012. training

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「 entrenamientos 」

VENUS.

La siguiente semana fue el cumpleaños de Venus, y como era de esperar Venus no quiso celebrar, para ella era un recordatorio de que en menos de dos años algún monstruo la encontraría y acabaria con su vida. Pero para su sorpresa, la ED celebró su cumpleaños en la sala de Menesteres, y la profesora McGonagall le entregó una caja con los regalos que le habían enviado la señora Weasley, Remus, Ivy y Sirius. La señora Weasley le regalo una bufanda azul con estrellas; Remus le regalo unos chocolates y un cuaderno para dibujar; Ivy le regalo unas cuarzos y amatistas; Sirius le regalo una foto en donde una Venus bebé era cargada por un chico, era parecido a Sirius pero era más delgado y más pálido. Venus ese día lo paso bien, pero se sorprendió al ver a Draco ir hacia ella y entregarle una caja.

—Mi madre la envía —dijo Malfoy mientras Venus tomaba la caja —. Feliz cumpleaños, por cierto.

Venus abrió la caja y se encontró con un libro de constelaciones.

( • • • )

Durante las dos semanas siguientes, Venus tuvo la impresión de que llevaba una especie de talismán dentro del pecho, un secreto íntimo que la ayudaba a soportar las clases de la profesora Umbridge y que incluso le permitía sonreír de manera insulsa cuando la miraba a los espantosos y saltones ojos. Venus y el ED le oponían resistencia delante de sus propias narices, practicando precisamente lo que más temían ella y el Ministerio, y durante sus clases, cuando se suponía que Venus estaba leyendo el libro de Wilbert Slinkhard, lo que hacía en realidad era recordar los momentos más satisfactorios de las últimas reuniones del ED: Neville había conseguido desarmar a Hermione; Colin Creevey había realizado a la perfección el embrujo paralizante; después de tres sesiones de duros esfuerzos, Parvati Patil había hecho una maldición reductora tan potente que había convertido en polvo la mesa de los chivatoscopios...

Resultaba casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones del ED, porque tenían que adaptarse a los horarios de entrenamientos de tres equipos de quidditch, que muchas veces se modificaban debido a las adversas condiciones climáticas. Pero eso no preocupaba a Venus: tenía la sensación de que, seguramente, era mejor que sus reuniones no tuvieran un horario fijo. Si alguien estaba observándolos, iba a costarle mucho descubrir un sistema predeterminado.

Hermione no tardó en idear un método muy ingenioso para comunicar la fecha y la hora de la siguiente reunión a los miembros del ED por si había que cambiarlas en el último momento, porque habría resultado sospechoso que los estudiantes de diferentes casas cruzaran el Gran Comedor para hablar entre ellos demasiado a menudo. Entregó a cada uno de los miembros del ED un galeón falso (Ron se emocionó mucho cuando vio por primera vez el cesto, convencido de que estaba regalando oro de verdad).

—¿Veis los números que hay alrededor del borde de las monedas? —dijo Hermione mostrándoles una para que la examinaran al final de su cuarta reunión. La moneda, gruesa y amarilla, reflejaba la luz de las antorchas—. En los galeones auténticos no son más que un número de serie que se refiere al duende que acuñó la moneda. En estas monedas falsas, sin embargo, los números cambiarán para indicar la fecha y la hora de la siguiente reunión. Las monedas se calentarán cuando cambie la fecha, de modo que si las lleváis en un bolsillo lo notaréis. Cogeremos una cada uno, y cuando Harry y Venus decidan la fecha de la siguiente reunión, ellos modificará los números de sus monedas, y los de las demás también cambiarán para imitar los de la de Harry y Venus porque les he hecho un encantamiento proteico. —Las palabras de Hermione fueron recibidas con un silencio sepulcral. Ella observó a sus compañeros, que la miraban desconcertados—. No sé, me pareció buena idea —balbuceó—. Porque aunque la profesora Umbridge nos ordenara vaciar nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un galeón, ¿no? Pero..., bueno, si no queréis utilizarlas...

—¿Sabes hacer un encantamiento proteico? —le preguntó Terry Boot.

—Sí.

—Pero si eso..., eso corresponde al nivel de ÉXTASIS —comentó con un hilo de voz.

—Ya —repuso Hermione intentando parecer modesta—. Ya..., bueno..., sí, supongo que sí.

—¿Por qué no te pusieron en Ravenclaw? —inquirió Ron mirando a Hermione maravillado—. ¡Con el cerebro que tienes!...

—Verás, el Sombrero Seleccionador estuvo a punto de mandarme a Ravenclaw —contestó Hermione alegremente—, pero al final se decidió por Gryffindor. Bueno, ¿qué decís? ¿Queréis usar los galeones?

Hubo un murmullo de aprobación general, y los compañeros se acercaron al cesto para coger su moneda. Harry miró de reojo a Hermione.

—¿Sabes a qué me recuerda esto?

—No, ¿a qué?

—A las cicatrices de los mortífagos. Cuando Voldemort toca a uno de ellos, todos notan que les queman las cicatrices y así saben que tienen que reunirse con él.

—Sí, ya —contestó Hermione con tranquilidad—. De ahí fue de donde saqué la idea... Pero te habrás dado cuenta de que decidí grabar la fecha en unos trozos de metal, y no en la piel de los miembros del grupo.

—Sí, claro... Lo prefiero así —respondió Venus, sonriente, y se guardó un galeón en el bolsillo—. Supongo que el único peligro de este sistema es que nos gastemos las monedas sin querer.

—Lo veo difícil —intervino Ron, que estaba examinando su galeón falso con cierta tristeza—. Yo no tengo ni un solo galeón auténtico con el que confundirlo.

Al acercarse el día del primer partido de quidditch de la temporada, Gryffindor contra Slytherin, las reuniones del ED quedaron suspendidas porque Angelina se empeñó en hacer entrenamientos casi diarios. Dado que hacía mucho tiempo que no se celebraba la Copa de quidditch, el inminente encuentro había producido grandes expectativas y emoción. Como era lógico, los de Ravenclaw y los de Hufflepuff demostraban un vivo interés por el resultado del partido, pues ellos jugarían contra ambos equipos en el curso de aquel año. Los jefes de las casas de cada uno de los dos equipos enfrentados, pese a que intentaban disimularlo bajo un considerable alarde de espíritu deportivo, estaban ansiosos por ver ganar a los suyos. Harry comprendió hasta qué punto le importaba a la profesora McGonagall que Gryffindor venciera a Slytherin cuando la semana previa al partido decidió abstenerse de ponerles deberes.

Snape tampoco disimulaba que defendía los intereses de su equipo. Había reservado tantas veces el campo de quidditch para los entrenamientos de Slytherin que los de Gryffindor tenían dificultades para utilizarlo. También hacía oídos sordos a los continuos informes de los intentos de los de Slytherin de hacer maleficios a los jugadores de Gryffindor en los pasillos del colegio. El día que Alicia Spinnet se presentó en la enfermería con las cejas tan crecidas que le impedían ver y le tapaban la boca, Snape insistió en que debía de haber probado por su cuenta un encantamiento crecepelo y no quiso escuchar a los catorce testigos que aseguraban haber visto cómo el guardián de Slytherin, Miles Bletchley, le lanzaba un embrujo por la espalda mientras ella estaba estudiando en la biblioteca.

Lo único que de verdad preocupaba a Venus era lo mucho que a Ron le afectaban las tácticas usadas por el equipo de Slytherin antes de que llegara el enfrentamiento.

Ron nunca había estado sometido a una implacable campaña de insultos, burlas e intimidaciones. Cuando los de Slytherin, entre ellos algunos de séptimo curso mucho más altos que él, murmuraban al cruzárselo en un pasillo: «¿Ya has reservado una cama en la enfermería, Weasley?», Ron no se reía, sino que se ponía verde en cuestión de segundos. Cuando Draco intimidaba a Ron dejando caer la quaffle (y lo hacía cada vez que ambos se veían), a éste se le ponían las orejas coloradas y empezaban a temblarle las manos de tal modo que si en ese momento llevaba algo en ellas, también se le caía.

El mes de octubre fue una sucesión ininterrumpida de días de viento huracanado y lluvia torrencial, y cuando llegó noviembre, hizo un frío glacial; el gélido viento y las intensas heladas matinales herían las manos y las caras si no se protegían. El cielo y el techo del Gran Comedor adoptaron un tono gris claro y perlado; las montañas que rodeaban Hogwarts estaban coronadas de nieve, y la temperatura dentro del castillo descendió tanto que muchos estudiantes llevaban puestos sus gruesos guantes de piel de dragón cuando iban por los pasillos de una clase a otra.

La mañana del partido Venus no pudo estar presente, estaba en Nueva York entrenando con los dioses.

misswiftomlinson

black sunshine ❪hp × pjo❫ ❪new version❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora