Vino y chocolates

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Marko se encontraba sentado sobre la banca sin respaldo tomando de un whisky seco en la barra que él mismo se había servido, aún no había abierto el bar tampoco era la hora así que tomó del vaso sin apuros, sintiendo el líquido como le resbalaba por la garganta. Miro por el rabillo del ojo derecho la mesa en donde había bebido con su padre vino y chocolates la vez que se graduó de la prepa... lo recordaba con nostalgia como si hubiera sido ayer. El día que debió de ser feliz, pero no lo fue así, aunque sabía que lo que le paso no se le podía comparar a lo que le pasó a Mauricio días después de su graduación.


Entonces recordó algo irónico; la mesa que estaba observando ya no era la mesa de ese entonces puesto que se habían movido de local. Se golpeó la cabeza al recordar ese dato y la sacudió con pesar.


-Al menos es un grato recuerdito -dijo con pesar.



Ese día su padre se había levantado con los ánimos al cielo puesto que cocinó un filete de pollo con algunas verduras y Marko agradeció ese gesto. El salió de la casa apresurado con la camisa salida del pantalón blanco que más bien era de color nácar, su padre le vio partir feliz, observándole la ancha espalda y pensó: «Mi muchacho se ha hecho ya un hombre»


Ese día no abriría el bar, no tenía ganas. Así que se pasó casi toda la mañana leyendo y terminando la novela que había empezado hace semanas.


Vio a su hijo partir feliz y cuando volvió parecía un muerto en vida, tenía alrededor de los ojos una coloración rojiza casi imperceptible, él supo de inmediato que había estado llorando.


Dejó su copa de vino en la mesa y salió a la búsqueda de otra copa. Su hijo seguía en la puerta frotándose los ojos y simulando una sonrisa. El padre volvió con la otra copa y la colocó justo al lado de donde estaba como invitando al observador que estaba aún reclinado en el respaldo de la puerta principal, pensativo y temeroso, a sentarse a su lado.


Lleno la copa con sumo cuidado de un líquido rojizo exquisito, palmeo la mesa indicando a que le hiciera compañía. Marko esperó por un momento, estaba dubitativo y ansioso. Él quería decirle a su padre, pero no sabía cómo o la forma de que no pareciera raro. Se acercó, halo la silla y se sentó al lado de su padre, sostuvo la copa en sus manos, espero un momento, que su padre le pareció eternos, y la llevo a sus labios hasta que sintió el sabor del vino tinto en su paladar, era exquisito. Supo ahí que su padre había abierto la botella de vino que guardaba para los casos especiales, era uno muy caro. Abrió los ojos después de haber saboreado el vino y su padre le extendió una barra de chocolate.


-He oído que es mejor compartirlo con el vino -dijo. El muchacho solo asintió, no quería que su padre le oyera con la voz quebrada.


Su padre se formuló varias preguntas del por qué su hijo había estado llorando, pero nunca se los dijo, intuía pero jamás aseveró, no sin las pruebas suficientes.


Hace tres meses los había visto juntos en uno de sus paseos diarios en donde tenía que comprar cosas para el hogar. Los había visto tomados de las manos, a él no le pareció raro puesto que en su juventud lo había hecho también, era completamente normal. O eso pensaba hasta que los vio besarse. Eso lo sacó de sus pensamientos. Los observaba con una mirada penetrante mientras le recorría una torrente de pensamientos y sentimientos encontrados. ¿Ira? No, ¿decepción? Tampoco, ¿enojo? Ni por asomo, ¿asco? Un poco.


Incertidumbre, eso era lo que había sentido aquella vez, no sabía cómo reaccionar a eso. Él quería salir de su escondite y gritarles que eso estaba mal, pero ¿acaso él tenía derecho a decir eso?, ¿a decir que cosa estaba bien o que cosas estaban mal? Si el mismo había hecho cosas de las que se lamentaba y no solo eso, también había arrastrado a su hijo con él.


Esa tarde se encerró en su habitación sin mirarle a la cara a su hijo, sabía que estaba haciendo mal, el no hablarle al respecto, pero no tenía las palabras adecuada para esa situación, no las tenía. Al día siguiente fingió como si no hubiera pasado nada y entonces todo fluyó hasta este momento en donde estaba viendo a su único hijo temblarle los labios y las manos reuniendo valor para confrontarlo; para decirle lo que había pasado hace horas o lo que había pasado hace más de tres meses. O ambas.


-Rompimos... -dijo ocultando sus emociones con un sorbo de vino-, una hora antes de la ceremonia me llamó y me dijo que se había acabado. Nunca había amado tanto a una persona así. -Tomó un sorbo de la copa y después la bebió sin reparo acabando el líquido rojo, extendió su mano con la copa para que le sirviera otro, el padre aceptó-. Me dijo que no podía esperarme si yo no demostraba ser seguro de mí mismo. Jamás volaría estando conmigo, así que me rompió.


Su padre solo se limitó a observar y a escuchar. Afortunadamente no se le había presentado esos sentimientos encontrados desde hace más de tres meses.


-Debes de estar decepcionado de mí.


«¿Debería?» pensó con pesar el padre «acaso no deberías de estar decepcionado de mí, si por mi culpa tu madre y yo nos divorciamos a causa de mi adicción al alcohol. Si por mi culpa tu madre te maltrato una semana entera cuando te fuiste a vivir con ella, solo porque le recordabas a mí, a un alcohólico que se la pasaba tumbado en su propio bar mientras la gente se reía en las sombras deseando que muriera o lo que me pasara. Oh, hijo, perdóname. Perdóname por favor, pero no llores. No hace falta»


El padre de Marko se levantó con brusquedad, se acercó a su hijo con su semblante serio en el que siempre había estado y entonces hizo algo que dejó a Marko sin palabras. Su padre lo estaba abrazando.


De nuevo se le cruzaron esos pensamientos, pero las desechó sin preámbulos. No tenía derecho a juzgar a su hijo si él mismo había sido alguien detestable y que por su culpa había hecho sufrir a la persona que más amaba hasta ese momento, su hijo.


Su padre jamás respondió lo que le había dicho, guardó silencio y su hijo solo lloró a sus brazos en silencio. El silencio de su padre había sido la mejor pregunta para decirle si estaba bien. El silencio del hijo correspondía a esa pregunta.


«Gracias» eso habría dicho si hubiera tenido la voz suficiente para articularlas. No hacía falta, ya no.


Marko supo desde ese momento que el silencio, a veces, era la mejor pregunta y la mejor respuesta de todas.



Desvió la mirada de aquella mesa, sin ser la misma, cuando sintió que sus ojos se le comenzaban a humedecer. Oyó como la puerta principal estaba siendo empujada dejando ver a un hombre con algunas canas en la cabellera castaña, una radiante sonrisa se había formado en su rostro.


-Eso fue rápido -dijo Marko a su padre.


-Tomando tan temprano, ¿eh? -espetó el hombre mayor que dejó las bolsas de plástico en la barra del bar mientras estiraba su espalda hacia atrás en un intento de espabilarse y sentirse jovial como antes.


-La próxima... no, mejor en todos los días iré yo a comprar las cosas, bien pá.


-No estoy tan viejo -grito molesto.


-¿Whisky o vino tinto?


-Vino.


Esta vez fue Marko quien las sirvió en ambos vasos, ambos con unas sonrisas genuinas, entonces ambos chocaron los vasos sonrientes saboreando cada uno el líquido rojo.


-¿Con chocolates de nuevo? -preguntó el joven.


-Con chocolates de nuevo -confirmó el mayor.

Cielo PúrpuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora