Un poema a la esperanza

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Oh, esperanza,

dulce, pero traicionera:

faro de deseos y bonanza

o tortura imperecedera


Dulce esperanza,

que a los deseos alumbra;

limpia a las almas de su flaqueza,

y al anhelo inmenso encumbra.


¡Oh, traicionera!

Que el sufrimiento extiende:

promete un sueño;

vende ceguera;

títeres en de la vida el borde

veneran miseria, vil engaño.


Dulce princesa

que da sentido al gran hombre,

siembra, cual incandescente zarza,

colosal progreso hasta la cumbre.


¡Oh, mentirosa!

que no premia el esfuerzo,

sueño incompleto;

muerte horrorosa,

lucha eterna, causa de aquel rezo,

engulle el alma junto al objeto.


Negro y blanco,

es así aquella dicha,

móvil de triunfo fantástico,

Y de la más inmensa desdicha. 

Entre las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora