Jorge, abrumado por la carga emocional de la traición, decide refugiarse en la única compañía que parece comprender su dolor: la botella. La habitación se llena con el tintineo de los vasos y el aroma penetrante del alcohol. Mientras la embriaguez se apodera de él, Jorge se sienta frente a una hoja en blanco y comienza a plasmar sus emociones en palabras.Las primeras líneas brotan como un torrente de sinceridad embriagada:
Yo quisiera estar ebrio, siempre y no mirarte más a la cara, amigo,
Borracho y decirte que ya ni creo ni en la mitad de lo que te digo,
Amigo.Cada palabra escrita es una revelación, un desahogo de verdades enterradas bajo capas de amistad fracturada. Jorge continúa su confesión, entre versos cargados de melancolía y desilusión:
Si las cosas pasarán como nos enseñaron a todos que pasarían,
Podría mirar tus ojos y sonreír sin sentir mi cobardía,
Miento,miento.El papel se convierte en un cómplice silencioso de las confesiones de Jorge. Sus pensamientos embriagados dan forma a las letras que fluyen, capturando la esencia de su desencanto. Entre sorbos y líneas de tristeza, la canción avanza:
Todo es falso y complicado y las cosas no son como en los pica piedras,
No puedo hablar con gente y decirles que soy el mismo tipo de siempre,
Amigo, duermo, duermo.La habitación, impregnada con la penumbra y el humo del cigarrillo, se convierte en el escenario de una confesión embriagada. La música de las palabras resuena en la mente de Jorge, liberando la pesada carga que lleva consigo.
Así, entre la neblina del alcohol y la honestidad cruda de sus letras, Jorge da vida a una canción que se erige como un testamento de su dolor y una declaración de independencia emocional.
Inmerso en su propio tormento emocional, Jorge, bajo la influencia del alcohol, percibe el tono familiar del teléfono como un eco distante. Se aferra a la ilusión de una llamada de Claudio, como un náufrago que se aferra a un destello de esperanza en medio de la oscuridad.
La voz en el otro extremo parece llevar consigo la promesa de reconciliación, pero a medida que avanza la conversación, la ilusión se desvanece. La realidad se retuerce y distorsiona en la mente embriagada de Jorge, convirtiendo cada palabra en un eco distorsionado de su propia creación.
La "llamada" se convierte en una danza surrealista de emociones, donde la preocupación de Claudio se mezcla con las sombras de la traición. Mientras Jorge comparte las crudas letras de la canción, la ilusión se despliega como un reflejo de sus propias contradicciones.
Finalmente, la conexión ficticia se corta, dejando a Jorge en la soledad de su habitación. La botella vacía se convierte en un testigo silencioso de la brecha creciente entre él y Claudio. La esperanza, efímera como un sueño, se disuelve en la oscuridad de la verdad.
Jorge, perdido en un laberinto de ilusiones rotas, al ver la botella vacía, la lanza contra la pared, rompiéndola en un estallido de frustración y desesperación. La habitación, antes llena de notas melancólicas, ahora resuena con el estruendo del cristal roto y el silencio ensordecedor de una amistad desvanecida. Luego, enciende otro cigarro, buscando en el humo una vana consolación para el vacío que se cierne sobre él.
En un torbellino de emociones y la embriaguez que envolvía su ser, Jorge, sin comprender cómo, perdió la consciencia. La noche se desvaneció en un letargo sin sueños ni descanso, sumiéndolo en un abismo de inconsciencia.
Sin embargo, el reloj implacable marcó las horas y, en un giro desconcertante, Jorge despertó a las 8 AM por la llamada insistente de su manager. El sonido del teléfono rompió la calma de la habitación, arrastrándolo de vuelta a la realidad.
La llamada que había imaginado, ahora se convertía en una intervención abrupta en su mundo. La habitación, envuelta en sombras, guardaba secretos que incluso Jorge no podía descifrar. El teléfono, que yacía a su lado, no revelaba más que la frialdad de una pantalla iluminada por la luz del día.
Perplejo y aturdido, Jorge se enfrentó a las consecuencias de una noche perdida. La ilusión de la llamada se desvaneció, dejando en su lugar un vacío tangible. En este despertar entre sombras, las preguntas sin respuesta se acumularon, y la realidad, más cruda que nunca, aguardaba en el umbral de un nuevo día.
En un torbellino de emociones y la embriaguez que envolvía su ser, Jorge, sin comprender cómo, perdió la consciencia. La noche se desvaneció en un letargo sin sueños ni descanso, sumiéndolo en un abismo de inconsciencia.
Sin embargo, el reloj implacable marcó las horas y, en un giro desconcertante, Jorge despertó a las 8 AM por la llamada insistente de su manager. El sonido del teléfono rompió la calma de la habitación, arrastrándolo de vuelta a la realidad.
La llamada que había imaginado, ahora se convertía en una intervención abrupta en su mundo. La habitación, envuelta en sombras, guardaba secretos que incluso Jorge no podía descifrar. El teléfono, que yacía a su lado, no revelaba más que la frialdad de una pantalla iluminada por la luz del día.
Perplejo y aturdido, Jorge se enfrentó a las consecuencias de una noche perdida. La ilusión de la llamada se desvaneció, dejando en su lugar un vacío tangible. En este despertar entre sombras, las preguntas sin respuesta se acumularon, y la realidad, más cruda que nunca, aguardaba en el umbral de un nuevo día.
Carlos Fonseca, el manager de Jorge, le comunica la noticia de la aprobación de su visa para Estados Unidos, pero con la contraparte de que la visa de Miguel no fue aprobada. Carlos le informa que Jorge debe partir mañana mismo para comenzar la grabación del álbum "Corazones" en Estados Unidos. La dualidad de emociones se apodera de Jorge, ya que la alegría por esta oportunidad se ve eclipsada por la ausencia de su compañero Miguel.
La somnolienta respuesta de "alo" por parte de Claudio resuena a través del auricular, su voz grave enviando un escalofrío por la espina dorsal de Jorge. La sorpresa y la tensión se entrelazan mientras Jorge, consciente de la gravedad en la voz de Claudio, continúa con su anuncio, sumergiéndose en la incertidumbre de lo que sigue. La llamada, ahora impregnada de un silencio incómodo, se convierte en un punto de partida para lo que podría ser un encuentro crucial entre dos amigos que han perdido el rumbo.
Sin más, Jorge agrega: "Claudio, me tengo que ir a Estados Unidos. Cuando vuelva, quisiera que hablemos, tú y yo, incluyendo a Claudia. Necesitamos aclarar algunas cosas". La declaración queda suspendida en el aire, un eco de las palabras que esperan su momento para ser comprendidas.
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𝓒𝓪𝓷𝓬𝓲ó𝓷 𝓓𝓮𝓵 𝓒𝓪𝓷𝓪𝓻𝓲𝓸
RomanceEn "Canción del Canario", Claudio se ve envuelto en un torbellino de traición y decepción cuando descubre que su amigo Jorge ha cruzado límites inesperados con su esposa. Entre las sombras de la traición, la narrativa explora los intrincados lazos d...