Besitos en el cuello

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Quedó parado justo al frente de dos imponentes guardias, sacando su cartera del bolsillo y mostrando su identificación. El guardia la revisó del frente y reverso, alzando la vista un par de veces. Katsuki no tembló y caminó con la cabeza firme, aún con las facciones presionadas, seguro logrando causar arrugas, pero dejando ver su mal humor a cualquiera que pase por ahí cerca.

—Adelante, puede pasar, el bar cierra a las cuatro de la mañana, si causa disturbios el bar no se hace responsable de lo que usted consuma —le indicaron con cautela, mirando directo a sus ojos sin miedo de la mala pinta que se cargaba el alto muchacho.

—Claro... —les sonrió de mala gana y entró sin mucha intención al sitio.

Le recibió vibraciones contra su piel y las luces brillantes que iban siendo cada vez más potentes cada vez que se acercaba al final de aquel oscuro pasillo sin luz. La luz led y el neon le recibió, la gente empezó a chocar con él, las manos empezaron a rozarlo, el olor a marihuana pronto le iba a poner tonto si no salía.

Una muchacha de oscuros labios y extravagante delineado se paseaba por ahí con tragos de colores claritos y transparentes en una bandeja de plata que reflejaba cada una de las luces, pegando en cara de la mujer. Una mujer morocha de carita gorda y de cadera ancha pasó al lado suyo, fumando despreocupada, moviendo su culo de izquierda a derecha rebotando con cada paso. también con los pechos a medio cubrirse. Se sintió un poco ajeno a ese ambiente, también al ver a varios chicos besándose entre ellos sin mucha vergüenza, algunos girando a verle y sonriéndole.

Caminaba entre la multitud aún amargado, pero el olor de un perfume caro de un hombre que pasó al lado suyo le calmó. Giró a ver de quién era, pero solo vió esa espalda ancha como la suya caminando en su propio mundo.

Se acercó a la barra y se sentó en un taburete, mirando a la bartender que le sonrió muy amable, ella andaba mezclando un jugo con alcohol.

—¡Buenas noches! ¿qué le ofrezco?

—No, nada por ahora. Una rubia dejó una cartera acá.

—¡Ahh! Esa gringa, ¡claro! Se sentó por ahí y no la vi más, espera que ya te lo traigo.

Asintió con cansancio, aturdido por la música, sacando su teléfono para ver la hora.

"Ahi te llevo la cartera", suspiró después de enviar el mensaje a Jirou, ella le respondió con un corazón y un sticker de un pequeño gatito llorando.

Giró a su derecha, viendo a ese mismo hombre de rico perfume de hace rato, espiando su teléfono sin precaución o discreción. Se le quedó viendo fijo con la ceja alzada, formando una mueca, se veía guapo y joven, pero era chismoso sin duda.

—¿Qué miras?

—Nada —le respondió ese pecoso tomando un trago a la margarita que tenía en su mano.

—Pierdete.

El perdido ruido de su risa hizo que algo dentro suyo se encendiera, dientes blancos y nariz respingada, boquita con labios finos y el labial corrido, la mandíbula marcada y las venas de las manos igual, una sonrisa de oreja a oreja y ojos colorados seguro drogado.

—¡Ahh, que agresivo! —le respondió el pecoso quien no se levantó, pero le pegó un empujón al rubio mientras reía, un golpe fuerte y que le puso alerta al verlo cruzar los brazos y ver como la tela se tensaba por encima de sus músculos—¿Cómo te llamas?

—Que te importa, bastardo —se podría levantar y golpearlo rápido, pues su presencia le molestaba y le fastidiaba.

—¡Eh! Que estoy siendo educado. ¿Qué traes, amargado?

Garganta profunda ⟨Dekukatsu⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora