Routine Breakers

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La simplicidad de la rutina era de lo que más disfrutaban ambos. Kyungsoo era diminuto y pálido, y su sonrisa podría haber sido la fórmula indicada para alcanzar la paz mundial. Jongin no era precisamente alto, pero la insignificante estatura de su pareja le proporcionaba la altura ideal. Incluso cualquiera lo pudo haber tomado por un gigante cuando caminaban tomados de la mano por el parque.
Ambos tenían un cálido hogar a las afueras de la ciudad. Con un jardín repleto de azucenas y margaritas, y adornos estúpidamente adorables. No tenían hijos, porque Jongin prefería los perros, y Kyungsoo los gatos; y ambos coincidían en no poder soportar la estresante carga de un niño corriendo y gritando de aquí allá con sus molestos caprichos y sus repentinos ataques de vómito con olor a leche descompuesta.
Jongin disfrutaba de la tranquilidad de los domingos en la mañana. Porque cuando despertaba, Kyungsoo aún estaba fundido en universos desconocidos par él, plácidamente dormido. Pero a veces se sentía un poco cruel y le besaba todo el rostro bajando despiadado por su cuello, dónde buscaba refugio en el espacio entre su quijada y su hombro, para despertarlo. Kyungsoo era un pésimo madrugador, y despertarlo era una tarea que debía cargarse de paciencia. Normalmente un par de quejidos romperían de sus exuberantes labios y bostezaría graciosamente, arrugando su nariz diminuta. Después abriría con modorra sus inmensos ojos y enfurruñaría sus cejas pobladas en un gesto de súplica, por un par de minutos más de sueño. Jongin reiría, y lo abrazaría con fuerza. Haciendo de besarlo una tarea laboriosa por la omnisciente sonrisa grabada en sus labios. Kyungsoo probaría en su boca el sabor familiar de la cena que devoraron juntos la noche anterior, y Jongin olería en el otro el entrañable aroma a pavo estofado con patatas al horno que tanto le gustaba. Ambos se levantarían entre tumbos y trompicones poco acrobáticos y se lavarían los dientes juntos mientras admiraban en silencio las figuras ajenas que se reflejaban en el amplio espejo del lavabo. Después no harían mucho. Solo dormirían uno tumbado encima del otro de sofá en sofá. Gruñendo ocasionalmente cuando alguno de los 2 se hacía muy pesado en algún punto de la siesta. No se molestarían en preparar algo decente para comer si no hasta ya bien entrada la tarde. Entonces harían de su cocina un escenario que solo albergaría a las estrellas más famosas de todos los tiempos. Allí por ejemplo estaba Madonna, que era perfectamente imitada por el joven moreno que ponía un par de embudo de pastelería sobre su pecho y derramaba macarrones dorados sobre su cabello castaño. Y también tenían a Michael Jackson, pero para Kyungsoo fue un poco más duro porque tuvo que embarrar su rostro con crema de chocolate e improvisar uno de los iconicos bailes del rey del pop, que terminó saliendo bastante mal porque sus piernas cortas y fibrosas hacían lucir hasta el más elegante de los bailes como una locomoción inconexa y descoordinada. Jongin rompería en risas y el pequeño claramente se molestaría, intentando abortar su misión inicial de dar un legendario concierto en la cocina. Jongin correría tras de él disculpándose entre carcajadas espontáneas, y Kyungsoo le perdonaría con la única condición de que cantara "Like a Virgin" al estilo de Madonna. Él, gracioso y polifacético como era, lo haría sin problemas y sin un rastro de vergüenza en todo su sistema.
Kyungsoo le aplaudiría y lo tomaría de la mano para volver a la cocina y hacer un generoso tazón de palomitas de maíz. Después Jongin le propondría una amistosa partida de Twister, pero en una versión mejorada y mucho más dinámica, según él. Kyungsoo le preguntaría ingenuo de que iba aquella nueva versión y él le explicaría con dedicación -y un tanto de malicia- que por cada partida ganada, el jugador podía quitarle una prenda a su oponente. Kyungsoo aceptaría sin pensarlo demasiado, porque sabía que aquel era su peor defecto. Y no pasarían más de 2 horas para que Jongin lo tuviese desnudo y tiritando de vergüenza en medio de la sala arqueado en alguna posición improbable sobre el tapete multicolor. Después de todo, la flexibilidad de un maestro de baile y la de un oficinista no podían ser comparables, ni en esta ni en ninguna otra dimensión -si es que aquellas llegasen a existir-. Entonces Kyungsoo diría que no le apetecía jugar más, y que todo aquel juego era realmente estúpido y Jongin de nuevo reiría y pasaría sobre el tablero sin prudencia, dejando de lado a la partida sin acabar y tomando entre sus brazos a el minúsculo hombre que farfullaba con reproche acerca de las injustas políticas del juego. Lo llevaría entre mimos hasta su propio lecho, con las fundas aún maltrechas y revueltas y lo depositaría casi con delicadeza milimétrica sobre la cama.
Y por su puesto el enfado no le duraría lo suficiente y Jongin acabaría por hacerle el amor con premura y adoración hasta quedar exhaustos nuevamente, justo como cuando se despertaron varias horas atrás. Kyungsoo terminaría totalmente roto y deshecho por tanto placer, dejando escapar de su labios abusados incesantes jadeos de cansancio. Jongin, igualmente extenuado, la encajaría entre sus brazos y haría un mal chiste sobre el contraste de color de sus pieles. Entonces, el pequeño alegaría sin ganas sobre el hecho de que debería tomar el sol más seguido, pero con cariño el moreno le aseguraría que él lucía más que perfecto así. Tal como estaba.
Y cuando ya estuvieran a punto de caer dormidos, Kyungsoo empezaría a cantar una canción de aquellas que solo un par de cientos conocen. Y tocaría en la guitarra imaginaria de la espalda amplia del joven somnoliento.
Después, cuando los delirios de músico murieran por el sopor de la noche calurosa y la respiración irregular de su compañero, ambos acabarían rendidos por el rigor del día.
Porque sinceramente no hicieron nada. Y a la vez hicieron mucho. Y porque siempre tendrían el domingo, desde la madrugada hasta la medianoche, para romper con la rutina.

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Es muy corto. Lo sé. Disculpas anticipadas si llegan a leer esto.

Not So Bed Time Stories // ChanBaek //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora