Año viejo, perro nuevo

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El final del año llegó.

Fido lo podría definir como una montaña rusa de emociones, un ansiado respiro, era definitivamente uno mejor al del año pasado, ese solo fue en picada.
El año pasado fue uno de los más duros de su vida, eso porque había comenzado a vivir solo de nuevo, la confianza con él y sus niñas se vio fracturada y Lucy... Lucy se había ido. Ambos sabían que era lo mejor, pero eso no quería decir que no les doliera. Hablar entre ellos era extraño a veces, silencios incómodos y miradas que hacían huir sus ojos a cualquier otro lugar. La mayor parte del tiempo se podían poner profesionales al respecto, su amor por sus hijas era más grande de lo que era su inconformidad juntos.

Por otro lado, este año había conocido a la persona quizá más significativa en décadas, Bandit Heeler, el perro más encantador que ha tenido el placer de conocer. Absolutamente todo de él lo alborotaba, lo quería hacer gritar de confusión contra la almohada como adolescente y escribir torpes poemas de amor sobre su situación. Su actitud, sus expresiones, su voz, sus ojos, sus tiernas orejas, ese peinado, su inmensamente atractiva figura, sus preciosos sentimientos.
Nunca se imaginó lo bueno que se volvería de nuevo la vida con él, entrar en su mundo fue la mejor decisión del año. Aunque claro que ha tenido sus altibajos con él, contraer sentimientos no le hace la existencia nada fácil, le ha provocado angustia, celos y una tristeza extrema por ratos.

Estas eran las cosas que reflexionaba mientras pasaba la Navidad por su cuenta. Cómo era parte del trato con su exesposa Lucy, las niñas iban a pasar la Navidad con ella este año y él las tendría de vuelta para el año nuevo, así el siguiente año invertirían los papeles, era lo justo.

Fido se encontraba en la casa de su madre, iba a pasar la Navidad en familia con ellos. Su madre y él eran la parte más pequeña de la familia. Su madre solo se había casado con su padre y solo tuvieron la oportunidad de criar un solo hijo, Fido, que subsecuentemente tuvo a las nietas casi más jóvenes de toda la familia, Winnie, que era la más joven, y Beth, que tenía la edad de la mayoría de los primos Chesapeake. Curiosamente, Fido se quedó con el apellido de su madre, Chesapeake, en vez del de su padre, Labrador, esto porque su padre se había alejado de su familia, les tenía cierto odio que no le fue aclarado del todo, él era muy reservado en cuanto a esos temas "Cosas de otra generación, supongo" era lo que pensaba Fido.

Ahora mismo, Fido estaba conviviendo con sus primos y sobrinos en la sala que apenas y tenía asientos para todos los presentes. Seguía mayormente absorto en su mente, sabía lo que los demás murmuraban a sus espaldas, el gran elefante en medio de la habitación, la ausencia de su esposa y de sus niñas. La navidad anterior por lo menos sus hijas habían asistido, pero ahora sí que estaba solo ahí.

"Disculpa, tío Fido, ¿dónde están mis primas?" Preguntó su sobrino segundo, Odie, él era un año mayor a Winnie.

"Ellas tuvieron que acompañar a tu tía, Odie, lamento que no puedas jugar con ellas" Alzó las orejas por la sorpresa.

Fido alzó la mirada, detrás del joven can observó como su abuela se había acercado con intención de detenerlo, no quería que su nieto incomodara a su hijo con sus preguntas.

Al pequeño niño sí que le hizo raro, ¿por qué no estaría su tío al lado de su familia en esta fecha tan importante?, ¿a dónde se habían ido ellas?

"Ve a jugar con tus primos, amor" pidió con dulce voz su abuela.

El niño hizo lo indicado y camino a la habitación vecina.
Fido saludó a su madre, dándole una cálida sonrisa.

"Perdona que te moleste" se disculpó en nombre del cachorro.

"No, no tiene la culpa" Fido hizo su mejor esfuerzo para que su seño no se volviera a caer.

Oh Mr.HeelerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora