Hace poco más de 5 años
Hubo muchas veces en que Mau se le vino a la cabeza la idea de tirarse por el puente que siempre transitaba de camino a la universidad y viceversa, pero nunca lo hiso. Al menos no en los cinco meses en los que había estado estudiando en la universidad. Esa idea se le llego a la mente en forma de impulsos al ver hacia abajo y preguntarse: «¿qué tan dolorosa seria la caída? Si llegaría a morir o sobrevivir, ¿qué tan dolorosa seria si llegara a sobrevivir o si tan siquiera fuera posible sobrevivir?» La respuesta era que sí, pero la caída no sería para nada placentera en lo absoluto.
Su estómago le comenzó a dar golpes, así como una ligera sensación de cuando uno llegaba a enamorarse de una persona, solo que esta vez no tenía nada que ver con el amor, era una simple sensación de querer hacerlo a no querer hacerlo. Valentía y cobardía en un mismo sitio, en un cuerpo pequeño que luchaba con la idea.
Sería un valiente por hacerlo, pero un cobarde que tomo el camino fáci y no afrontar la vida. Sería un cobarde por no saltar, de tomar un atajo a la vida, pero sería un valiente por querer vivir y seguir luchando en la vida y esperar un mejor desenlace. Todo era cuestión de perspectiva. Y ambas perspectivas le resultaba asquerosamente hipócrita, él lo era para muchas personas, pero no lo era para sus amigos y familiares, tal vez algunos si, pero no todos.
Sacudió la cabeza ante tan descabellada idea y siguió su camino de regreso a casa, ya ahí llegaría a vomitar y a desahogarse con la almohada y después se dormiría casi instantáneamente, se despertaría a las cuatro de la madrugada para terminar la tarea, alistarse y pasar de nuevo ese puente y que las ideas, frescas y servidas en bandeja de plata, se le presentaran de nuevo como un vendedor intentando vender su mediocre producto atrapa bobos.
Lo paso de largo siguiendo su camino.
Pincho con un tenedor un durazno cortado en trozos mientras repasaba sus notas, así como un libro reposando en sus muslos; se llevó la fruta a los labios.
—Que te hiso ese pobre durazno para que lo trates así —pregunto Nicolás viéndolo con ojos despectivos.
—Nada. Es solo que tengo muchas cosas pasando por mi cabeza que… no importa.
—Pues será mejor que arregles y pongas en orden todas esas ideas porque la verdad te está consumiendo, hermano.
—Eso intento.
—Sin presiones, OK —estiro su brazo en un puño y ambos lo chocaron.
De nuevo paso por el puente, pero esta vez esas ideas no pasaron por su mente. Suspiro aliviado encaminándose en su cuarto.
Al día siguiente se levantó muy tarde, su alarma no sonó, pero era algo que no importaba en esos momentos puesto que era sábado, día de descanso. Se puso una playera roja, sobre su playera se puso una camisa de mangas cortas y sobre esta un abrigo café que llegaba hasta las rodillas. Sus pantalones de mezclilla azules y descoloridas iban acompañados de unos zapatos cafés, al igual que sus pantalones, descoloridos.
Poso sus manos en el respaldo de concreto del puente bellamente tallado para que se pareciera al aspecto victoriano europeo, deslizo sus manos hasta encontrarse con el primer pilar y siguió hasta el cuarto pilar que era la mitad del puente. Ya en el cuarto pilar se pasó por el otro lado. Suspiro muy hondo, miro el horizonte, como la luz del sol teñía de color las demás cosas, así como el canal que fluía debajo del puente, la corriente estaba tranquila, él no lo supo hasta que toco la superficie y el fondo y no ser arrastrado por la corriente.
Se agarro de los bordes del respaldo quedando como los ángeles que estaban cada dos pilares, uno vacío y el otro con un ángel; uno si uno no, viendo directo al canal. Suspiro, cerró los ojos, aflojo las manos preparándose para saltar hasta que escucho un sollozo, uno bastante delicado para sus oídos que casi lo pasa desapercibido como un zumbido de algún insecto. Abrió los ojos y giro el rostro hacia la izquierda. Ahí estaba ella, sosteniéndose en el pilar, a los pies del ángel mientras exhalaba aire de sus pulmones preparándose para hacer lo mismo que iba a hacer Mauricio hace momentos.
«Pero porque» pensó Mau al ver a la mujer que temblaba a su lado. No era una distancia considerable y la tenia tan cerca de él, pero al mismo tiempo sentía que era un abismo. Abismo que también podía ver a medias «tan hermosa y hacer esto. No es justo. No lo es. Seguro es una medida para que no salte del puente. Seguro es una policía que espera a que me acobarde para arrestarme. Seguro ella se está burlando de mi… seguro es la vida burlándose y regocijándose de mi miseria como lo hiso hace años»
—Emm… disculpa. ¿Qué hace allí?
«No preguntes idiota, no lo hagas. Te hará cambiar de parecer» no pudo evitar preguntar y recriminarse en sus pensamientos. Por mucho que odiaba aquella situación, Mau no podía dejar nada al aire aún cuando la situación no le favorecía ni a él ni a ella.
—Bueno, lo mismo que usted.
—¿Qué ha dicho?
La mujer negó con la cabeza, pero no era el gesto de negación si no que era algo que Mau no comprendió. —Mau hubiera jurado que también esa mujer había esbozado una leve sonrisa antes de saltar— Posó su mirada al agua, respiro hondo y salto al vacío.
—No, señorita, no —él salto a su rescate, sin pensarlo. En ningún momento se le cruzo la idea de que se estaba arriesgando, que se estaba jugando la vida por una completa extraña de la cual había tenido la misma idea, en el mismo día y en el mismo lugar. Todo lo había hecho sin pensarlo como casi todo el tiempo lo había hecho.
Se dio cuenta de eso cuando sus pies chocaron contra el agua, sintió el golpe en sus talones hasta sumergirse por completo —mas tarde se dio cuenta de que dicho golpe no era la gran cosa—. Había dolido, pero nada dolía más que ver a otra persona hacer lo mismo que él. Sus pies dolían y apenas podía nadar hasta la superficie en donde vio el cuerpo de la mujer de cabellera corta dorada flotando por la leve corriente del rio.
—Descuide. La tengo, sujétese de mi espalda —dijo sosteniéndola. Nado con ella hasta las orillas del canal. Usando toda su fuerza se arrastró por las orillas de concreto, el lugar eran un poco elevado y áspero que ocasiono que se le pelaran los dedos, pero a él no le importo, no hasta quedar a salvo, así como la acompañante que estaba a su espalda—. Llegamos.
Ambos se tiraron exhaustos en la superficie áspera, ambos jadeaban. Ella tosió un poco antes de incorporarse y mirar al hombre que la había “salvado”.
—En serio que pasaba por su mente —grito molesto Mau, todo empapado. La encaro, miro hacia arriba puesto que ella se había posicionado en el terreno alto, a un escalón de altura—. De entre todos los puentes de esta ciudad, tenía que escoger este puente y al mismo día que yo estaba a punto de hacer lo mismo…
—Pues que maravillosa coincidencia —objeto ella rebuscando algo en su vestido.
—Estoy bastante seguro que eso no fue más que una treta suya para llevarme a las autoridades.
—Tranquilo eso no sucederá. Diablos los cigarrillos están empapados. Bien ¿Y ahora qué? —preguntó de manera casual.
—¡¿Y ahora qué?! Pues que me acabas de arruinar mi momento, posiblemente mi momento de mayor valentía o mi momento de mayor cobardía, además… ¿por qué una mujer tan hermosa como tú, se decidiría a terminar la vida de esa manera? Si quisieras, podrías tener el mundo entero, pero elegir esto… es… es…
—Tengo problemas iguales o peores de las que tú tienes y además lo único que estás diciendo no es más que la belleza física, ¿qué hay de la belleza interna? Acaso es algo tan diminuto como tú persona y te niegas a ver más allá que una cara bonita —hablo de tal manera que no se le notaba ningún atisbo de enojo. Mau carraspeó ante tal argumento, la encaró mejor, nego con la cabeza al darse por vencido de que en el rostro de la chica no alcanzara a ver ningún atisbo de enojo o burla—. Y, además, intentar matarse no es ni de valientes ni de cobardes es simplemente eso, una acción inevitable como la felicidad, la euforia, el enojo o el amor. Suicidarse por amor eso sí se podría decir que es de cobardes… oh, vaya he descubierto que soy una hipócrita.
—Pues tu eres muy bella… así que lo interior también lo seria, creo —discrepo con recelo. Se sentía derrotado—. No negare nada.
—Al menos por fuera —respondió desviando la mirada, y volvio a guardar el paquete de cigarrillos en sus pechos. Ella entendió lo que había dicho y dejo el asunto del amor para después—. Demostraste tener una mejor belleza interior que yo, yo estoy perdida en mí misma. Podrida para muchos y muerta para pocos. Pero ninguna persona que me haya conocido te dirá cosas buenas, eso te lo aseguro.
—Eso no es cierto. Dudaste. Dudaste antes de saltar, estabas asustada. Eso es comprensible…
—Si, tuve miedo, pero eso ya no importa ahora, ¿o sí? —pregunto inclinándose para estar a la altura del hombre. Este al ver que acercaba su rostro hacia la de él la aparto tomando distancia.
—Podrías hacer muchas cosas con tu vida, y si realmente no te importa pudiste haber ayudado a la gente. No sé, como hacer el bien a las personas, ir a ayudar a gente pobre que se muere de hambre en los países más pobres, no sé cómo África talvez. Bueno eso es un continente.
—Porque tan lejos y porque no aquí en México. Aquí en Puebla.
—Si, tienes razón no hace falta ir tan lejos.
—Pero aún no has respondido en su totalidad mi primera pregunta. ¿Qué hay de la belleza interna?
—Como podría responder a esa pregunta de manera correcta —la miro con rabia apretando los puños—, si ni siquiera puedo poner en orden mis propios problemas. Acaso soy yo el indicado para responderte eso o siquiera soy digno de aconsejarte y decirte que el suicidarse esta mal, si yo mismo estuve a punto de hacerlo. —Desvió la mirada en un intento de ocultar sus cristalinos ojos. Miro alrededor y se dio cuenta de la falta de personas— Soy miserable…
La mujer se terminó de acomodar el busto, exprimió su cabello del excedente de agua sin quitarle la mirada al joven hombre delante de ella, era un poco más bajito que ella, pero de alguna extraña forma sentía que tanto el como ella eran iguales. Tuvo unas ganas de abrazarlo. No lo hizo, se abstuvo.
—Fue una desgracia conocerte —dijo con severidad— Adiós.
—Cuídate cariñito.
Salió con paso rápido hasta estar a unos quince metros lejos de ella y entonces regreso corriendo, encarándola de nuevo.
—¿Quién me confirma que no lo volverás a hacer de nuevo? —pregunto con curiosidad y preocupación tanto en su voz como en su forma de expresar sus facciones.
—Ustedes los hombres hacen las cosas sin pensarlo antes. La acción antes que la razón. Por eso estoy en esta encrucijada —excuso ella con sarcasmo—. Tal vez vuelva a hacer lo mismo que hace un momento. Volveré a subir al puente, me sostendré a las orillas de la misma y saltare. A menos que quieras que no lo haga.
—¡¿Cómo funciona eso?!
—Simple —se bajó del escalón en donde estaba—. Solo tienes que decir que soy tuya y seré tuya.
—Lo sabía, siempre estuviste burlándote de mí. Adiós.
Se alejo de nuevo con la cabeza gacha pateando las pequeñas piedritas en la acera, giro para ver a la mujer que yacía a las orillas del rio con la mirada al cielo, la consciencia le carcomió una vez más. Así que volvió en donde estaba ella.
—En serio no lo volverás a hacer o ¿sí?
—Como te he dicho, seré tuya si así lo deseas y podrás hacer lo que quieras conmigo —comento con total calma, algo que incomodó a Mauricio.
—Entonces no lo hagas.
—Como digas. Soy tuya.
—Lo sabía solo te estas burlando de mi —se alejó un poco.
—Pide lo que quieras y sabrás que no lo hago.
—En serio.
—Lo juro por mi vida.
Mau la miro con duda. Muy dentro de si sabía que todo esto era tan surreal y fantasioso, pero una parte de él le exigía que no lo era. Que todo lo que estaba viviendo era real y no solo un simple sueño que estaba teniendo un sábado por la mañana o los últimos momentos de su vida al quedarse dormido en la bañera un viernes por la noche.
La miro de arriba para abajo, su semblante no le decía nada de nada. Mau se sintió acorralado y con el control de la situación al mismo tiempo. Una dualidad que aborrecía, odiaba los números pares, no le daban más opciones a elegir. La mujer sonrió y eso lo calmo, al menos por el momento.
Se resigno en darle tantas vueltas al asunto. La orden que le daría podría incomodarla, pero que confirmaría algunas de sus dudas.
—Entonces bésame —lo dijo en broma. Lo que no esperaba era que la mujer se agachara hasta pegar sus labios con los de él. Fue un beso cálido y efímero.
—¿Quieres otro?
—¡No! Con eso es suficiente.
—Y ahora que soy tuya… podría pedirle su nombre joven señor —lo dijo en tono de broma, así como de manera casual que hizo que el cuerpo de Mauricio sintiera una vez más escalofríos.
—Mauricio… —contesto a secas aguantando las ganas de salir corriendo.
—¿Y ahora?
—Ahora vuelve a tu casa y haz lo que quieras, pero nada de atentar contra tu vida—indicó.
La mujer solo le sonrió de un lado saliendo con paso elegante de aquel lugar.
—Se me olvidaba, me llamo Ángela.
Mauricio no dijo nada solo la vio sin moverse de su lugar hasta ver desaparecer a Ángela y asegurarse de que no pasara por el puente de nuevo. Una vez hecho eso se retiró del lugar, se quitó el abrigo empapado que ya le comenzaba a dar frio. La colgó en su espalda y se encamino a su cuarto a descansar.
***
Mauricio abrió los ojos un domingo a las 6:21 de la mañana. Miro con hastió todo el lugar maldiciendo aquel ruido por la puerta principal en el que se escuchaban unos toc, toc, toc y que, de vez en cuando, la puerta misma retumbaba casi como si se cayera. No pensó en nada más que debía de arreglar esa puerta si no quería que alguien lo tomara desprevenido durante la noche. Retiro las sábanas con pereza y camino descalzo hasta la puerta no sin antes decir un “ya voy” como respuesta a los golpes de afuera.
Bostezo un momento antes de tomar el picaporte de la puerta. A la entrada de su departamento estaba una bella mujer que vestía un vestido corto de una sola pieza de color negro con un detallado dibujo dorado de una rama floral que pasaba por su pecho izquierdo hasta su cadera derecha. Ella esbozo una radiante sonrisa, una sonrisa que para Mau le parecía de burla y dicha, como si hubiera ganado algo, que contrastaba en perfección con su cabello rubio que a leguas se podía ver que era teñido, puesto que se podía vislumbrar algunas raíces cafés ocultas en esas hebras doradas. La chica del puente que se quería suicidar estaba parada a la entrada del cuarto de Mauricio, quien lo veía con cara soñoliente y confundida.
Angela, la chica que tal vez cambiaria la vida del joven Mau, había llegado.
—Que descortés quedarse embobado viendo a una mujer sin siquiera invitarla a entrar —dijo con un divertido tono de voz. La sola imagen del chico delante de ella le causaba ternura, era como ver a su difundo hermanito quien se llevaba muy bien hace ya siete años—. Mamá siempre me ha dicho que si mi vida da un giro y comienza a empezar de cero de nuevo es mejor separarse de las cosas innecesarias y guardar las más importantes en una sola maleta, pero creo que no escatimo también de que la ropa ocupaba mucho espacio además del dinero.
—…
Angela solo le siguió sonriendo aun cuando se le veía cansada con ojeras por debajo de los ojos, así como los labios que los tenía agrietados por falta de hidratación. Ella al sentirse observada por el hombre se incomodó, girando por accidente la cabeza hacia el lado izquierdo en donde Mau pudo observar algunos arañazos en su cuello, así como un moretón por debajo de sus clavículas. Más que un moretón, se veía como una punzada, puesto que el circulo morado que se podía vislumbrar sin mucho esfuerzo daba a entender que algo había sucedido; más abajo había una delgada capa marrón obstruida por el vestido. Mau lo supo en un instante, él sabía que aquella mancha que se comenzaba a filtrar por su vestido con un color rojo opacado por el color negro de su vestido era sangre. La tomo por los hombros, ella mostro una mueca de dolor que rápidamente la reemplazo con una sonrisa fingida aguantando, en sus adentros, el dolor.
—Pasa —fue lo único que pudo decir al ver los brazos de la mujer que tenía leves moretones—, hmmm… no te preocupes yo cargare tus maletas.
«Pero que haces idiota es claro que ella está en problemas, pero de las grandes. Lo primero que deberías de hacer seria llamar a algún médico para que la revisen y después a la policía para que investiguen en que estuvo envuelta. Ay… pero que tonto, que tonto soy. Haber, haber, ayer dijo que ella seria mía así que si le digo que se vaya a un médico lo tendrá que hacer y si le digo que vaya a la policía lo tendrá que hacer también, ¿no?»
—No quiero un médico ni tampoco quiero ir a la policía —hablo Ángela casi a manera de susurro interrumpiendo el amasijo de pensamientos de Mauricio—. Se que ayer te dije que era tuya y que podías hacer lo que quisieras conmigo, pero te digo que ir a esos lugares no están en mis planes en un largo plazo. Te puedo contar lo que paso si es lo que deseas.
—Déjame al menos llamar a un médico para que venga a repisarte esa herida que tanto te esmeras a ocultar.
Ella negó con la cabeza, bajo un poco la ropa que lo ocultaba dejando ver una pequeña perforación de apenas unos milímetros de ancho, pero que si estaba cubierta de sangre.
—Ves, no es necesario, no es nada grave y si me disculpas, ¿podría dormir en tu sofá? Estoy muy cansada.
—No —contesto mirándola con recelo—. Puedes dormir en mi cama, aunque no está en buen estado desde hace unos minutos. —Mau intento aligerar el ambiente mostrando una alegre sonrisa que ni el mismo se la creía.
«Idiota…» se masajeo la sien en un vago intento de que esos pensamientos no se le volvieran a cruzar de nuevo en un momento tan surreal como lo que estaba contemplando justo en este momento.
Así que halo las maletas hasta meterlas en el apartamento cerrando la puerta tras de sí.
—Creo que este domingo será un día aún más largo de lo que debería de ser.
***
Angela abrió los ojos con pesar. La luz que se le llegaba de lleno a los ojos le hicieron fruncir el ceño en señal de molestia, intento obstaculizar la luz con sus manos sin lograrlo. La puerta estaba cerrada y un extraño ruido se escuchaba a lo lejos, se oía como si alguien estuviera friendo algo en la habitación contigua.
Froto sus ojos con las yemas de sus dedos, se puso de pie con pesar, sintió algunos mareos que se le pasaron después de unos minutos sentada en las orillas de la cama. Sintió dolor con el solo contacto de sus dedos a los moretones que tenía a los lados de sus brazos y se revisó la herida cerca de su clavícula, la herida había sido limpiada y vendada.
Ella sonrió.
En la otra habitación se encontraba Mauricio con una gran sonrisa mientras salteaba las verduras, había puesto en su reproductor de música la canción —Move Your Body de Sia—, a él le gusta mucho esa canción así como a su artista, pero aun cuando esa canción le encantara tanto no podía negar que aquello no le llegaba tan alto a la canción que él consideraba una obra maestra —Zombie de The Cranberries—. Aunque también estaba la canción —Back To Black de Amy Winehouse—, en fin, la cosa es que él se encontraba feliz, así como su cuerpo que daba de vez en cuando algunos brinquitos de alegría cada vez que la canción llegaba, en lo que el mismo llamaba como: el epitome de la canción, en el momento más épico.
No escucho ni sintió la presencia de la dama de cabello teñido que la observaba desde el respaldo de la puerta aguantándose las ganas de reírse de lo tan poco serio en que se veía aquella escena delante de ella puesto que estaba cocinando y eso demandaba en parte una buena parte de la concentración que Mau dedicaba a escuchar música, bailar y cocinar al mismo tiempo.
—Oh… —exclamo sorprendido deteniendo su espectáculo de inmediato. Ella espero que se sonrojara, algo que jamás ocurrió ya que siguió brincando de un lado para otro como si nunca lo hubieran cachado. Eso sorprendió a Ángela ya que Santiago siempre terminaba sonrojado cuando ella lo cachaba haciendo algún acción casi infantil—. Despertaste dormilona. Sírvete un poco de café, la comida estará lista en cinco minutos cuanto menos.
Ella asintió. Camino hasta la barra de concreto que estaba detrás de Mau. Al mirar mejor todo el lugar se dio cuenta de que este apartamento le faltaba un comedor; había una sala, una cocina, más al fondo estaba un pequeño estudio, un dormitorio con baño incluido así como otro baño para las visitas que estaba al fondo de la cocina y un pequeño almacén en el otro extremo de la cocina. Ella asintió a modo confirmación, si, el apartamento de Mau era más grande que lo que rentaba ella con su pareja. Chasqueo la lengua al recordar ese día, no lo quería rememorar aun cuando solo había pasado un día o menos, no es como si fuera algo realmente importante, más bien era algo irreverente si se lo llegaba a pensar. Toco los moretones en sus brazos y rio de lo miserable de la situación en que la puso la hermana de su pareja. Ella sabía que la hermana de Santiago era fuerte, pero no creía que para tanto. Entonces tomo asiento sirviéndose un vaso de café de la tetera.
Miro de reojo a Mau. Ella sabía que lo había preocupado más de la cuenta a tal punto que se le cruzo en la mente de que llegara a pensar que la habían asaltado y no una pelea de enamorados con una hermana en medio, como lo que paso de verdad.
Angela suspiro y Mau asintió sin apartar la mirada de la comida.
Entonces ella comenzó a narrar… o al menos lo intentó.
—La verdad es que no hay mucho que decir —dijo. Fijó su mirada al cuerpo de Mau que se encontraba de pie en la cocina con un plato de porcelana en la mano (mentiría si se dijera que el cuerpo de Mau no era atractivo, y no lo era, pero tenía cierto rumor molesto que la atraía)—, nunca he sido una buena compañía. Cada vez que intento acercarme a alguien, irremediablemente los termino molestando de una manera u otra. Por algo dicen que buscamos el reflejo de nuestros padres en nuestras parejas, aunque mi madre nunca fue mala conmigo, no puedo decir lo mismo con mi padre… pero tengo que confesar que refleje ese reflejo en las mujeres y casi nunca en los hombres, ¿tal vez sea eso que me llevó a romper con Santiago? Es posible. Él no tenía la culpa de nada.
—No te pedí que me contaras tu vida… en fin. Así que, Santiago, ¿eh? —dijo Mau pasándole el plato de porcelana.
—Si, pero no fue él quien me hizo esto —se señaló los moretones y la venda. Intento reír de nuevo como para aligerar el ambiente, pero no lo logró—. Fue su hermana sobreprotectora, Delia; esa ocasión llevaba un anillo punzante. Siempre decía que era necesario dada la ocasión, y sí que le sirvió. Solo mírame. —Se señaló una vez más y esta vez no contuvo las carcajadas.
Mau suspiro de alivio, al menos no era nada grave, solo una pelea de enamorados con una hermana en medio. Era mejor eso con unos golpes y una perforación a algo mucho más peor. Por si acaso había puesto los números de emergencia en primera fila de su celular por si ocurría algún percance a las afueras de su apartamento y fuera del mismo edificio.
—Creo que esa fue mi manera de desahogarme de alguien… Santiago, no es una mala persona; siendo mi primer novio, y primera pareja del sexo masculino, lo había hecho muy bien. Era bueno en la cama, sin olvidar que era demasiado gentil, pero había algo que sentía que estaba mal, no con él sino conmigo. Y eso sería, de nuevo, un bloqueo a las relaciones largas. La relación con él había despegado bien, pero mi pasado… lo que soy, no dejaba de seguirme. Tras un año de relación todo se complicó. Mau —llamó la atención del chico viéndolo a los ojos—, ¿crees que soy una puta?
La pregunta lo tomó por sorpresa, atragantándose con las verduras que ya tenía en su boca. Después de batallar con las verduras, la miro a los ojos. En esos ojos grises podía ver curiosidad, y tal vez algo de esperanza a lo que él le respondería.
—No te conozco tan bien como para afirmar eso.
—Así como yo que estoy en tu casa, totalmente indefensa y herida —contestó de manera sarcástica—. A merced de que te me balancees encima y me desnudez… pero no lo harás o ¿si?
—¿Por qué yo? —dijo Mau ignorando lo que había dicho después.
—¿Por qué tu? —contestó arrastrando la u. Bajo la mirada a su plato y se dispuso a comer.
Mau negó con la cabeza y continuó con su cena. Cortaba cada verdura en pequeños tallos, así como la pechuga empanizada, pero esta la cortaba en tajos diagonales. Suspiro antes de llevarse la comida a su boca, pensando que, en esta noche, no se dormiría como es apropiado y todo gracias a una inesperada visita.
—Porque me agradas —dijo al final sin mirarlo a la cara.
***
Presente
Mau tenía un gran conflicto en su cabeza, los nervios lo carcomían. Su mamá ya lo sabía y tal vez toda su familia. Ni siquiera estar dentro de la cabina de la camioneta publica lo reconfortaba, al menos le brindaba algo de protección contra las ráfagas de viento y polvo mientras veía a lo lejos como su casa se erigía imponente por encima de una pequeña colina.
Pago el pasaje, viendo con ojos despectivos al conductor como diciéndole: «Secuéstrame y llévame lejos de aquí, seré suyo, que aquí ni los huesos me dejaran»
Tal vez exageraba un poco, pero tenía sus razones para temer; la camioneta arrancó con brusquedad y una estela de polvo se formó a su paso. Puso su pie derecho en la primera escalinata sintiendo como si el mundo se le viniera encima, subió la otra escalinata y sintió unas ganas enormes de no haberle mentido a su madre, si es que en algún punto lo hubiera hecho. Sus pies se posaron en el áspero concreto que conduce al garaje improvisado, que tenía una capacidad para que dos camionetas familiares se aparcaran, y al lado un pequeño patio con una mesa de té y con tres sillas alrededor y una sombrilla. Sentada en una de esas sillas estaba Angela, que lo saludaba con una sonrisa en su rostro. Él sonrió sin ganas. Camino como un zombi hacia su lugar temeroso de lo que le aguardaba una vez dentro de casa.
—Amorcito —dijo casi en un grito. Ella se levantó de su sitio y corrió a abrazar a Mau—, sí que haces las peores descripciones de lugares. —Añadió con cierta molestia en su voz—. Pero te daré el beneficio de la duda, si pensaste que todo lo que me dijiste de esta colonia era solo para no ilusionarme mucho y que me decepcionara. Porque en serio es muy lindo aquí.
Mauricio siguió sin articular ninguna palabra, solo se dignó a mirarla a ella y a la entrada de su casa. Trago saliva. Se preparaba para lo peor.
—Vamos adentro —lo cogió de las manos y con paso firme se dirigieron a la entrada de la casa.
«Por lo que más quieras, trágame tierra y aléjame de la boca del lobo» pensó con cada paso que daba, paso a paso se adentraba más a su perdición. Sabía muy bien que su madre no lo regañaría enfrente de Angela, eso sería descortés, así que esperaría hasta la noche para reprender a su hijo.
Respiro hondo, reunió valor en el aire, con las manos entrelazadas con las de Angela, y se dispuso a entrar a su casa.
***
Once meses después del encuentro en el puente
Mauricio abrió los ojos con pesar, a su lado estaba Angela, dormida. Estiro la mano en la pequeña mesita de noche para alcanzar su celular y ver la hora: 5.45 am. Se froto los ojos, espabilándose, removió las sábanas que lo cubrían descubriendo que aún seguía desnudo. Recorrió toda la habitación en busca de sus calzoncillos y de paso toda su ropa.
Una vez vestido, se dirigió al baño a lavarse la cara y los dientes. En la cocina se preparó una tostada viendo el reloj fijo en su cocina, ya marcaba las 6.05 am. Tenía aun tiempo y era domingo, así que el resto del tiempo lo paso relajado.
—¿Adónde vas tan temprano, Maucito? —pregunto Angela acercándose por la espalda de Mau. El solo asintió, mientras lavaba los platos y era abrazado—. Recordé que también tengo una cita y no me he preparado.
—¿A terapia? —pregunto Mau. Mas como una pregunta sonó como una afirmación a la pregunta previa de Angela. Ella sonrió, deshizo el abrazo y se dispuso a prepararse el desayuno.
—Nos vemos en la tarde —dijo Ángela con un dejo de somnolencia.
—Si, lo mismo digo.
Hace poco más de tres meses atrás, Mau había comenzado a ir al psicólogo para tratar su depresión a espaldas de Angela y de su familia, claro que ella lo descubrió semanas después, pero nunca se lo dijo. A un mes después de que Mau se fuera a tratamiento, Angela también comenzó a tomar terapia con un viejo amigo de su madre. Ellos bien sabían que dos personas con problemas emocionales y psicológicos no los harían mejorar ni aunque lo intentaran, no es como si el amor lo pudiera todo, al fin y al cabo, eran personas que se habían jurado seguir adelante sin que nada ni nadie los detuviera. Y eso les incluía a ambos aún cuando los dos compartían la misma cama, aún cuando intimaban cada noche, aún cuando… se susurraban sus dolencias.
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Cielo Púrpura
Teen FictionTres amigos. Tres vidas. Cada uno decidió vivirla a su manera y prometerse entre ellos no volver al pueblo que una vez los vio crecer. Años mas tarde se reencuentran en el mismo pueblo que una vez acordaron en abandonarla y nunca volver. Uno seguía...