Habían pasado dos semanas desde que aquellos niños habían llegado al Santuario, en busca de entrenarse para heredar las armaduras de oro.
Aioros todavía no quería dejarlos acercarse a los demás aspirantes. Por el simple y llano echo de que tenía que educarlos en que podían y que NO podían hacer.
-¡Jason no comas la carne que está cruda!-
-¡Leo no sacudas a tú hermana, qué no es maraca!-
-¡Piper bájate de ahí! ¡Si te caes de siete pisos obvio que te vas... ¡Piper!- rescate de última hora con una bebé en brazos por parte de un muy exasperado Aioros de Sagitario, porque su alumna de siete años no tiene instinto de autoconservación y ama tomar decisiones suicidas.
Aún con Piper en brazos, Aioros se saca la sandalia que calzaba y se la avienta a Jason que estaba con un pedazo de carne cruda en la boca. La sandalia se metió en una ventana que daba a la cocina y le dio en toda la cara al rubio, que por el impacto se fue de culo al piso. Leo que estaba sacudiendo a su hermanita de cinco meses, Hazel, boca abajo sintió el peligro inminente y bajo suavemente a su hermana al piso, donde esta gateo hacia la salida de la cocina.
Leo hizo un suave y rápido movimiento de escapada hacia la salida, pero el otro par de la sandalia impactando en su cabeza lo mando al suelo inconsciente.
Aioros entra en la pequeña cabaña que había echo suya, en una colina alta cercana al pequeño pueblo costero de la zona insular de Grecia.
¿Porqué no los entrenaba en el Santuario?
. . .
Primer día, dos y media de la madrugada.
Los niños se había escapado a un templo al suroeste del Santuario. , dejando a sus hermanas en la cama de Aioros. el arquero se despertó al oír el llanto de la bebé pelinegra que exigía comida lo más pronto posible. Su llanto despertó a las otras dos y pronto Aioros tuvo que hacer malabares para calmar a las tres bebés y hacer una olla con leche. Shura tuvo piedad de él y bajo a tratar de ayudarlo Y digo tratar de ayudarlo, ya que lo único que hizo fue quitarle una bebé que le dio potentes descargas eléctricas que lo dejaron tostado y entumecido a más no poder. Aioros con una mano libre hizo de todo. Calmo el llanto apremiante de la pequeña de piel negra y esponjoso cabello castaño claro, con toques anaranjados y bellos ojos tan dorados como el mismo oro. Llanto que elevaba y llamaba toda cosa que estuviese echa de metal o oro. Como las ollas y sartenes de la cocina del noveno templo, así como las armaduras de Capricornio, Cáncer y Tauro.
Una vez que el hambre de las tres se hubo saciado, Aioros las hizo eructar y les canto una canción de cuna en griego antiguo. Las niñas se durmieron al cabo de unos minutos, adormecidos por aquel celestial canto. Aioros al no tener donde acostarlas, ya que las niñas dormían con sus hermanos, las acostó en su cama y abandono la habitación en dirección a las habitaciones de invitados para exigir explicaciones.
Solo que encontró las habitaciones vacías. Ni rastro de aquellos revoltosos. Sus cosas estaban intactas, con excepción de el equipaje de Leo, el cual estaba abierto y revuelto.
Aioros se preocupo al no verlos. (Shura asegura que le dio un ataque de pánico y casi que se echa a llorar como magdalena) y con ayuda de un muy servicial (Sospechosamente) Shura se encamino a encontrar a los tres desaparecidos. Aioros quería dejar la búsqueda lo más privada posible, pero Mu y Aldebarán habían subido a ayudar al padre primerizo (A sus ojos) y se enteraron que faltaban los otros tres. La situación les pareció muy extraña.
Los niños no estaban. Pero sus pertenencias y sus hermanas estaban dentro del templo. Aioros se desespero y empezó a caminar dentro de su cuarto cual león enjaulado. Aldebarán se sentó en la gran cama y Mu permaneció junto con Shura en la entrada
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Viva la vida!
De TodoAioros a recibido la tarea de entrenar una nueva generación de Santos de Oro, quienes tienen sangre divina corriendo por sus venas. Mientras una nueva amenza surgue en el horizonte, un peligro tan antiguo como poderoso que tiene el poder de destruir...