Capitulo - 3

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Yuuri trago saliva esperando su inminente muerte.

–Muy bonitas tus horas de llegar, Cerdo.

Un rubio de ojos verdes mantenía sus brazos cruzados y golpeaba impaciente el suelo con su pie derecho. Lo observaba con ojos furiosos remarcados con unas prominentes ojeras que al parecer eran a causa suya, y dicho rubio no era el único que poseía tan terribles ojeras.

–Ya basta, gatito. Lo importante es que esta de regreso sano y salvo –en un estado similar y sumándole la somnolencia, intervenía Otabek al notar lo arrepentido que se encontraba el Japones–. Pero por favor Katsuki, avísanos la próxima vez que planees pasar la noche fuera, Yura casi se vuelve loco buscándote a grito entero en plena calle.

Imaginándose tal escena, Yuuri asintió e hizo lo posible por no soltar una carcajada. Sabía que Otabek no exageraba, Yuri Plisetsky era capaz de eso y mucho mas.

–No lo defiendas Beka, el cerdo necesita un castigo ejemplar por quitarme mi sueño reparador y arruinar nuestra cita perfecta –se acerco hasta estar frente a Yuuri y con algo de brusquedad le apachurro los cachetes–. No puedo creer que te hayas ido de fiesta sin siquiera avisarnos ¿Donde rayos estabas que hueles a jabón barato? Estuve a punto de llamar a mi abuelo y al viejo Yakov para que pusieran a toda la policía de Rusia a buscarte.

–Lo shiento Shuri –hablaba Yuuri con dificultad gracias a la presión en sus mejillas.

–Pues no pareces muy arrepentido ¿Sabes? Tus ojos brillantes y sonrisa de satisfacción te delata. Solo espero que no me salgas embarazado, no quiero cerditos escandalosos corriendo por toda la casa –reía el rubio en tanto se encaminaba a la cocina para preparar el desayuno.

–Eso ya no sera posible, Yura –lo seguía Otabek puesto que comenzaba a sentir hambre.

Los dos abandonaron a Yuuri en medio de la sala, ignorando por completo la enorme vergüenza que lo embargaba al verse descubierto y el profundo deseo de su corazón por volver a ver a aquel atractivo ruso de encantadores ojos azules.


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No tuvo demasiado tiempo para disculparse con su mascota, faltaba poco para su hora de ingreso a la oficina así que debía apresurarse.

Viktor trabajaba para la oficina gubernamental, mas exactamente el departamento de inmigración en la sección de visado. Era el encargado de aprobar o negar los permisos para ingresar o mantenerse en el país.

Así que a diario trataba con un montón de extranjeros que morían por tramitar su documentación correspondiente y cuando se los negaba por alguna u otra razón era visto como el peor ser humano del mundo, por eso era tan agotador.

En sus manos recaía la responsabilidad de dejar entrar una persona que podría o no hacerle daño a su nación y eso a veces solía volverlo loco.

Justo ahora sobre su escritorio descansaban al rededor de treinta carpetas, cada una de ellas correspondía a una persona que solicitaba su visado y eso solo significaba que el futuro de toda esa gente dependía de sus decisiones.

Mi Cautiverio  [YuriOnIce]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora