Confesiones

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—¿Un clavel rojo?— Le preguntó al azabache con mucha duda.

—Si Jin, ¿sabes lo que significan los claveles rojos?—

El menor negó con la cabeza, acción que causó gracia en Shikadai por lo tierno y confundido que se veía. El mayor se acercó hasta donde se encontraba su amigo, luego le hizo una seña para que se sentara en una de las sillas improvisadas y él hizo lo mismo en la de en frente.

—¿Te gustó la sorpresa?— Cuestionó el ojiverde.

—¿Tú hiciste todo esto, para mi?— Preguntó el otro con una emoción interna que se alcanzaba a apreciar a través de sus movimientos y manera de hablar.

—Con un poco de ayuda— Mencionó el otro.

Shikadai tomó una de las bayas que se encontraban en su plato y se la llevó a la boca para empezar a masticarla.

—Están muy buenas, pruébalas Jin— Dijo, tomando otras pocas en su mano y comiéndoselas.

El rubio tomó una baya y la admiró unos segundos, luego la introdujo en su boca—Mh, si están muy ricas y dulces— Afirmó con una sonrisa en su rostro.

—Que alivio que te gustaran, no sabes el fastidio que fue cortarlas— Mencionó el otro mostrando una pequeña sonrisa y tomando más bayas para comerlas.

El Yamanaka observó cada uno de los movimientos de su amigo y se dio cuenta de que en ambas manos tenía varios rasguños que probablemente aparecieron por culpa de estar cortando bayas de los arbustos espinosos. Fue llevando su mirada por sus brazos, su cuello y posteriormente, su fornido rostro, apreció cada una de sus facciones, lo que hizo que se sonrojada inconscientemente, debido a la hermosa expresión que mostraba el otro mientras comía. Inojin desvió la mirada unos segundos, se rascó la nuca y luego carraspeó para ver a los ojos del mayor.

—¿Por qué hiciste todo esto? Digo, no es como si fuera mi cumpleaños o algo así— Dijo el de ojos aguamarina un poco avergonzado.

El otro paró de comer, estaba tan nervioso que casi se atraganta, pero no expresaba ninguna emoción en su rostro, simplemente tosió un par de veces para no ahogarse, y posteriormente, respiró profundo—Esa es la otra razón por la cual te traje hasta aquí, ahora si responderé tu pregunta de hace unos momentos...te diré quién me gusta—

Inojin volteó a verlo rápidamente y el lugar quedó en silencio. Ambos chicos estaban callados mirándose a los ojos, admirando los topacios del contrario, los cuales en ese momento les parecían lo más hermoso del mundo, eran lo único en ese planeta, se metieron en una burbuja tan difícil de romper que ninguno de los dos se concentraba en otra cosa que no fuera en ellos mismos, eran lo más hermoso, lo más extraordinario, lo más preciado para ambos. El sonido del agua corriendo por el río pareció detenerse dentro de su mundo. Poco después, Shikadai rompió el contacto visual para tomar el clavel rojo que se encontraba enfrenten de él, entre sus manos, para admirarlo por un momento, mientras tanto, el rubio veía con atención cada una de sus acciones. El azabache aspiró el aroma que desprendía el clavel, para luego exhalar con fuerza, cerró sus ojos por un momento y después los volvió a abrir para pasar de mirar la flor a los ojos del rubio, el cual no decía ni hacía nada; el ojiverde mostró una pequeña sonrisa que combinaba angustia y felicidad.

—Inojin— Habló el mayor, haciendo que el otro se exaltara por el repentino sonido.

—Casi desde que nacimos, Chouchou, tu y yo hemos estado juntos. Hemos pasado tantos momentos difíciles y nos cuidamos mutuamente. Mis padres me decían que los viera como mis hermanos, a ambos, ya que éramos casi familia, pero por alguna extraña razón, a ti nunca te pude ver de esa manera—

Rosas Japonesas. (Shikajin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora