Mantenerse alejada de Jennie estaba resultando más difícil de lo que Lisa había imaginado. Todos los días tenía casi decidido a conducir hasta el hospital para verla. La rubia se moría por saber cómo estaba, por escuchar su voz y ver cómo le estaba yendo. Sin mencionar, que durante los primeros días de ausencia de la morena, Chiquita no dejó de hablar de Jennie sin parar. Lisa no tenía intención de perder la paciencia con ella, pero por suerte, la pequeña no había vuelto a mencionar a la enfermera de nuevo.
Había sucedido justo lo que Lisa le había dicho a Jennie. La rubia sabía desde el principio que las cosas acabarían así, con una niña preguntándose dónde se había ido y su propio corazón aplastado por eso. No había duda de que la reunión padres de Jennie habían cambiado definitivamente las cosas. Después del intercambio de palabras en el aparcamiento del club, que no habían vuelto a hablar.
Lisa estuvo a punto de arrepentirse de todo lo que le había dicho y llamarla al menos media docena de veces, pero trató de entretenerse en cualquier cosa y darle un poco de espacio a Jennie. La rubia era consciente que lo que fuera que estuviera pasando entre ellas era algo que nunca iba a funcionar. Es decir, ¿qué esperaba de aquello? ¿Ganarse a sus padres y ponerle un anillo en el dedo? Por supuesto, Jennie no merecía nada menos que eso. Pero el mundo real no era como una de esas malditas historias de cuentos de hadas de Chiquita.
Después de ignorar varias llamadas de Michael, Lisa que por fin había cedido, decidiendo que era tiempo de hacer otra película. Se prometió a sí misma que aquella sería la última. La rubia pagaría las facturas pendientes de Chiquita, más la factura de aquella noche en la que ella misma acabó en urgencias, y terminaría con el asunto.
Lisa agarró el teléfono y marcó el número, sabiendo que sólo tenía unos minutos antes de que llegara el autobús del colegio y de que Chiquita llegara a casa.
—¿Michael? Sí, lo haré. ¿Cuándo y dónde?
La rubia lo escuchó mientras el hombre le daba las instrucciones. Mañana. Depilada. Estar en el lugar al mediodía.
—Hecho. Nos vemos entonces. —dijo antes de terminar la llamada. Lisa ni siquiera le preguntó en qué trabajarían esta vez. No le importaba, ella simplemente necesitaba el dinero. En su contrato ya había estipulado lo que no estaba dispuesto a hacer.
Una vez que Chiquita llegó del colegio y se puso a ver su programa de dibujos favorito, Lisa agarró una botella de cerveza y se fue hacia el garaje, necesitaba desahogarse mediante la reorganización de la habitación... o golpeando algo.
Organizar el garaje hizo poco para aliviar su tensión, así que diez minutos más tarde volvió a entrar.
—¿Chiquita?
La casa estaba completamente en silencio. Aquello no era una buena señal.
Lisa dobló la esquina de la cocina a la sala de estar y notó el suelo húmedo y caliente. ¿Que dem...? Cuando entró en la sala de estar, el motivo de la alfombra húmeda se hizo evidente. Chiquita había maniobrado una olla grande de agua en la sala de estar y se le había caído al suelo, al menos eso supuso la rubia basándose en el charco que había frente a ella.
—Chiquita, ¿qué ha pasado? — Lisa recogió la olla del suelo y luego se agachó para quitarse sus calcetines mojados.
La rubia encontró a Chiquita llorando en silencio en el sofá y corrió hacia ella.
—Cariño... ¿Qué ha pasado?
La pequeña lloriqueó, tirando de su labio inferior en su boca.
—Quería hacerme la pedicura como la que Jennie y yo nos hicimos la última vez.
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Wreckless Love | Jenlisa G!P
Storie d'amore¿Harías cualquier cosa por dinero? Huérfana y con una pequeña a su cargo, Lisa Manobal siempre ha tenido que aceptar trabajos precarios para poder pagar todas sus facturas. Su última "aventura" la llevará a una sala de urgencias en la que conocerá a...