XIII

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En las horas que quedan para que anochezca me dedico a recoger rocas y hacer todo lo posible por camuflar la abertura de la cueva. Es un proceso lento y arduo, pero, después de mucho sudar y mover cosas de sitio, me siento satisfecho: ahora la cueva parece formar parte de una pila de rocas de mayor tamaño, como muchas de las que tenemos cerca.

Todavía puedo llegar hasta Izuku a través de un pequeño agujero, pero no se ve desde el exterior. Eso es bueno, porque esta noche tendremos que compartir saco de nuevo. Además, si no regreso del banquete, Izuku estará escondido, aunque no del todo atrapado.

En cualquier caso, dudo que pueda aguantar mucho más sin medicinas. Si muero en el banquete, es muy probable que el Distrito 12 no tenga vencedor este año.

Me como unos cuantos pececillos de esta parte del arroyo, que tienen un montón de espinas, lleno todos los contenedores de agua y la purifico, y limpio mis armas. Me quedan nueve flechas en total. Medito si debo dejarle a Izuku el cuchillo para que tenga alguna protección mientras no esté con él, pero no tiene sentido. El chico estaba en lo cierto: su última defensa es el camuflaje. Sin embargo, a mí sí podría servirme el cuchillo.

¿Quién sabe con qué me encontraré?
Estoy bastante seguro de algunas cosas; por ejemplo, de que Dabi, Tomura y Mirio, como mínimo, estarán cerca cuando empiece el banquete. No estoy seguro de qué hará la Comadreja, ya que la confrontación directa no es ni su estilo, ni su punto fuerte. Es más pequeña que yo y va desarmada, a no ser que haya conseguido alguna arma después.

Probablemente se quedará en algún lugar cercano y esperará a ver qué puede rapiñar. Sin embargo, los otros tres... Voy a tener las manos llenas.

La habilidad para matar desde lejos es mi mayor ventaja, pero sé que tendré que entrar en el meollo para conseguir esa mochila, la que tiene el número 12, según dijo Nezu.

Observo el cielo con la esperanza de contar con un adversario menos al alba, pero no aparece nadie. Mañana habrá rostros ahí arriba, porque los banquetes siempre tienen víctimas. Me arrastro hasta el interior de la cueva, me coloco las gafas y me acurruco al lado de Izuku. Por suerte, esta noche he podido dormir bien; tengo que quedarme despierto. Aunque en realidad no creo que nos ataquen esta noche, tengo que estar despierto al alba.

Esta noche hace frío, muchísimo frío, como si los Vigilantes hubiesen introducido una corriente de aire helado en el estadio, suposición que puede ser correcta. Me tumbo junto a Izuku dentro del saco e intento absorber todo el calor que le provoca la fiebre. Resulta extraño estar tan cerca de forma física de alguien que está mentalmente tan lejos. El chico ahora mismo podría estar en el Capitolio o en el Distrito 12, incluso en la luna, por lo que a mí respecta. No me había sentido tan solo desde que entré en los juegos. «Tienes que aceptar que será una mala noche, ya está», me digo.

Aunque intento no hacerlo, no puedo evitar pensar en mi madre y Fuyumi, preguntarme si lograrán dormir un poco esta noche. A estas alturas de los juegos, con un acontecimiento tan importante como el banquete, seguramente habrán cancelado las clases. Mi familia puede verlo en ese cacharro lleno de estática que tenemos en casa o unirse a la multitud en la plaza, para verlo en las nítidas pantallas gigantescas.

En casa tendrá intimidad, pero en la plaza recibirán apoyo, los vecinos les dedicarán palabras amables y les darán algo de comida, si pueden. Me pregunto si el panadero las habrá buscado, sobre todo ahora que Izuku y yo formamos equipo, y habrá cumplido su promesa de procurar que mi hermana tenga el estómago lleno.

En el Distrito 12 deben de estar bastante contentos, porque casi nunca nos quedan participantes cuando el juego está tan avanzado.

Seguro que todos están emocionados con Izuku y conmigo, sobre todo desde nuestro reencuentro. Si cierro los ojos, me imagino cómo le gritan a las pantallas, animándonos; veo sus caras vitoreándonos, la de Kurogiri el Grasiento, la de Momo e incluso las de los agentes de la paz que me compran la carne.

Los Juegos Del Hambre (Dekutodo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora