N o d u s T o l l e n s

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Se sentía agitado. La respiración desacompasada lo intranquilizaba aún más, así fuese la suya misma. Llevaba corriendo varios  minutos ya; sus piernas entumecidas apenas y podían acelerar más su exigente ritmo. A veces echaba miradas furtivas hacia atrás. Temía que se acercara. Los oídos le palpitaban con brutalidad y los ojos vidriosos le lagrimeaban -aún no lograba descubrir si por el pánico o por no haber parpadeado durante toda su maratónica huida-. Largas gotas de sudor frío lamían con lentitud su espalda, como ignorando la carrera frenética del cuerpo sobre el cual se deslizaban. Llevaba los pantalones empolvados y la camisa de botones abierta y maltrecha. Estaba descalzo; tenía la planta de los pies magullada por todas las rocas que había pisado descuidadamente en el camino y sus tobillos habían sido arañados por el rastrojo y la maleza seca.

Pensó en gritar como una alternativa probable, pero su garganta se estrechó con firmeza a tal punto que incluso los resoplos de cansancio se filtraban con dificultad de su boca. Estaba exhausto. Deseó con todas sus fuerzas dejar de oír las pesadas pisadas de aquel hombre. Batía su cabeza de un lado a otro con el afán de que su mente bloqueara todo pensamiento relacionado con él. Las rodillas le flaqueaban de terror con solo recordar lo que había pasado hacía un par de horas. Empezó a subir la colina que se elevaba incongruente cerca de la cabaña de la cual había huido. La maleza rojiza, chamuscada por el violento sol de verano jugaba a hacerle cosquillas a sus pantorrillas. Podía oír al hombre gritarle que se detuviera.

Un par de disparos sonaron poderosos no muy lejos. BaekHyun sintió como la sangre se le congelaba. El miedo lo dejó desarmado y sus piernas a cada zancada, respondían con menos velocidad. Comenzó a hiperventilarse. Sus costillas de repente se le antojaron demasiado estrechas y sus pulmones empezaron a golpear con fuerza su tórax, como pidiendo auxilio desde su interior. Sus pantorrillas temblaban adoloridas. De repente, sintió que sus pies trastabillaron y cayó de bruces contra el suelo arenoso. Sintió una paja pinchar su ojo; se empezó a frotar con brutalidad y las escleróticas se le enrojecieron. Su corazón seguía retumbando incansable en su pecho. Vio al hombre alto con la escopeta acercarse a él. Volvió a echar un par de tiros al aire. BaekHyun que se encogió de miedo e intentó levantarse para volver a correr, pero sus piernas muertas y extenuadas no respondieron a sus deseos. Entonces empezó a gatear con torpeza. Las pequeñas rocas se le hincaban en las rodillas y las palmas de las manos y el pasto agreste le raspaba la cara sin compasión.

Estaba muy cerca. BaekHyun podía oír sus pasos y el crujido de la maleza y las ramas secas al ser aplastadas por las pesadas botas del hombre. De pronto, no le oyó más. No deseó volverse porque tenía la certeza de que se encontraba justo detrás de él, observando su miserable gatear. Su respiración se cortó en el instante que sintió una ajena ventilar los cabellos de su nuca. Su cuerpo tiritaba y un par de lágrimas cayeron suicidas por sus mejillas para terminar estrellándose silenciosamente en el piso. Dejó de gatear. La respiración del hombre se sentía irregular y caliente en su cuello. No quería pensar en cómo escapar porque su lado completamente pesimista le  murmuraba al oído que no tenía manera de escapar, entonces sólo cerró los ojos por un fugaz momento, respiró hondo y cuando volvió a abrirlos, observó.

Observó el camino pedregoso y casi oculto bajo el pasto alto que había seguido hasta llegar a la cima de la colina. Observó los árboles secos alzarse como estatuas de mártires de guerra y sus ramas esqueléticas apuntando diversas direcciones. Observó las cabañas vecinas desperdigadas a lo lejos, puestas ahí por el azar de nadie. Notó también el riachuelo que pasaba cerca su propia casa, recordó que era poco hondo y que su fondo estaba tapizado por ovaladas piedras negruzcas. Era agradable.
El cielo estaba muy azul y no había nubes. Era mal presagio, pensó BaekHyun. De repente, dejó de sentir la respiración del hombre a sus espaldas. No sabía si recién lo había notado o en realidad acababa de alejarse. Se volvió con rapidez y entonces, lo vio. Estaba de pie, a unos cuantos pasos de él. Su piel pálida se veía grasosa y brillante con el sofocante sol de la tarde iluminándola. Sus cabellos rojizos se adherían en mechones sudorosos a su frente. Sus ojos negros lo miraban fijos e inmóviles. Apenas y pestañeaba. No sonreía. Los labios desbordantes los traía magullados y  en el rostro llevaba manchones irregulares de sangre. Sus orejas grandes sobresalían por los lados de su gorra negra de leñador. Sus cejas hirsutas se fruncieron en un gesto pútrido de odio.

Llevaba un suéter maltrecho de su esposo, JongDae, y reparó que en uno de sus bolsillos estaba su pañuelo rojo favorito. También tenía los pantalones marrones que había usado su marido el día de su boda y su polo azul, que se ponía casi todos los viernes para ir al trabajo. Bajó su mirada y notó que aún traía puestas sus botas amarillas de jornalero, el caucho estaba todo embadurnado de sangre y la suela estaba llena de barro. Olían a estiércol. El hombre respiraba ruidosamente y sus fosas nasales se expandían grotescas.

Alzó la escopeta en su dirección. Él negó muchas veces al ver el par de orificios frontales del arma saludarle y comenzó a gritar por ayuda. Sentía la garganta desgarrada y fatigada, pero seguía forzándola sin misericordia. El cielo ya había empezado a oscurecer. No había estrellas. Buen presagio. No habrá muchos testigos aparte de la luna, que esta noche está risueña, pensó él.
-Dígale al patrón Kim, Señorito Byun, que para la próxima no me manche las botas- y disparó.

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En donde ChanYeol trabaja para la granja de los Kim -Byun y decide vengarse. Perdón por nunca updatear. Soy lo peor.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2018 ⏰

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