1.-The moonlight

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La mujer pelirroja había visto crecer a sus hijos y ser unos fieles servidores del imperio, mientras que sus hijas eran señoritas muy bien portadas que robaban suspiros de los hombres y el corazón de su padre.

La menor de ellas se encontraba arreglando su cabello pues pronto su padre llegará de una larga campaña.

—¡Atención, la Sultana Hürrem está aquí! —volteo a  ver a su madre e hizo una reverencia, la mujer miro a su hija que le sonreía.

—Mi amada luna de ojos tormenta —el abrazo de madre e hija hizo a la mujer pelirroja dejar su reciente problema atrás, aún debía descubrir quién era la nueva favorita de su majestad.

—Madre, que hermosa estás —elogio la niña al ver cómo aquella corona brillaba más en el rojo pelo de su madre.

—Mi amada niña, ¿aún no peinas tu cabello?—murmuro divertida mientras la menor negaba frustrada.

—Mirimah ofreció a Firuze para peinarlo, pero esa mujer no es de mi confianza —confeso con franqueza mientras su madre negaba, aún no entendía esa desconfianza.

Cuando pidieron su presencia para recibir a su padre, un peinado igual al de su madre mostraba su cabello dándole no solo un aspecto mayor si no que dejándole a más de una criada en claro el gran parecido que ambas compartían.

—¡Atención, la Sultana Hürrem y la Sultana Esmeray están aquí! —la molestia se vio en más de un rostro cuando tuvieron que reverenciar a las mujeres que caminaban elegantemente por el lugar.

Las demás mujeres del sultán se encontraban ya ahí, igual que aquella criada, la niña no sabía porque su hermana se empeñaba en llevarla, ella solo era una simple criada.

—Sultana hoy se ve radiante —la criada de su hermana la halago haciéndola rodar los ojos.

—Lo se, tengo espejos que me muestran mi belleza, Firuze —la mirada fría que le dio a la criada hizo a la sultana Shagrazad sorprenderse, era la mirada de su padre.

Más de una vez había visto una mirada así dirigida a alguien, y es que el sultán Selim primero era mucho de dar esa mirada, la niña de cabellos cobrizos se acercó hasta su mellizo y lo abrazo.

—Bayazeto, me tenías abandonada, no haz ido a jugar conmigo —murmuro la niña en cuanto los brazos de su hermano la rodearon, ella amaba a sus hermanos pero su debilidad siempre sería su mellizo.

—Tenia clases Esmeray, pero prometo ir a jugar contigo mañana —la niña asintió feliz con sus palabras y se quedó al lado de sus hermanos, Selim y Bayazeto podían tener peleas con todos, pero si ambos tenían algo en común, era que a las tres mujeres de su vida las amaban como a nadie más.

—Me gusta tu peinado —murmuro Selim, mientras el agha entraba.

—Gracias —sonrio la niña orgullosa — mamá me lo hizo —Hurrem que estaba al pendiente de las palabras de sus hijos sonrío con arrogancia.

"Atención el sultán Suleiman está aquí"

Las reverencias para recibir al hombre no faltaron, el sultán saludo a todos hasta llegar a la madre de sus hijos, la sultana menor sonrío, ella quería a alguien que la viera como su papá veía a su mamá.

—Mi señor — la mujer de rojos cabellos se reverencio mientras que la niña sonreía, esperaba y su papá le trajera aquellas joyas que le dijo en la carta a su mamá.

Fue pasando de hermano en hermano hasta llegar a ella, alzo su mirada y le sonrío, rompió todos los protocolos reales al lanzarse a los brazos del sultán.

—¡Papi!— grito siendo recibida por un sonriente y divertido sultán.

—Mi hermosa sultana de ojos tormenta —beso la mejilla de la niña que sonreía arrogante.

— He crecido mucho, ¿Y mis regalos?— pregunto emocionada por poder presumir las joyas que había traído para ella.

—Estan en los cofres, los aghas los llevarán a tu habitación mi hermosa luna oscura —murmuro.

—Sultan, perdone por interrumpir pero no creo que Esmeray merezca tales regalos, no después de haber mandado a matar a una criada — la mirada molesta de la niña se poso en Mahidevran aquella mujer que no solo la molestaba por su obvia envidia a su madre.

—¿Hiciste eso? —pregunto sorprendido el sultán, si bien la niña tenía mayor parecido a su madre y su abuela, su carácter y esas miradas eran sin duda las de su padre.

—Si, ella se lo merecía, intento matar a madre — sonrío al final dándole la mirada mas alegre a su mamá.

—En ese caso, mi hermosa sultana merece más regalos —la sonrisa de la niña contagio al hombre, si bien el sultán amaba a su hija mayor también, todos caían ante los encantos de la menor, pues no solo demostraba su astucia si no también su coraje retando a quienes le dieran motivos.

La sultana de la luna oscura aquel título había llegado a ella hace unos dos meses, si bien todos la conocían por sus ojos tormenta iguales a los de su difunto abuelo, el título nuevo llegó en cuanto vieron el alcance que una sola de sus órdenes tenían, Hatice había advertido a Firuze de jamás retar a Mirimah, pero hiciera lo que hiciera, nunca debía de hacer enojar a Esmeray, pues ella sabía de lo que era capaz la pequeña hija favorita de su majestad.

Y como Hürrem le había dicho a la niña, su límite era la luna, aquella que le dio su nombre y aquella que hacía a su hermana la más bella, pues era la sultana del sol y la luna, mientras ella tenía sus ojos tormenta y su amada luna oscura.

—¡Atención, la sultana Esmeray está aquí! — el harem entero reverencio a la niña que pasaba feliz por ahí con varios aghas y criadas llevando sus cofres, aquellos que su padre le había prometido.

Sus damas de compañía, Umay, Arzu y Nurhan, estaban con ella en todo momento, la pequeña sultana había conseguido sus propios aposentos en cuanto su padre piso los suyos, ¿Cómo su pequeña niña seguía en una habitación tan pequeña? Los aposentos que antes habían sido de la Sultana Mahidevran en sus años ahí, ahora era de ella, en lo que su padre mandaba a decorar al gusto de la menor unos nuevos aposentos.

—Este color te favorece mucho Umay, deberías de ir con la costurera a qué te haga unos — lo que más la volvía una niña querida entre sus criadas era que ella pedía telas para sus leales sirvientes, ella los cuidaba asi como ellos cuidaban de ella.

—Gracias sultana, iré —la joven que era unos años menor que su hermano Mustafa asintió.

—Bien, y también te arreglarás, convencí al sultán para que fueras al harem del príncipe Mustafa, así que no me decepciones y gánate el favor de Mahidevran,serás bien recompensada si sigues todo al pie de la letra —murmuro la niña, desde que supo que el partía a manisa tenía sus planes organizados, sabía que a su madre no le gustaba que se metiera en eso, pero ella no iba a permitir que su hermano muriera por culpa de Mahidevran, ella salvará a Mustafa cueste lo que cueste.

—Claro que si sultana —la mujer asintió, ella quería al príncipe pero también a esa niña que la había cuidado desde que piso el palacio.

Y con esa respuesta los planes de la niña salían tal y como quería, uno por uno, Mahidevran será historia si intenta hacer que su hermano caiga en desgracia.

El trono de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora