𝗖𝗼𝘀𝗲𝗰𝗵𝗮

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4 de julio

Día de la cosecha

Los suficientes meses habían pasado como para que todos nosotros nos preparáramos mentalmente.
La cosecha estaba a la vuelta de la esquina, y nada la detendría.
Jamás creí que tendría que presenciar otra cosecha de cerca. Una a la que temiera, una donde los que más amaba pudieran salir electos.
Sabía que Snow movería cielo, mar y tierra para evitar que yo quedara seleccionada. Seguramente mi nombre ni siquiera se encontraba en la urna.
Pero aún así, temía por Taylor..., y sobre todo por Tom.

Estábamos seguros de que la cosecha no iría bien.
Y en aquella mañana calurosa, no había podido conciliar el sueño ni un solo minuto.
A diferencia de Tom, que durmió toda la noche. Pude verlo, respirar tranquilamente como si no le preocupara nada. Mientras que a mí me preocupaba todo.
Esperaba que ese día todo saliera bien, pero todos sabíamos que no.
Taylor era la más nerviosa, sus juegos habían sido varios años atrás y aunque usualmente se veía tranquila al respecto, a nadie le gustaría volver.
Ni siquiera a mi, pero sólo volvería por alguno de ellos dos.

Después de unos minutos, Tom se movió en la cama y abrió los ojos, encontrándose conmigo. Yo le acariciaba el sedoso cabello castaño, ese que extrañaría si algo malo le sucediera.
En sus ojos azules apareció un destello al verme, siempre pasaba eso, siempre, incluso la primera vez que nos vimos. Cuando él era un mentor y yo un tributo.
Lamentaba tanto que se hubiera involucrado conmigo, pero al final lo hicimos, y ahora ambos pagaríamos las consecuencias.
Tom posó su mano izquierda sobre mi cabello rubio ciertamente platinado, mientras lo acariciaba.

Había pensado tantas veces en teñirme el cabello, el rubio denotaba mi relación con Snow, todos lo teníamos.
Mi papá, mi hermana y yo. Mi madre, que tenía un cabello rubio oscuro, logró que mi cabello y el de Shimmer no fueran tan platinados como el de mi padre y el de Snow. Pero aún con eso, me dolía parecerme físicamente a él.
Con grandes ojos azules, piel blanca y una barbilla afilada. Si mi apellido no era mencionado, mi aspecto me delataba.
Yo era una chica bonita, la genética jugó a mi favor, aunque no tanto.

Tom y yo nos levantamos de la cama. La hora de la cosecha seria hasta la tarde, pero queríamos estar listos a tiempo. El sonido de la calle era abrumador.
En todas las cosechas, ocurría lo mismo. Las calles estaban llenas de gente, autos por doquier, murmullos de alegría y orgullo.
Los chicos siempre estaban felices de presentarse voluntarios, pero este año no sería así.
De igual manera, las calles estaban hechas un lío, y la muchedumbre hablaba por todos lados.
Solo en los distritos más ricos se vivía esa emoción por los juegos.
Solo los que no habían estado ahí, vivían esa emoción por los juegos.

Horas después, ambos tomamos un baño, nos arreglamos para la cosecha.
Yo usaba una blusa de tirantes y pantalones blancos, y encima una chaqueta de cuero roja.
Mientras que Tom llevaba unos pantalones igual de blancos que los míos y un suéter color azul marino.
Presentables y resignados, salimos de su casa casi a la hora exacta de la cosecha.
6:00 de la tarde, todas las cosechas habían sido más rápidas que las otras, pero habían empezado más tarde. Algunos distritos como el 12 y el 11 sólo tenían tres vencedores. A diferencia del 1, que éramos 12 en total.

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