Los seis hermanos

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Querido lector, quería contarte una historia que a mí me marcó mucho pero que, sin embargo, no es mía. Les voy a contar la historia de James Velasco, un hombre que a mí, en lo personal, me parece una gran persona. La historia no comienza en 2015, como es de esperar, empieza en 1992, cuando James tenía 30 años, una hija de 10 años llamada Mariel, un hijo de 9 años llamado Gustavo, una hija de 5 años llamada Mariana y una niña de 3 años llamada Emili. Su esposa, Angélica, estaba a punto de tener un hijo. Cuando nació, James descubrió que no iba a tener un hijo, sino dos. Los llamó Pablo y Gonzalo. Él esperaba poder decírselo a Angélica pero ella murió en el hospital y James, con mucho dolor y pesar, decidió mudarse a otra ciudad, empezar de cero y casarse de nuevo pero le fallaba algo en su plan, que, apesar de que tenía 30 años y era considerado una persona fascinante, tenía seis hijos, motivo por el que las mujeres no le prestaban mucha atención.

Pasaron los años, concretamente cinco. James cuidó de sus seis hijos pero siempre estaba serio, triste, distante de ellos y los niños lo notaban, sobre todo Mariel y Gustavo, que eran los que más recordaban a Angélica y como era su padre antes de que falleciera su madre.

Estaban de vacaciones de navidad y la familia de su padre tenía una casa en el bosque a la que iban todos los años. Faltaban dos días para que los niños regresaran a la escuela, así que hicieron las maletas y se pusieron en camino al teleférico, que los dejaba en la ciudad. Subieron al teleférico y este se puso en marcha pero se paró al poco de que subieran y el encargado dijo

-Lo siento -dijo, mientras ayudaba a bajar a los niños -, tendrán que esperar aquí ocho días o cruzar el bosque a pie.

-No importa -respondió James -, lo cruzaremos a pie, llegaremos antes -dicho esto, tomó las mochilas de Pablo y Gonzalo y se pusieron en marcha.

Mariel, que era una joven de 14 años, 15 en marzo, le preguntó a su padre con un tono de arrogancia
-¿Sabes como salir de este bosque, papá? -James no respondió, sólo siguió caminando. Desde que falleció Angélica, no se relacionaban mucho, podría ser porque Mariel se pareciera demasiado a su madre y su padre se sintiera mal de ver a su hija y no a su esposa.

Caminaron toda la tarde y, en la noche, hicieron un pequeño campamento. Hicieron una tienda de campaña y metieron la comida en una mochila que amarraron a un árbol.

-Así los animales no la encontrarán -dijo Mariana, que era la lista de la familia.

Los siete se fueron a dormir sabiendo que, al día siguiente, tenían que ponerse camino a la ciudad. A la mañana siguiente, cuando despertaron, se dieron cuenta de que la mochila estaba en el suelo. Los hermanos estaban a punto de gritar a Mariana por hacer mal el nudo, cuando Gustavo se dio cuenta de que alguien lo desató.

-¿Que animal sabe deshacer un nudo? -dijo él mientras se agachaba y recogía la comida que quedó - Y... ¿Come queso y salchichón?

-No lo sé, hijo -dijo James, mientras salía de la tienda -, pero se llevó mis pantalones y una camiseta.

-Lo dicho -dijo Mariel -, estamos perdidos, con poca comida y un animal que se lleva la ropa -ella miró a su padre -¿Es que hay peor forma de dejarnos morir?

-Podríamos quedarnos sin una tienda de campaña -dijo Gonzalo, tratando de animar a su hermana mayor -, o te podrías romper una pierna o....

-Ya está bien -intervino James -, vamos a encontrar el camino, buscaremos comida y llegaremos a la ciudad en tres días -él miró a su hija mayor, la cual dirigió la mirada al suelo -, ya lo verán.

-Papá, con todos mis respetos -comenzó Mariana -, no sabemos donde estamos ni como salir de aquí, algo se llevó parte de nuestra comida y somos siete personas. No creo que sea lo mejor seguir solos, mejor volvamos a la estación -sus cinco hermanos estaban de acuerdo pero ninguno sabía como regresar. Mariel se enojó, agarró su mochila y dijo:

-Vamos a encontrar nosotros la estación, ¡Si quieres, ven y sigue nos! -dicho esto, tomó la mano de los gemelos y guió a sus otros tres hermanos.

James comenzó a recoger la tienda pensando en lo que le dijo su hija "Desde que se fue tu madre, eres así, Mariel, aún me gustaría saber porqué". Cuando término de recoger, empezó a buscar a sus hijos. Los llamaba a gritos pero no recibía respuesta alguna. Siguió buscando y, en eso, oyó como la rama de un árbol se rompía y una joven quedó colgada de cabeza frente a él. La joven tendría 25 años, no más; tenía los ojos de color café; el cabello igual, sólo que un poco sucio y recogido a forma de trenza que, en su final, tenía una flor con pétalos incluidos. También llevaba puesto una camiseta y unos pantalones que James reconoció pero no le dijo nada porque la joven se asustó y la rama se rompió, provocando que ella cayera sobre él.

La nueva mamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora