Capítulo 8

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La repentina aparición de Chiquita en la cocina no podría haber llegado en un mejor momento. Jennie necesitaba una buena dosis de cierra la maldita boca. La morena prácticamente había admitido delante de Lisa que la había visto en el vídeo. Dios, probablemente sonaba como una acosadora. Pero no era por eso por lo que estaba allí. Jennie estaba allí por esa dulce pequeña de cabello rubio. El hecho de que la hermana de la pequeña la excitaba como nadie nunca lo había hecho antes estaba fuera de lugar...

Jennie siguió a Chiquita hasta su habitación y la ayudó a desvestirse, quitarse los pantalones y camiseta mientras ella mantenía una mano en su andador, sosteniéndose. La morena se dio cuenta de que a medida que Chiquita se cansaba, su coordinación y control muscular desaparecían. La pequeña señaló el cajón donde guardaba sus pijamas, informándole de que quería el de Cenicienta. Jennie no pudo dejar de notar que el cajón también tenía algunas camisetas suavemente desgastadas, de tamaño adulto. De Lisa, supuso. Probablemente se veían como largos vestidos sobre ella.

La morena encontró el camisón rosa de Cenicienta, adornado con encaje amarillo, y se lo puso a Chiquita sobre su cabeza. Jennie notó una pequeña cicatriz fruncida de una cirugía reciente y un pronunciado hoyuelo donde su columna vertebral no se había fusionado apropiadamente antes del nacimiento. Pobrecita. Jennie tocó delicadamente el parche de piel, deseando que sus manos tuvieran el poder de curar.

Unos minutos después, la morena la ayudó a meterse en la cama y aseguró las sábanas a su alrededor.

—Descansa un poco, pequeña. —la morena rozó los rizos rubios de su frente y se inclinó para darle un beso en el centro de la misma. Chiquita sonrió adormilada hacia ella, con los ojos ya empezando a caer cerrados.

—Buenas noches, Lisa —susurró Chiquita.

Jennie se volvió y vio su forma llenando la puerta abierta, con una expresión seria.

Lisa permaneció en silencio, pero sus ojos estaban fijos en ella. Viendo todo lo que hacía, vigilando cada uno de sus movimientos con Chiquita. La intensidad de su mirada envió a Jennie una corriente a lo largo de su columna vertebral. Su mirada era a la vez curiosa y posesiva. La morena caminó por la habitación, y Lisa se apartó de la puerta, lo que le permitió cerrarla detrás de ellas. Jennie se paró frente a Lisa en el pasillo, que de repente se sintió apretado y estrecho.

—Probablemente tenías mejores cosas que hacer que cuidar niños durante toda la tarde. —La voz de Lisa era suave y cuidadosa.

—No, está bien. —Jennie no podía creer que había estado allí seis horas. La verdad es que fue bonito estar allí, sintiéndose útil y necesaria. Era mejor que estar sentada sola en su apartamento vacío, estudiando.

Lisa dio un paso más cerca y llevó una mano a la mejilla de la morena, rozando su pulgar a lo largo de la línea de su mandíbula.

—Gracias por... cuidar de ella —dijo, su pulgar susurrando un camino delicado a lo largo de su piel.

Jennie asintió con la cabeza, sin confiar en que su voz funcionara.

—¿Te tienes que ir... o tienes tiempo para quedarte a tomar una copa?

Jennie asintió con la cabeza otra vez.

—¿Te tienes que ir? —preguntó Lisa, bajando la mano.

—No, puedo quedarme.

Una sonrisa perezosa tiró de la comisura de sus labios.

—Vamos. Tengo cerveza, y creo que incluso podría conseguir una botella de vino.

—Cerveza está bien. —Algo frío para refrescarme sería perfecto, pensó la morena.

Jennie se dirigió a la sala de estar, mientras que Lisa recogió dos botellas de la nevera y se unió a ella en el sofá. La cerveza era refrescante después de un día tan largo, y la morena se recostó en el sofá, apoyando los pies sobre la mesa de café. Lisa le sonrió, como si estuviera de acuerdo en que era agotador cuidar de la pequeña.

Wreckless Love | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora