sacó inmediatamente su polla de ella.

La mujer estaba muerta. Puso los ojos en blanco, pero seguía erecto. Itzvar decidió ponerse de pie en su bañera y empezó a darse placer. La imagen de Sophia volvió a él. La imaginó desnuda, de pie ante él y tocando su musculoso cuerpo. Itzvar la imaginaba agarrándole la polla, moviendo la mano arriba y abajo mientras sus pechos tocaban su musculoso pecho.

Iba más rápido sobre su polla. Itzvar se imaginó entonces a Sophia agachándose delante de su polla y chupándosela. Un pequeño gemido escapó de sus labios. Itzvar utilizó la mano libre para tocarse el pecho y apretarle uno de los pezones. Se estaba acercando mucho y entonces se soltó en el suelo. Itzvar respiraba con dificultad. Cuando Itzvar abrió los ojos, la imagen de Sophia había desaparecido. Entonces se sentó en su bañera en silencio. Su pueblo seguía reconstruyendo muchos de sus hogares.

Muchos de los suyos murieron durante la incursión; los preparativos del funeral estaban en marcha. Incluso después de todo eso, Itzvar no podía quitarse a Sophia de la cabeza, aunque ella fuera en su contra. Se preguntaba por qué seguía deseándola. ¿Sería por su belleza? ¿Era la necesidad de romperla? ¿La necesidad de dominarla?

El vikingo no lo sabía ni le importaba, pero lo único que sabía era que quería recuperarla. No sólo eso, quería vengarse de Ragnar. Uno de sus mayores errores fue no haberlo matado cuando tuvo la oportunidad. Sin embargo, no volvería a ocurrir. Itzvar terminó de bañarse y se vistió. Antes de salir, echó un vistazo al cadáver de la mujer y salió.

Vio a tres de sus hombres fuera, haciendo guardia. Ordenó a dos de ellos que cogieran el cuerpo de la mujer y lo pusieran en la pira. Itzvar ordenó al tercer hombre que convocara a su consejo para reunirse en el gran salón. El vikingo quería tramar la venganza, pero antes necesitaba saber dónde se encontraban Ragnar y Sophia. Él y sus hombres necesitaban a sus mejores espías para lograrlo.

Posesión De Los VikingosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora