Esperanza y licor para los despechados

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Mauricio pateo una botella de plástico recordando en ese instante el momento en que Marko lo vio haciendo la misma acción hace poco más de una hora y media. Negó con la cabeza la idea de preguntarle lo que pasaba en su mente en esos momentos y puso atención al frente en donde se dirigían, hacia dios sabe dónde.
—¿Dónde vamos? —pregunto Mau de manera expectante, haciendo que los demás se voltearan a verlo.
—No lo se. Yo solo te estaba siguiendo —respondió Gabi llevándose una fritura en sus labios. Marko estiró la mano para agarrar una fritura a lo que Gabi le reprendió con un golpe.
—Oye eso duele —se quejo Marko, sobando la mano golpeada—. Me pareció extraño que nos dirigiéramos, los tres, al cementerio. Mejor volvamos al centro y bajemos hasta mi bar —agrego Marko volviendo de sus pasos hacia arriba, solo que esta vez tomarían un camino que conectaba por otro camino con el mercado, esta aumentaba el recorrido por lo menos unos diez metros de caminata hasta el “parque”.
Los tres caminaron en silencio pasando por la farmacia Yadalon que tenía su sede principal en la ciudad con el mismo nombre que la farmacia “Yadalon” así sin más. Al lado izquierdo del camino un local de barbería que ofrecía cortes de cabello a un costo desorbitante para ser un local de pueblo, a cuarenta pesos el corte sencillo de cabello —los tres no les parecía extraño que casi no tuviera clientes—; al lado derecho no había más que casas y otro camino se bifurcaba hacia adelante, hacia atrás y por un costado que iba hacia más allá del límite de la colina que bajaba mucho más, al ver desde lo alto, por unos escalones, se podían ver los techos de metal de algunas casas, así como algunas de concreto hasta toparse el comienzo de los árboles que reclamaban su territorio verde. Continuaron su caminata sin observar las gradas de la izquierda que conducía hacia un camino que daba a la entrada trasera —o una de las dos entradas traseras— de la iglesia así como a la bifurcación de arriba hacia abajo, siendo el camino hacia arriba que pasaba por el parque aun costado y más abajo otras gradas que conducían hacia un hotel llamado “La Montaña”, al lado izquierdo de las gradas hacia el hotel se encontraban los cimientos de lo que antaño fue un gran edificio en donde se hacían transacciones de documentos de todo tipo, si, era el ayuntamiento todo derruido.
Mau intento comentar algo, pero de inmediato se dio cuenta de que no era el momento ni el lugar, puesto que sentía algunas miradas despectivas de los pobladores hacia ellos. Así que se apegó más a sus amigos y continuaron caminando hasta ver la farmacia Pasteur en la izquierda y el ciber Maya junto con una tienda de medicamentos y productos varios, que no era una farmacia, en el lado derecho del camino, así como en la esquina del mismo lado se erigía el hotel “La Montaña” como invitando a quienes fueran, sean del pueblo o ajenos a estos, a quedarse en sus habitaciones. Los pasaron como si no existieran encaminándose en la siguiente cuadra sin mirar por la derecha, por el hotel, que subía un camino empinado hacia saber dónde.
El lado izquierdo constituía la parte de la antigua biblioteca que fue saqueada debido a los disturbios acaecidos por el ayuntamiento que tenía encima de ellos. Afortunadamente, no había terminado quemado, pero no era lo mismo, no quedaba nada ahí dentro. Nada más que algunos puestos ambulantes se establecían en sus desérticas recamaras. En el lado derecho solo había locales de vendedores de ropa y calzados así como una panadería, una papelería y un local de recuerdos que vendían productos muy caros, digno de una tienda de recuerdos, claro está.
—¿Cambiaron de lugar? —pregunto Gabi al percatarse que el local de donde, anteriormente, había un bar ahora estaba una zapatería dando cara a las gradas hacia el ayuntamiento y a sus lados un restaurante y una tienda de ropa más allá donde la vista era obstaculizada por la elevación de los caminos.
—Si, llegamos —comento Marko dirigiéndose al restaurante de la esquina en el lado izquierdo del camino. Detrás del restaurante daba a un local de taxistas hacia Yadalon y el Lidar. Y en enfrente del restaurante estaba una pastelería.
—En serio… un gran cambio —dijo Mau con un tono que connotaba sarcasmo así como diciendo “¿es en serio? No me jodas”. No quiso decir de más, así que le dejo paso a su amigo a que el mismo se explicara.
—Sali mucho antes de mis estudios de administración de empresas, así que me dio bastante tiempo de arreglar los líos que mi papá le había hecho a su antiguo bar y… y como verán, apenas y pude lograr algo —hiso una pausa rebuscando las palabras en su mente sin notar que algunos comensales que estaban comiendo en su restaurante, en su mayoría mujeres, lo veían con unas sonrisas de alegría—. Vender ese hermoso local fue doloroso, pero conseguimos bastante dinero para comprar este restaurante que, irónicamente, estaba al lado del bar. Ahora es una mediocre zapatería de segunda, pero bueno no se puede tener todo en la vida, aunque para eso estoy yo y tenemos un bar en la planta de arriba, así como toda la parte de arriba de la zapatería que no quisieron comprar, el tercer piso del restaurante ahora es mi casa que comparto con mi papá y mi hijo. —Señalo hacia arriba en donde estaba un letrero con dos leyendas, uno decía el típico restaurant en inglés y debajo de este en letras doradas con una caligrafía muy hermosa decía: Bar.
Ambos jóvenes se quedaron asombrados con lo que su mejor amigo había logrado en tan poco tiempo. Gabi ya sabia lo del hijo de Marko, pero solo era un chisme que su madre le había dicho —y que lo había comprobado poco después—, así que fingió una sorpresa y Mau tenia un rostro de sorpresa genuino, pero la noticia le llegó tarde, entre ellos había mucha diferencia. Gabi solo había visto al hijo de Marko una vez. En parte se debía porque Gabi, al llegar al pueblo, no salió casi nada de su casa, salvo por mandados o por algunos problemas de su trabajo anterior, pero más allá de eso no veía razón para salir de casa —sin amigas cerca, no veía razón de salir de casa— y arriesgarse a contagiarse por la famosa enfermedad que rondaba por todo el mundo o que la llevaran presa esos descerebrados que tenía por vecinos o habitantes del pueblo, aunque no todos. Lo del hijo de Marko lo supo de su madre al día siguiente que había llegado al pueblo, no le sorprendió la velocidad del chisme, pero sí de que Marko tenía un hijo. Evito preguntárselo y evitar todo. Ya en el momento adecuado se lo preguntaría o se lo diría. Fue la segunda cosa que sucedió primero; sucedió después de una semana de su llegada al pueblo en el que ella había salido de compras en donde lo vio caminando tan campante con su hijo cargándolo en sus brazos.
—No estudie la carrera que quería, pero vaya que me sirvió lo que estudie. Las ironías de la vida, ¿no creen?
—O sí, claro —respondió Mau con algo de molestia. Marko y Gabi lo notaron—. Bueno. Hmmm… el periodismo no me servirá mucho aquí debido a los problemas que se ciernen en sus calles, en sus pobladores y en general en todo el pueblo… o tal vez si. Espera escuché bien, dijiste que tienes un hij…
—No es solo aquí —interrumpió Gabi sacudiéndolo—. Lo he visto en otros estados. Antes creía que solo lo eran en el pueblo, pero más allá esta igual de jodido así que has tu trabajo bien y enorgullécenos.
—Porque no vamos arriba para estar más tranquilos y platicar sobre temas que no incluyan problemas del pueblo o sus alrededores —inquirió Marko tomando a los dos de las manos.
—Eso sería buena idea —dijeron los dos al mismo tiempo mientras eran arrastrados hasta una puerta lateral.
***
El padre de Marko se encontraba apoyado sobre la barra, aburrido y abrumado por la inmensa soledad que sentía en esos momentos. Hace minutos estuvo a punto de servirse una copa de vino, pero se contuvo, no debía, más si su nieto lo veía con ojos curiosos mientras jugaba en el suelo con sus crayolas y una hoja de papel.
Su nieto ahora se encontraba a sus pies jalándole las comisuras de su pantalón cerrando sus palmas una y otra vez, quería que lo abrazaran.
«¿Por qué no solo lo dices?» se preguntó al recordar que a esa edad su hijo ya hablaba y Joel no era la excepción.
—Papá… pá Memo, ¿Dónde está papá? —pregunto el pequeño Joel, a su abuelo que se había acostumbrado a llamarlo pá a él. Eso lo aprendió de Marko puesto que siempre le decía pá y no papá.
—Salió hace ya mucho tiempo, debería de estar ya aquí —respondió a su nieto, pero en vez de eso pareció más a pregunta hacia el mismo que una certeza y respuesta hacia la pregunta de su nieto. Entonces se encamino hacia la ventana que daba directo hacia la calle en donde lo vio o mejor dicho los vio.
Guillermo sonrió internamente mientras se alejaba de la ventana bajando a su nieto al suelo.
—Hijito no quisieras un poco de helado —pregunto con cierto capricho.
—Helado, si, helado de chocolate.
—Helado de chocolate.
Subieron al tercer piso del edificio.
***
Subieron los escalones con prisa, en parte porque los dos que iban detrás de Marko estaban ansiosos de ver el nuevo bar, así como la curiosidad de Mau de ver al hijo de su amigo.
—En serio. Te digo que es como ver a un pequeño Markito, tienes que conocerlo —dijo Gabi con alegría y ánimos de molestar a Marko.
—No puedo esperar por verlo. Que emoción.
—Dejen de portarse como unos adolescentes malcriados.
—Como diga papá Marko —bromearon.
—NO. No sean… agh. No sé cómo hablarles. Llegamos —giro la manilla no sin antes reprenderse con lo redundante que había sonado su “llegamos” en su mente al recordar que habían llegado desde antes de abrir la puerta.
Marko abrió la puerta sintiendo una rara sensación de que alguien había estado ahí hace momentos. Vio las crayolas y la hoja de papel en el suelo. El solo sonrió e invito a sus amigos a que se sentaran en las bancas donde estaba la barra más al fondo de la habitación. El lugar resultaba demasiado reconfortante para los tres. Estaba calidito.
—¿Dónde está? —pregunto Mau, recorriéndole un ligero escalofrío por la espalda al fijarse en la cantidad de botellas que tenían en el estante—. Demasiados tipos de licores para escoger.
Marko recogió las crayolas y la hoja y las llevo a la barra, las dejo tendidas en una esquina en espera a que su dueño volviera. Él estaba feliz, en parte esperaba ver la reacción de Mau ante su hijo, así como la reacción que vio de su amiga Gabi la vez que lo vio con su hijo en brazos. Su mirada había sido de conmoción aderezado con un poco de incredulidad puesto que antes de que la palabra hijo saliera de la boca de Marko ella se había adelantado en decirle: —¿es tu hijo?
No pudo contener una sonrisa.
—Les recomiendo una copa de vino tinto de la mejor calidad —se adelantó hasta estar al otro lado de la barra y tomo una botella de vino con grabados muy hermosos—, eso sí, solo será una copa, no más porque este vino es carísimo.
—Eso es ser muy tacaño. Ni siquiera nos preguntaste si podíamos pagar una copa extra —comento molesto Mauricio.
—¿Y lo puedes pagar?
—No.
—Me lo temía.
—Prefiero tequila después —dijo Gabi dejando un billete de cien pesos en la barra—. ¿Esto será suficiente?
—Yo invito las rondas —dijo Marko con autoridad.
Comenzó a servir las copas mientras cada uno comenzaba a acosarse con preguntas triviales; el más afectado fue Mauricio quien recibió preguntas en demasía, tuvo que beberse toda la copa de un jalón al ser cuestionado por Marko sobre si ya había tenido sexo o las preguntas de si tenía una novia. Eso lo pudo contestar al aclarar que, si estaba en una relación o algo por el estilo, porque la persona con quien estaba nunca había dicho si eran novios, así como él nunca se lo dijo, desde el primer año de la universidad. Él llego a pensar que ella estaba jugando con él, pero que su compañía le hacía pensar lo contrario.
—¿Y es bonita? —pregunto el más alto a su pequeño amigo reclinándose más en la barra mientras acercaba su rostro a los de él—. O se me olvidaba… y tú, Gabi, ¿tienes novio o al menos hiciste…?
Gabi abofeteo las mejillas de Marko, perdió el equilibrio hasta caer de la barra, se oyó un pequeño ruido seco alrededor de toda la habitación.
—Eso no te incumbe —respondió sonrojada.
—Hmm… ¿no? —respondió incrédulo Mau ante la reacción de Gabi.
—Dos, está bien. Mejor cambiemos de tema, ¿sí?
Marko se levantó de su lugar en el suelo estando a punto de hablarle a Gabi por tal golpe cuando la puerta trasera se abrió dejando ver a un niñito regordete que apenas y podía caminar por su edad, se dirigió a las piernas de su padre.
—Papiiiiiiii —grito con alegría.
—Joelito, ¿qué haces despierto? ¿Qué es esto que tienes alrededor de la boca? —paso sus dedos por las comisuras de los labios de Joel y se llevo las manchas cafés a la nariz para olerlo—. ¿Es chocolate?, ¿tu abuelo volvió a darte chocolate?
—Mis crayolas —ignoro las preguntas de su padre magistralmente.
—Me recuerdas a ti de pequeño —dijo Mau poniendo sus manos en sus mejillas al ver tal ternura en los brazos de su amigo.
—Te lo dije, un Markito tamaño miniatura —dijo Gabi; llamando la atención de su amigo, poniendo una mano en su espalda.
—Lo es.
—Quienes… papá, ¿Quiénes son? ¡Gabi!
—Son amigos míos, hijito, salúdalos, aunque ya conoces a Gabi —lo presento acercándolo más a sus amigos.
—Mucho gusto… —dijo en un tono infantil. Los dos que estaban viendo al niño con destellos en sus ojos se llenaron de ternura.
La puerta trasera se abrió de nuevo dejando ver a un hombre mayor que tenía una mirada preocupada en su rostro, pero al ver al niño en los brazos de su padre se tranquilizó.
—Ahí estas, Joel. Oh, bienvenido de vuelta, Mau y a ti también Gabi, son bienvenidos de pasar para visitar a Joelito cuando gusten.
—Eso sería grandioso —dijeron al unísono.
—Bien. Vámonos Joelito dejémoslos solos.
—Pero… pero, ¿y papi?
—Iré en un momento, mientras ve a jugar en el sofá, ¿sí?
—SÍ —respondió con ganas y salió corriendo del lugar seguido de su abuelo que le decía que no corriera mucho.
—Supongo que nuestra charla se pospondrá por el día de hoy.
—Así parece, pero me dio gusto verte de nuevo y a tu hijito. Gabi fue un gusto verte a ti de nuevo también —se quedó en silencio por un momento—. Es mejor no repetir lo que hicimos durante estos años de desinformación acerca de nosotros, así que, porque no hacer un grupo de mensajería en nuestros teléfonos.
—Estaba pensando lo mismo. No sé lo que nos pasó, si ni siquiera nos hablamos desde ese día —respondió Gabi, alegrándose. Escondió un suspiro y una mirada de tristeza en lo más hondo de su ser. No era solo ella ambos hombres junto a ella lo habían hecho también—. Pero ahora tenemos diferentes números telefónicos, así que pasen los números.
Ambos se rieron ante el comentario desesperado de Gabi. Marko fue el primero en dar su número a los dos; seguido de él fue Gabi, quien les proveyó de su número y luego llego el turno de Mau que se mostraba algo apenado, recito su número telefónico y ambos amigos se quedaron con la boca abierta. Mau seguía con el mismo número telefónico de hace más de siete años. Después de unas carcajadas, palabras de ánimo dirigidas a Mau y tener el grupo listo se despidieron con un fuerte abrazo.
***
Ya en la puerta del local de Marko, Mau recibió el primer mensaje del grupo que era de Gabi.
—No olviden comentar —escribio Gabi.
—No lo hare —contesto Marko.
—Ni yo —secundo Mauricio.
—Hasta la noche chicos.
—Buenas noches de adelantado, jejeje.
—Yo diré hasta mañana.
Y así concluyeron su primera platica a través del chat del grupo con los tres tomando diferentes direcciones, Marko se quedó en el bar con su padre e hijo. Gabi se fue por el camino que iba hacia abajo, por donde se encontraba la papelería, La santa María, pasando por el local de taxis que iba para Yadalon y el Lidar. Por su parte Mau tomo el camino donde se encontraba la pastelería, tomo el camino recto pasando las gradas que daban directo al antiguo ayuntamiento por la parte izquierda y por la derecha el local de zapatos, el cual vendió Marko, así como el puesto de ropas.
Mau escucho su celular vibrar. Lo encendió y vio un nuevo mensaje, pero no eran de sus amigos, sino que era de Angela.
—En serio, el lugar que me describiste no tiene comparación a lo que estoy viendo… el aire está tan puro —escribió Ángela con entusiasmo.
—En donde estas? —Pregunto Mau con duda.
—En tu patio, a la entrada de tu casa… —respondió ella.
Mau sintió que el mundo se le venía encima, al menos tenía unos cincuenta minutos antes de enfrentarse a más problemas.

Cielo PúrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora