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Gulf sintió que le dolía todo el cuerpo. Y sin abrir los ojos supo que estaba en una posición incómoda. Pensó que otra vez se había caído de la cama. Solía terminar en el suelo duro cada vez que tenía pesadillas. Luchaba por correr o liberarse de Acer y de su grupo. Desde la muerte de su madre, su autismo pareció agravarse más y se había convertido en el blanco de burlas de los jóvenes del pueblo.

Olvidado en aquella granja en quiebra, acompañado sólo por su abuelo, que a veces lo reconocía y a veces, no y rara vez se movía del sillón en el que veía la televisión todo el día y a veces toda la noche, Gulf pasaba sus días sobreviviendo.

Huérfano a los diez, ahora con diesciseis, optaba por ir al pueblo sólo cuando era necesario: para vender sus productos. Casi nunca le pagaban con dinero. Pero Gulf aceptaba todo lo que daban a cambio: harina, casi siempre llena de gorgojos, café fermentado y con suerte algún hueso para hacer sopa.

Gulf bajó del altillo muy confundido. Ese sueño que había tenido no se parecía a ningún otro: un extraño joven, pálido como un fantasma, con un rostro exótico y una profunda herida en su pecho que sangraba en color verde...

Gulf sacudió la cabeza y suspiró. Iba a seguir hasta la cocina cuando miró de reojo hacia el sillón y se encontró con su abuelo ya despierto.

Y entonces, lo vio...

Sentado al lado de su abuelo estaba aquel extraño joven. Llevaba puestos unos pantalones y una vieja camisa de Gulf, y lo miraba sonriente, como si realmente estuviera feliz de verlo.

—¡Buenos días, Gulf! — lo saludó el abuelo asomando su cabeza por detrás del sillón.—Tu amigo Mew nos ha preparado el desayuno...Y a mí, esta tisana que dice que me hará sentir mejor...

Gulf se acercó a ambos con mucho sigilo mientras veía en la pantalla del televisor la noticia de los fugitivos.

—¿Mew...?— preguntó en voz baja Gulf, mientras veía de reojo la marca del televisor, que tenía en letras doradas, en la base las letras M. E. W. impresas en relieve.

El extraño asintió.

—¿Café?— le preguntó ofreciéndole una taza— Es mi forma de agradecerte por ayudarme anoche...

—Fue un placer, Mew...— pronunció Gulf volviendo a mirar de reojo la noticia en desarrollo— Él es el abuelo Conrad y yo soy Gulf...

—¡Qué bonitos nombres tienen en este planeta! En mi planeta nuestros nombres no tienen tal sonoridad...

—¿Y...de qué planeta vienes?— preguntó Gulf sintiéndose un tonto.

—NIBIRU...— respondió el abuelo Conrad sonriente— Me lo acaba de contar...

Gulf levantó la vista hasta la pared del fondo, justo donde colgaba un viejo y colorido almanaque. Era de una fábrica de jabones y artículos de limpieza. NIBIRU, el nombre de la fábrica, se leía en letras grandes.

Gulf miró al extraño por varios segundos. Luego sacudió otra vez la cabeza y antes de darle un generoso sorbo a su café humeante dijo:

— NIBIRU...Suena como un lugar agradable...

—¡Lo es! Cuando vuelva, los llevaré a conocerlo...

NIBIRU, una maravillosa historia de Amor (Saga Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora