62 Hatice

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1536, inicios

El palacio de mármol era el hogar que Hatice soñó junto a su amado İbrahim Pargali, el hombre con el que construyó la vida de sus sueños y con el que era eternamente feliz. Su vida era como un cuento de hadas, una princesa otomana que se casa con el hombre del que se enamoro. Todo fue un plan y finalmente cuando menos lo pensó se enamoro perdidamente.

Sintió el viento al tocar su rostro, un frío recorrió su espalda y vió a lo lejos una sombra con un violín en mano, İbrahim, pensó.

Hatice Sultan se levantó de su cama, se vistió y se arregló porque deseaba ver lo más pronto posible a su marido. Preparo a sus hijos también, los vistió con su mejor vestimenta y sonrió satisfecha. Amaba a İbrahim y a su familia.

— Sultana, Sultana — le llamo su criada — Es importante que venga con nosotros.

— ¿Sucede algo?

El rostro de la pobre muchacha era pálido y sin vida. La joven no quería que la sultana se descontrolara, era conocida por sus constantes ataques de ansiedad y estrés, sería difícil tranquilizarla con la noticia.

— Abre la boca y di lo que tengas que decir.

— Es Rüstem Paşa, ha traído a İbrahim Paşa — explico la criada — Sultana es importante que venga.

Hatice Sultan siguió a su criada, no entendía nada de lo que estaba pasando.

A lo lejos la vio, Beyhan Sultán la observó con un semblante triste y con la luz de sus ojos apagada. Beyhan era su hermana más cercana y a la que Hatice amaba tanto. La sultana sufría por dentro, sería ella la encargada de contarle la verdad a su hermana.

— Beyhan — le llamó Hatice con una sonrisa que pronto sería borrada.

— Hatice — dijo Beyhan Sultán — Es importante lo que tengo que decir, Rüstem Paşa ha venido y quería ser el que te diría lo que ha pasado con tu marido.

— ¿Qué pasa con İbrahim, Beyhan? — dijo Hatice Sultan — Dímelo, por favor.

La boca de Beyhan Sultán se secó de repente, sintió un dejavu de lo que a ella le pasó años atrás cuando perdió a su marido por la justicia de su hermano Süleyman. Los recuerdos de ese crudo invierno llegaron a su memoria como un balde de agua fría, con el mismo sufrimiento que ella tuvo una vez.

— İbrahim Paşa está muerto — dijo Beyhan Sultán sin poder mirar a su hermana a los ojos — él murió, ya no está aquí. Su Majestad lo ejecutó porque se declaró sultán y por otros motivos.

Los ojos de Hatice se abrieron, su mente y su corazón no lo comprendían. En un segundo había pedido su valor y existencia en este mundo. Todo se desmoronó, su garganta se secó y lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, lágrimas de dolor y de enojo.

— No, no puede ser — sentenció Hatice Sultan — estás mintiendo, es una mentira. İbrahim Paşa no puede estar muerto. Por Alá.

— Así es Hatice, su majestad dió la orden.

— Beyhan, por favor dime qué es una mentira — suplicó Hatice Sultan — Dímelo Beyhan, por favor.

Y para entonces, lo vió.

Algunos guardias traían el cuerpo sin vida de İbrahim Paşa.

Hatice se aproximó al cuerpo sin vida del que fue su marido, hoy era una mujer viuda y sus hijos eran semi huérfanos. Lo vió, con una expresión de horror y con frustración como si hubiera luchado por ese inevitable final un destino que el que fue su amigo y hermano le proporciono.

Hürrem (EDICION) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora