4. Una ventana rara

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4.

Iella se presionó el punto de presión cerca de la oreja por la frustración, y agarró el colgante por costumbre.

El colgante que había estado usando desde el día en que lo recibió de Siegfried de alguna manera comenzó a darle tranquilidad.

Cuando él la ignoraba, la gente la señalaba con el dedo, y los sirvientes murmuraban a sus espaldas.

Cuando se sentía humillada y a punto de llorar, apretaba el colgante y la sensación fría y suave la consolaba y calmaba sus emociones.

Así que Iella llevaba el colgante a donde fuera como un tatuaje, y desarrolló el hábito de agarrarlo cuando se sentía agobiada.

Esta vez también, Iella apretó el frío colgante con fuerza, como de costumbre, para tratar de calmarse.

Después de un rato, su cabeza, que se sentía caliente y mareada, se calmó un poco.

Iella miró de reojo a Siegfried, que estaba sentado enfrente de ella.

Con las manos entrelazadas sobre las rodillas, revelaba una expresión inexpresiva en su rostro que miraba al vacío sin decir nada, como si estuviera preocupado.

«¿Qué estará pensando?»

En realidad, Iella siempre se lo había preguntado.

Qué pensaba su esposo ahora. Qué pensaba de ella.

«Quiero saberlo.»

Si él la odiaba, le dolería el corazón.

También le daba miedo saber la fría verdad.

«Pero aun así quiero saberlo.»

Ese era el verdadero sentimiento de Iella.

«Estoy intrigada.»

En realidad, esto era lo que Iella quería decir de verdad.

El invierno pasado, cuando no pudo soportarlo más y preparó los papeles de divorcio con la ayuda de un abogado, se preguntó qué pensaba Siegfried.

¿Qué pensaba del matrimonio? ¿Se arrepentía? ¿Le disgustaba que ella fuera su esposa? ¿Todavía le disgustaba? ¿Qué quería hacer en el futuro?

Si pudiera saber la respuesta a esas preguntas, no tendría que estar sola, sintiéndose incómoda, cansada y triste.

...Pero a veces, no responder es también una respuesta.

Ella interpretó el hecho de que Siegfried no interactuara con ella como un rechazo suave.

Una forma de decir que no tenía intención de avanzar en su relación más allá de un matrimonio vacío.

Pero aun así, le intrigaba lo que él sentía. Si escuchaba las palabras que esperaba, podría darse por vencida más fácilmente.

«Pero no hay forma de saberlo, ¿verdad? ¿Cómo puedo saber lo que piensa esa persona? Sería bueno si tuviera esa habilidad, pero...»

Fue entonces.

El colgante hizo un clic y de él salió una luz blanca..

—¿Eh?

Ella se levantó sorprendida.

La luz blanca se hizo más grande, como si fuera a devorarla.

El miedo llenó sus grandes ojos de color verde.

—¡Aaah!

Ella levantó los brazos instintivamente para cubrirse la cara y cerró los ojos con fuerza.

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