Rosa maldita

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El tiempo parecía no pasar. Felicia estaba de pie, eclipsada por la penumbra de la noche. Sus manos cual pétalos de azucena sujetaban un cuchillo ensangrentado. Parecía mirar a la nada o tal vez a una ilusión, que solo su ya retorcida mente podría crear. El tirano, aquel que le arrebató su más preciado jardín, estaba tirado en el suelo frente a ella, a su merced. Sin embargo, Felicia no reaccionó.

Recordó entonces sus años de dicha, cuando su cara dibujaba una extraña forma que había olvidado. Su jardín de hermosas rosas resplandecía junto con su piel. Incluso cuando caían tormentas, la abrazaban y cuidaban sin dolor ni pena.

Pero el tirano llegó y cortó una a una su paraíso en tierra. Felicia miraba sue muerte a la distancia, pues ella no podía hacerle frente. Al final, bajo la lluvia, solo quedaron remanentes cual espíritus que la atormentaban en sus pesadillas, burlándose de ella por su cobardía, por su flaqueza. Aquellos espectros terminaron apoderándose de la pobre muchacha, manchando su alma inocente hasta reducirla a resentimiento, muerte y amargura. Destruida por sus memorias, decidió buscar a aquel tirano, el que cortó su vida.

Volvió en sí. Miró al hombre por unos segundos. No podía matarlo... sin hacerlo pagar por su sufrimiento. Por primera vez en mucho tiempo, reía, pues dejó de sentir las espinas que la desgarraban. Empezó cortando sus falanges, luego, extrajo sus órganos, asegurándose de que siguiera vivo. Finalmente, abrió su corazón y dejó que su jardín se llenara de lirios rojos.

Poco se dio cuenta de que alguien miraba en la distancia...

Entre las tinieblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora