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—Uaaaaa.

Después de llorar amargamente durante mucho tiempo, Iella soltó sus emociones junto con las lágrimas.

Gracias a eso, cuando las lágrimas cesaron, le dolía la cabeza, pero se sintió aliviada.

Frotándose los ojos hinchados, Iella murmuró con una cara triste.

—Abuelo, te equivocaste. Mi matrimonio fue un completo fracaso.

No había respuesta de su abuelo que ya había fallecido, pero pensó que si hablaba sola se sentiría un poco mejor.

Iella suspiró profundamente y revisó la última página de la carta, la lista de la herencia que le dejó el abuelo.

—Wow.

Ya lo había visto una vez, pero seguía siendo impresionante.

—¿Qué puedo hacer con esto? Bueno, al menos creo que no tendré que preocuparme por comer y vivir toda mi vida.

Si se mudara a una pequeña ciudad donde el costo de vida era barato, podría gastar dinero y vivir lujosamente sin problemas.

Aunque nunca había tocado dinero después de casarse, Iella, que había crecido en una familia de comerciantes en su infancia, sabía el valor de la herencia que había recibido.

Mientras pensaba en lo que podía hacer con eso, Iella se preguntó de repente.

«¿Qué es lo que más quiero hacer ahora?»

No tardó mucho en recordarlo.

¡Salir de este lugar lleno de gente que me ignora y me odia!

Como si le hubiera caído un rayo en la cabeza, Iella se levantó de un salto con la carta del abuelo en la mano.

—¡Me divorciaré y viviré una maravillosa vida de soltera!

«Sería bueno recibir una pensión alimenticia, pero si no, ¿qué importa?»

«Aunque me echaran sin un centavo, ya no tengo que preocuparme. ¡Tengo la herencia que me dejó el abuelo!»

«Si no, ¡puedo comprar una casa bonita y vivir sola!»

Cuando tuvo algo en qué creer, se armó de valor. Como un zorro que tenía un tigre detrás, se sintió capaz de hacer cualquier cosa con su dinero de emergencia.

Así que Iella sacó el documento de divorcio que había escondido debajo del sofá sin que nadie lo supiera.

Lo había preparado por si acaso, pero nunca pensó que lo usaría de verdad. Y mucho menos que fuera hoy.

Mirando el documento de divorcio con indiferencia, Iella caminó hacia la puerta.

—Puedes hacerlo, Iella.

Su voz, que murmuraba en voz baja, temblaba ligeramente por la tensión.

Pero su puño cerrado mostraba su firme determinación.

Con el puño apretado, Iella salió al exterior y miró el cielo teñido de rojo por el atardecer.

Era la hora de que su esposo, que había salido, regresara.

Iella iba a buscar a su marido y le mostraría el papel de divorcio, y le pediría con firmeza:

¡Quiero divorciarme de ti!

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El colgante que llevaba Iella al cuello se balanceó al mover sus pesados pasos.

Puedo Ver Tus Pensamientos InternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora