Aquel Abril

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A lo largo de mi existencia, siempre enfrenté dificultades al intentar conectar con otros, forjar amistades o establecer relaciones. A pesar de que me han diagnosticado con Asperger, una faceta del espectro autista, nunca lo vi como una debilidad ni una excusa para quedarme inmóvil. En mi percepción, siempre me he considerado alguien con inteligencia, aunque a la vez me embargaba un temor constante de abandonar mi zona de confort. Algunas veces, diferentes voces llegaron a afirmar que me faltaba empatía o que resultaba aburrido, pero en realidad, me esforzaba al máximo para ver la felicidad en los demás, incluso cuando mi propio gusto se encontraba de manera diferente.

Quizás, el punto de inflexión se originó en un lugar tan común como una red social, donde observaba aparejas ''radiantes'', individuos colmados de ''alegría'' e incluso ''familias repletas de felicidad.'' O eso solían aparentar. Estas imágenes generaban una extraña conmoción en mi interior, una sensación que apenas puedo describir con palabras, pero que, de alguna forma, solía agotarme. Sentía que debía experimentar esa misma dicha, pero el miedo a entablar conversaciones y conocer nuevas personas seguía siendo una barrera infranqueable.


Recuerdo con claridad mi primer noviazgo a los catorce años, un joven de diecisiete llamado Stiven. Su nombre, casi un eco del mío, era un atractivo en sí mismo. Sin embargo, surgía un dilema: él expresaba su cariño con múltiples atenciones, mientras yo solo respondía con abrazos y omitía las palabras "gracias" y los gestos de aprecio. Mi justificación era sencilla: "No tengo recursos y no puedo recurrir a mis padres, quienes tampoco tienen". En mi perspectiva, solo se pueden brindar obsequios cuando se dispone de dinero.

Stiven, quién siempre tuvo un corazón noble, me brindaba su cálido afecto, mientras yo, inmerso en los acordes de mi amada banda (KARA), hallaba mi refugio en la quietud de mi cuarto, dejando que las horas se deslizaran sin un propósito. En mis palabras torpes, a veces parecía encontrar mil formas de expresar mi ineptitud.

Un día, decidí instalar una aplicación de citas en linea, solo en mi soledad, consumido por la tristeza. Ansiaba conocer nuevos amigos, pero las aplicaciones previas solo me arrojaban al abismo de deseos efímeros, mientras yo buscaba almas afines, personas que compartieran gustos y sueños al igual que yo. Aprendía alemán, un lenguaje lejano en mi tierra colombiana, y deseaba compañía para practicar. Así que, invertí en una suscripción, reconfigurando mi ubicación directamente en Alemania. Mi perfil decía: "Saludos. Soy Steven, un habitante de Colombia. Estudio arte culinario y me aventuro en el aprendizaje del alemán. Busco amigos para mejorar mi lengua germana y, si así lo quisieras, enseñarte español. Las ideas se llenan en preguntas, así que, necesito guía... :)"

Pasaron varios días, y aunque había obtenido numerosos "matches" con distintas personas, la mayoría siempre buscaba lo mismo: satisfacción sexual. En realidad, nunca me enfadé por ello, ya que comprendo que es una necesidad importante para la mayoría en este mundo. No obstante, para mí, no ocupaba un lugar preeminente.

Un día, al despertar, todo cambió de forma definitiva. Sentí una ansiedad inusual que nunca había experimentado antes. Recibí una notificación que indicaba que alguien me había enviado un mensaje en esta aplicación. Abrí la aplicación y me encontré con un sencillo "¡Hallo :)" de un chico llamado Adrian. Le respondí y visité su perfil. Wow, algo en mí se encendió de una forma que jamás había sentido. Observar sus ojos en las fotografías, su sonrisa y su perfil completo, transformaron mi día por completo. De verdad que sentía una obsesión, esperaba ansiosamente su respuesta, y, aunque las horas pasaban, la ansiedad crecía. No podía concentrarme en nada más; continuaba abriendo la aplicación, esperando una señal. Incluso llegué a pensar que quizás él había visto mis fotos y que, podría pensar que no era yo, alguien atractivo.

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