CAPÍTULO 1: ALBA DORADA

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En el despacho del dire solo se escucha el tictac del reloj que tiene colgado en la pared.

Ese maldito reloj de cuco.

Es horrible.

Bueno, creo que no es el momento idóneo para pensar en esa horterada.

Debería estar pensando en otras cosas.

Como en que mi padre no me ha mirado en todas estas dos horas en las que hemos estado hablando del proceso de mi expulsión.

—Bueno señor Foster, como ya sabe, tenemos que encontrar una solución al problema en el que... —poco a poco dejo de escuchar lo que dice el dire.

Todo mi alrededor se vuelve desenfocado y lejano, como si yo ya no estuviese ahí.

Por un momento, siento como si estuviese durmiéndome, solo que con los ojos abiertos.

Mis pensamientos me absorben y noto como voy yéndome del lugar, sintiendo poco a poco mis sentidos apagándose.

—... Entonces, Diego, entiendes por qué he decidido esto para ti, ¿cierto? —doy un pequeño salto en mi silla y me doy cuenta de que todo este tiempo en el que he estado distraído me estaban hablando a mí... Padre se da cuenta.

Dios... ¿Por qué siempre me pasa lo mismo?

¿Por qué soy tan tonto?

—Eh... Bueno... Yo... —miro hacia los lados y carraspeo la garganta... Odio estas reuniones, quiero ir a casa.

—Diego, ¿Puedes escucharme por una vez en tu vida? ¿Puedes llegar a prestarme un mínimo de atención? —padre no me grita, pero en el pecho, dentro de mí, siento como si así fuese—. Siempre haces lo mismo, haces bromas pesadas, te escaqueas, no haces los deberes, no ayudas en casa... Diego, esto lo he decidido por ti. Para que aprendas a comportarte como alguien normal... Para que aprendas lo que es la vida —padre hace una pequeña pausa para respirar hondo, ya que está muy enfadado—. Por eso he decidido mandarte a ese internado.

Espera...

... ¿Qué?

Miro al director. Luego miro a mi padre. Luego vuelvo a girarme hacia el director.

—¿Cómo...? —pestañeo rápidamente y me muevo en la silla— ... ¿Un... internado?

Padre suspira hondo.

El director se lleva la mano derecha a la sien.

Poco a poco siento como si todo volviese a ser borroso.

Un internado... Me... Me va a llevar a un internado...

Solo.

Sin amigos.

¿Para controlarme?

¿Ya no quiere estar conmigo?

¿Me quiere abandonar?

—Diego, el Internado Alba Dorada es muy prestigioso... Seguro que te sentirás como en casa. No tienes que preocuparte, no es una cárcel... Además, solo estarás ahí un par de años y volverás a casa para las vacaciones de navidad —pero yo ya no escuchaba al director.

A los diez minutos, salgo del despacho detrás de mi padre.

No hablo. 

Él tampoco me habla.

Me subo al coche en silencio, en la parte de atrás.

Miro el sitio del copiloto fijamente, con una pequeña mueca de asco y enfado.

...

Mamá... ¿Tú también lo piensas?

¿Crees que soy un retrasado sin oportunidades en la vida? 

¿Qué mi único destino es terminar drogándome debajo de un puente, sin ningún camino en la vida?

¿También piensas eso de mí?

...

No digo una palabra en todo el camino a casa y cuando me meto en mi habitación saco mi cuaderno de dibujo.

Comienzo a garabatear tonterías mientras siento toda mi ira recorrer mi cuerpo.

¿Por qué? 

¡¿Por qué?! 

¡¿POR QUÉ?!

Unos diez segundos después de garabatear en mi cuaderno, me doy cuenta de que estoy llorando de ira.

No quiero estar en esta casa.

Y al mismo tiempo, quiero ir a casa.

Pero siento que esta no es mi casa.

Ya no lo es.

Odio a todos, incluido a mí.

Siempre me pasa lo mismo.

Mi padre ya está harto de mí. 

Yo también lo estoy.

Siento tanta furia que doy un puñetazo a la pared, con tanta fuerza que termino haciendo un boquete enorme en esta.

...

... Ya estoy más tranquilo.

Me voy dejando caer al suelo, aun con lágrimas saliendo de mis ojos.

Siento como la oscuridad de mi cuarto entra en mis entrañas.

No me quiero ir... y a la vez quiero irme.

Diego "Dex" FosterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora