Capítulo I

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Aemon

Mi vida como príncipe no era tan fácil, menos si eres un Omega. Por mucho tiempo tuve que soportar el rechazo y el acoso psicológico de mi familia más cercana. Simplemente soy un Omega de diez años, un niño menor que no es amado por su propia madre y acosado psicológicamente por mi hermano mayor, Aegon. Desde los nueve año fui un niño reservado y distante a causa del acoso psicológico y el rechazo, sin embargo por ello no significa que yo sea un mal chico. Era de noche en este momento, caminaba por los pasillos dirigiéndome a mis aposentos tratando de no hacer demasiado ruido. Estuve todo el día viendo a mi hermano, Aemond, entrenando. O tal vez me engañaba mentalmente para no aceptar que iba para solamente ver a Lucerys y a Jacaerys entrenar, a pesar de que no tenia una agradable amistad con ambos. Desde que recibía acoso psicológico por parte de ambos por ser un Omega gordo, empecé a odiarlos y ellos me odian a mí.

De repente detuve mis pasos cuando estuve cerca de los aposentos de mi madre, Alicent. Desde donde estaba podía escuchar las voces de Alicent y de mi abuelo dentro de los aposentos. Me acerque para apoyarme contra la puerta y oír de lo que hablaban.

-Alicent. ¿Estás segura de aceptar la oferta? Digo, él es un niño y tiene nueve años. Él es tu...

Frunci el ceño al oírlos hablar algo sobre una "oferta".

-Mi hijo menor -mencionó con molestia después de interrumpir a Otto al final-, pero no es más que un bastardo para mí. Jamás lo consideraré mi hijo, solamente quiero deshacerme de él y lo haré aceptando esa oferta.

Ella hablaba de mí y dolía. Ella nunca me había considerado su hijo, solo era un bastardo para ella y si no fuera por mis ojos purpuras, ella hubiera hecho lo mismo conmigo lo que hizo con Daeron, ella me habría enviado lejos. Me fui a mis aposentos sin querer oír más sobre aquella "oferta".

En la madrugada

Abrí los ojos en el momento en que mi madre movía las cortinas. La luz del sol iluminó la habitación y bostezo mientras me estiro un poco al enderezarme en la cama. Sin embargo, de repente sentí mi mejilla arder. Mi mamá... Me había abofeteado.

-Niño inútil. ¿Qué es eso de que te metiste a los aposentos de Jacaerys? -Inculpo. Frunci el ceño, confundido mientras toque mi mejilla roja. Esa acusación era mentira.

-Eso no es cierto, mamá. Ayer estuve todo el día con Aemond y Helae...

Cerré mis ojos asustado y me protegi al cubrirme con mis brazos cuando ella alzó su mano para abofetearme de nuevo.

-No te atrevas a llamarme así. No te amo como mi hijo, solamente espero deshacerme de ti pronto. Aegon ayer te vio entrar a los aposentos de Jacaerys.

Sentí mis lágrimas caer y bajar por mis mejillas pero baje la mirada para ocultarlas, no quería verme un niño débil delante de ella. Pero dolía y me molestaba que ella me acusará de esa forma y sobre todo que creyera en Aegon. Él era su primogénito y era un Alfa. Mientras que yo era un Omega y su hijo menos amado. Solo me quedé callado, sería inútil decir algo más.

-Hablaré con Rhaenyra. Aemon, no salgas hoy de esta habitación. No es que me preocupe por ti pero hoy tendrás tu primer celo -simplificó, fría como un tempano de hielo.

Antes de que tuviera la oportunidad de decir algo, ella ya se había ido.

Después de 3 días

Mi periodo de calor había durado tres días, en algunos Omegas duraba diez días dependiendo el entorno en el que se encuentre el Omega. Decidí abandonar mis aposentos y dar un paseo por el palacio. Estuve en el jardín haciéndole compañía a Helaena pero más tarde había llegado Aemond. Desde hace un mes Aemond había tenido su ciclo de celo, él era un Omega y por su instinto supo que Helaena era su Alfa. Sin embargo, ella rechazo los sentimientos de él una noche. Aemond no se rindió a pesar de que sintió dolor y tristeza durante esos días. Desde ese entonces, él sigue tratando de ganarse el amor de su Alfa. Mientras me dirigía a la biblioteca del palacio, entré y busque uno libro en los estantes pero antes de agarrar un libro escuché las voces de Jacaerys y Lucerys en la biblioteca.

-Hace tres días que no hemos visto a Aemon. Oí que durante esos días estuvo en su clico de calor -murmuró Lucerys a un lado de Jacaerys. Ambos estaban sentados en una silla diferente frente a la gran mesa de la biblioteca.

-Sí, como sea. Anteayer caminé cerca de la habitación de él. Incluso su aroma y feromonas apestan. No podría estar cerca de él tanto tiempo, su gordura me disgusta -habló él mientras leía un libro-, esta tarde habrá una cena y oí de mamá que iba a decirnos algo.

Los interrumpí a ambos cuando salí de mi escondite. Caminé hacia Jacaerys y me detuve frente a él. Me sentí nervioso al tener ambas miradas encima de mí.

-No deberías hablar mal de mí a mis espaldas. Dímelo de frente, Jacaerys. Puede que yo sea un Omega gordo, pero al menos si tengo una novia o novio haría de todo para que no se fuera -hablé con firmeza para ocultar mi nerviosismo-, saber que Baela se fue de tu lado hace un mes me da risa.

-Cállate, Aemon.

-No, Lucerys. No me callaré -solté sin pensar. La ira detonó en sus ojos oscuros.

-Deberías irte ahora, Aemon. Antes de que todo se salga de control, no te volveremos a molestar otra vez pero no significa que dejaremos de odiarte -habló Jacaerys cuando apartó la mirada del libro.

-Bien -pronuncié entre balbuceos-, idiota.

Agarré mi libro con fuerza y me fui de la biblioteca con una sonrisa en mis labios. Desde pequeño tenía problemas para pronunciar correctamente las palabras y pude defenderme sin equivocarme.

𝐓𝐇𝐄 𝐖𝐇𝐈𝐓𝐄 𝐖𝐎𝐋𝐅. 𝘓𝘶𝘤𝘦𝘳𝘺𝘴 & 𝘑𝘢𝘤𝘢𝘦𝘳𝘺𝘴 𝘝𝘦𝘭𝘢𝘳𝘺𝘰𝘯.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora