DAY 3: ÁNGEL

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El amor, una palabra que suena tan bella pero que al mismo tiempo desconoces lo mucho que puede lastimar ¿O tal vez las personas somos las que complicamos todo? Sería una respuesta sencilla al dilema el solo "no enamorarse" pero al mismo tiempo es imposible no hacerlo.

La primera vez que vi a Adrien, solo tenía 13 años y desde ese momento algo cambió en mí, los tartamudeos, los sonrojos, todo era parte de ese plan que el destino parecía tener preparado para mi. Los meses pasaron y aunque reconozco que no era para nada buena al expresar mis emociones, pff... buena ni siquiera sería la palabra, era completamente incompetente para hacerlo, pero al mismo tiempo siempre ponía alma y corazón en cada detalle. Es debido a ello que cuando finalmente mi anhelo se cumplió sentí como si entrara en un bucle eterno de amor. Un sitio en donde para mi, en mi corazón, solo existía él. Su nombre se había grabado en mi alma y estaba segura que daría lo que fuera por protegerlo y estar a su lado, por nunca dejarlo solo.

Sin embargo, no siempre las cosas se dan como queremos y pese a toda la magia que envolvía nuestra relación al inicio, el bucle ahora era representado como una de las donas que vendemos en la panadería, una sin principio ni fin en donde me invaden sentimientos de felicidad y a la vez de tormentos ¿Se puede vivir tan siquiera así?

Una vez más estoy sentada en la banca de aquella avenida poco concurrida en una noche de invierno como lo son casi todas en el mes de diciembre, esperando una próxima llamada, un anhelo que no puede ser cumplido a cabalidad, porque él no está conmigo, no pudimos cumplir la promesa de permanecer juntos y así ha sido por casi el año y medio transcurrido luego de terminar el colegio. Tan unidos y tan lejos a la vez.

Con una sonrisa nostálgica veo como una pareja juega con sus pequeños hijos a hacer un ángel de nieve. Recuerdos llegan a mi mente, de cuando Adrien aún estaba en París, cuando aún éramos adolescentes, en ese entonces no sabríamos cuán difícil se pondrían las cosas, la opinión que tenía su padre de mi, lo que sucedería después, pero sobre todo no teníamos idea de lo poco que durarían nuestras promesas. Ahora pareciera como si lo único que me quedara por hacer es sumergirme en el resplandor de nuestros recuerdos, es lo único que nos mantiene unidos ahora, se vuelve imposible permanecer así.

El teléfono suena y para mi dicha o desdicha, se trata de él. Una efímera llamada que me brindará minutos de felicidad y luego me envolverá en la tristeza de su ausencia hasta el próximo fin de semana. No puedo...

Hola, Adrien.

Aquella primera frase nos introduce de lleno en una plática amena, una que tan pronto como comienza debe acabar o estas emociones terminarán conmigo.

Escucha, Adrien... He pensado mucho y creo que...

Las lágrimas se atoran en mi garganta, impidiendo el paso de mi voz que se vuelve inaudible, lamentable, pero tengo que ponerle punto final al bucle en el que me encuentro, en el que ambos nos encontramos, es imposible llevar una relación a distancia y como prueba están los 14 meses que hemos pasado separados, yo viviendo en París y él en Londres. Pareciera una distancia relativamente corta, pero no cuando la vida adulta te hace entrar de golpe en la realidad, no cuando estas dispuesta a entregar tanto y solo recibir anhelos y decepciones, no cuando se está tan enamorada.

- No puedo seguir con esto, Adrien. Es doloroso, ambos... nos estamos haciendo daño.

El sutil sonido de su llanto me detiene, sé que esta sufriendo tanto como yo, no es su culpa que los negocios de la familia dependan ahora tanto de él, por ser el único heredero, ni tampoco que aun nos falte un año para cumplir la mayoría de edad. Todas parecen banalidades, pero cada una se vuelve un peso imposible de nivelar en una base tan frágil como lo es mi corazón. Sé que me ama, tanto como yo a él. Pero la ruptura era solo cuestión de tiempo. Ahora en mi corazón lo único que queda en un enorme agujero que lleva grabado su nombre, sus palabras ya no pueden hacerme cambiar de opinión, si alguien necesita ser la valiente —o la cobarde— me permitiré serlo esta vez. No puedo dejar que este sea otro peso a cargar sobre sus hombros.

Te amo y siempre lo haré. Adiós, Adrien.

Corto la llamada y con ello se acaba de ir la mitad de mi alma, he perdido a la pieza que la completaba y no hay vuelta atrás. Paso la vista a mi alrededor y me doy cuenta de que me he quedado sola, ya no hay familias alegres, niños jugando, ancianos observando las estrellas, ya no hay nada. Solo estoy yo y mi roto corazón. Me pongo de pie e intento emprender marcha de vuelta a mi casa, pero tropiezo con el ángel de nieve que ha quedado dibujado en el frío suelo, no puedo evitarlo y me echo a llorar, liberando así meses de intentar engañar a lo que probablemente estaba escrito para mí.

Cuando llego a casa la panadería ya ha cerrado, la soledad del lugar no me hace sentir mejor, no al menos hasta que puedo divisar la pequeña sombra de mamá que con un semblante tan pacífico como siempre espera por mi, en cuanto llego a la barra de la cocina, tenía intenciones de ir directamente a mi habitación, pero la pregunta de mi madre me detiene, lo desee o no.

— Cariño, acércate. He traído algo especial de la panadería, también he preparado chocolate caliente, bebe un poco antes de ir a la cama.

Se que no es una orden, pero si un aviso muy sutil de que no importa que esté pasando, siempre podré contar con ella.

Realmente estaba sopesando la idea de hacerlo, más al notar cual era el postre que había traído consigo, el dolor en mi corazón se volvió intenso. Una dona yacía en mi plato, el simple hecho de que mi tonta comparación de aquel postre con mi historia de amor concluida estuviera frente a mis ojos, logró quebrarme por completo. No pude tan siquiera tomar asiento, me arrojé a los brazos de mamá, dejando mis lágrimas fluir con libertad.

— Mamá, lo intenté. De verdad que lo intenté. Pero no pude...

Aquella noche mamá durmió conmigo, se encargó de brindarme apoyo como solo ella puede hacerlo, el dolor seguiría presente, quizás por mucho tiempo, pero de algo podía estar segura es que de algún modo mi historia con Adrien Agreste iba mucho más allá que solo ser representada con ángeles de nieve o donas de frambuesa, lo nuestro era y seguiría siendo el más bello de los recuerdos y que siempre llevaré grabado en mi corazón.

MINI RELATOS MIRACULOUS (NAVIFICS 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora