Versículo VIII

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Poco después de que los amantes contemplaran la belleza del amanecer a las orillas de la playa, Lee Won decidió invitarlo a desayunar en su casa.

Habían muchas cosas que deseaba mostrarle a su ángel, tantas que estos cortos 3 días se volverían arena entre sus manos.

Agarrados de las manos y sin importar la mirada de los extraños, decidieron tomar un tren que los dejaría nuevamente en Roma, ya que estaban un poco lejos.

Para Alexandrovich era algo nuevo usar sus piernas para trasladarse de un sitio a otro, así que al inicio fue algo forzado, y sin mencionar el bullicio de las personas apuradas tratando de entrar al tren.

Antes solo con la velocidad de su pensamiento estaba en cada punto donde deseaba ubicarse, pero ahora con el cuerpo de un humano común y corriente, esto de la magia angelical era cosa del pasado.

Alexandrovich: Que forzado es trasladarse de un punto a otro.

Mirando con algo de repudio a todos los que rodeaban a Lee Won al punto de que la gente dentro del tren se atemorizaban de estar tan cerca de ellos, por lo cual se alejaban sutilmente.

Lee Won: Se llama transporte público, y si es algo cansado en las horas pico, pero suele ser rápido.

Además fue tu culpa por citarme en Fiumicino...

Alexandrovich: Pensé que estaba cerca.

Lee Won: Está a las afueras de Roma... no es nada "cercano".

-- Fusilándolo con la mirada mientras apretaba con fuerza la baranda donde se sostenía.

Alexandrovich: A duras penas logramos vestirnos, ¿por qué tenías tanta prisa?

Lee Won: Porque si no nos dejaría el tren y el próximo que salía a Roma central llegaría en una hora y cuarenta minutos.

--- Refunfuñando.

Alexandrovich: Realmente es complicado el transportarse para ustedes.

-- Sonriendo mientras veía como Lee Won con su otra mano lo sostenía firmemente para no perderlo entre tanta gente.

Al llegar a Roma, como siempre todo, era un caos, entre los turistas, los habitantes y la cantidad de migrantes que iban de paso por la ciudad.

Alexandrovich estaba sorprendido de como ahora sus oídos humanos estaban agobiados con tanto ruido, al punto de que no podía concentrarse en una sola cosa a la vez.

Lee Won al ver la mirada algo perdida de su ángel decide subir más manos y con ellas taparle los oídos.

Lee Won: Tranquilo, no todos los lugares son como acá. Prometo llevarte a un sitio más calmado.

Los platinados ojos lo miraron mientras la sensación de abrumación iba desapareciendo, sin duda alguna Lee Won era lo único que podría hacerlo sentir aliviado.

A medida que pasaba el tiempo, Alexandrovich descubría algo nuevo, el sentir de las estrechas calles con piso de piedra debajo de sus zapatos, los aromas entremezclados por los cafés, bar o restaurantes que pasaba.

El sutil frío que se sentía en sus mejillas al ser acariciado por la brisa mañanera.

Todo absolutamente todo era nuevo para él, pero lo que más le gustaba era la calidez que sentía entre su mano y la mano de Lee Won.

Lee Won: Hay tanto que mostrarte, me dijiste que como ángel nunca has podido apreciar los buenos gustos de los humanos, ¿eh?

Alexandrovich: No, ustedes en sus libros describir de una manera tan sublime los olores y sabores de los alimentos que es lo más cercano para mí de como se podría percibir tal placer.

La sombra del pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora