Introducción. La familia Kamo

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Recuerdo que solía leer mucho cuando era adolescente. Leía libros de todo tipo, y la gran mayoría solía lograr atraparme entre sus páginas. No era muy difícil, en realidad, pues, ahora que he crecido, creo que por aquel entonces no era una persona con mucho criterio: me gustaba todo, lo que fuera, y me adaptaba a todo, a lo que fuera. Creo que quien más afectaba a mi inexistente criterio era mi madre. Lo sigue haciendo hoy en día. Supongo que siempre fui influenciable, manipulable y que, para ella, que es experta en el tema, era especialmente fácil lograr convencerme de lo que fuera. De cualquier cosa.

Leía de todo y ese "de todo" incluye historias sobre la mafia. Todo comenzó con El Padrino, una película que le gusta mucho a mi abuelo. Eso me llevó a los libros, a la idealización, a la ficción. Nada más lejos de la realidad, aunque qué iba a saber yo. Por lo que con dieciséis años, la cabeza llena de ideas, libre de criterio y una madre con un especial gusto por usar a su hija, me vi firmando unos papeles en los que daba mi consentimiento para casarme con Choso Kamo, heredero de la empresa familiar Kamo.

Yo no sabía quién era, aunque mi madre no tardó en empezar a darme clases de historia sobre la familia Kamo. Era un apellido importante, casi de la realeza en el mundo de la yakuza. En los años 20 Noritoshi Kamo comenzó una empresa que llevaba el apellido Kamo como nombre. Empezó como una empresa local, de barrio, que pronto empezó a expandirse. Vendía piezas para coches, amortiguadores, específicamente. La empresa creció y creció y pronto la familia Kamo comenzó a adinerarse. Compraron una gran casa a las afueras de la ciudad, un piso en el centro y alquilaron nuevos locales por toda la ciudad. Compraron acciones en otras empresas, invirtieron dinero, hicieron contactos. La empresa, sin embargo, por muy bien que le fuera, no era más que una tapadera. La guerra Polaco-Soviética mantenía en tensión a la Europa Central, y la necesidad de armas era obvia. A Noritoshi no le pasó desapercibida esa necesidad, y comenzó un sistema de contrabando de armas. A lo mejor fue casualidad, o a lo mejor supo estar en el tiempo y lugar adecuados, pero esto lo llevó a conocer a familias importantes de la nobleza europea. 

La empresa Kamo, tanto la parte legal como su contraparte ilegal, progresaron sin interrupción alguna a lo largo de las décadas, creando un imperio. Los ingresos y los contactos aumentaron, ampliaron todo lo que podían ofrecerle al mundo, hasta que la familia se volvió imparable. La familia Kamo, intocable, casi etérea, la realeza de la mafia. Todo eso hasta los años 90, donde Kaito Kamo, el padre de Choso, asumió el mando. No estaba listo para la prematura muerte de su padre, y el resto de la familia no dejaba que una mujer forastera, su madre, asumiera el mando. Debía ser un hombre de sangre Kamo. En seguida descubrió todo lo que podía ofrecerle una fortuna generacional, volviéndose caprichoso, malcriado y derrochador. Gastó en propiedades, en islas, terrenos, joyas, eventos, regalos para su mujer, ocio. Gastó en su adicción al juego, a la droga, a los prostíbulos. Mancilló el nombre de los Kamo, dejándolos sin dinero, arrancándoles todo lo que los acercaba a la realeza.

Murió cuando Choso cumplió los quince años, dejándolo a cargo del desastre que había creado. Supo recurrir a los contactos de su familia, juntarse con la gente adecuada. Pero los contactos y el apellido no sirven de nada si no tienes el dinero suficiente para respaldarte, para actuar. Y su familia no lo tenía.

Ahí entró la matriarca de la familia Obana, Akane, mi madre. Mucho dinero, sí, pero ningún contacto poderoso. Y tener mucho dinero pero ningún contacto no te lleva a ningún lugar. Necesitó dos años desde el funeral de Kaito para convencer a un Choso de quince años para casarse conmigo. Para convencerme a mí necesitó los diez minutos previos a la cita con el juez. Así que sí, un 18 de septiembre, un Choso de diecisiete años y yo, Anna Obana, de dieciséis, firmábamos nuestro consentimiento para casarnos cuando cumpliera mi mayoría de edad. No lo he vuelto a ver desde entonces.

No lo he vuelto a ver hasta hoy, el día de la boda.

Meddle About - Choso KamoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora