Mar Rojo

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Dirigí mi mirada a la enorme montaña de hielo; que se alzaba al norte de esas tierras, en la cima se hallaba una construcción demasiado ostentosa; parecía estar hecha de un metal muy precioso y algo como esmeraldas, pues observé un resplandor verdoso. Le pregunté a Oshreed el por qué de esa construcción, no recordaba todo sobre mi estadía aquí como Jahess. Él respondió que esa construcción era El Templo de Uruakno. Era el templo donde los habitantes iban cuando se sentían desorbitados. Uruakno, para los Hoscullum en su lengua natal, significa alma. El templo tenía el poder suficiente para hacerte ver todas tus vidas pasadas y conocer el por qué de todo lo que llegará a inquietarte. Le pregunté si en verdad se necesitaba que fuera tan ostentoso el templo, y él respondió que no conocía el significado de ostentoso, que el templo había sido construido con el material más abundante de la región. Pero que era un simple material más que, La Energía Creadora, les había proporcionado a los Hoscullum. Iba a analizar la construcción pero, un estallido me hizo caer al suelo, eran ondas que se expandieron por toda la tierra de los Hoscullum. Drew apareció de la nada y tomó mi mano, su rostro estaba infestado de una emoción que creí que jamás vería en él, la preocupación estaba extendida por todo su cuerpo.

—Debemos irnos, los Rashween vienen. Darwin y otros están impidiendo que lleguen al los límites del Gran Salón. Ellos saben que estás aquí y piensan matarte. —dijo Drew.

—Sólo en Uruakno encontrarás la forma de salvarnos, deprisa. —dijo Oshreed.

Darwin apareció de la nada y sus piernas se doblaron, obligándole a caer de rodillas en el césped. Su cabello blanco estaba sucio de un color rojizo, al igual que su rostro y ropa (era el único Hoscullum que había visto con un atuendo que parecía sacado de la época Victoriana.) La suciedad roja era sangre.

—¡Darwin! -gritó Drew con dolor.

Oshreed lo tomó en sus brazos y ordenó a Drew que corriera hacía el mar de Berthem, pero esa tarde el mar tomaría otro nombre.

Oshreed era más ágil de lo que cualquier humano de 300 años de edad podría ser, incluso más ágil que un joven de 23 años. Comenzamos a correr por el prado de césped y éste comenzaba a infestarse de matorrales y árboles. No tardó mucho en que estuviéramos en medio de un bosque, y en que yo me sintiera muy agotado. Giré mi rostro para ver que venía detrás de nosotros y vi a unos Hoscullum vestidos con una ropa muy peculiar, en sí eran sólo muchos trapos rasgados, unidos con listones de colores muy llamativos. En su pecho sostenían una insignia con un murciélago encerrado en un círculo. Con muy poco aliento logré preguntarle a Oshreed, el por qué del murciélago, y él respondió que era por el odio que había corrompido sus almas. Sentí que mis piernas ya no podían más, caí al suelo en un golpe sordo. En ese instante las ondas aparecieron de nuevo, pero al estar en el suelo no me atacaron. Miré como Oshreed y Drew hábilmente daban saltos, caían en medio de dos ondas y antes de que la siguiente los atacara volvían a saltar, y así lo hicieron hasta que las ondas desaparecieron.

- ¡Drake! -gritó Drew deteniendose en seco.

Oshreed giró su rostro para verme y en ese instante los Rashween dispararon una clase de energía que parecía plasma; una simple esfera de no más de 3 centímetros de diámetro fue capaz de derribar dos árboles juntos. Los disparos se hicieron más frecuentes, yo intentaba levantarme pero al hacerlo pasaban sobre mí las esferas. Me arrastre esquivando los matorrales y árboles hasta que llegué a un pequeño borde que me permitió levantarme y esconderme detrás de un árbol. En el momento justo en que mi espalda tocó la corteza del árbol, por el lado opuesto una esfera se estrelló contra él y estalló. Yo volé unos metros vociferando un grito de dolor, pero antes de caer al suelo mi alma dejo mi cuerpo y flote. Me sentí tan ligero, libre. Llegué hasta donde Oshreed, Drew y Darwin estaban, éste último ya se encontraba de pie. Tiempo después descubrí que mi cuerpo estaba en mi habitación, inconsciente, sin pulso cardíaco, como si hubiera fenecido. La túnica blanca de Oshreed estaba ya rasgada por los matorrales, al igual que la de Drew.

Los tres continuaron corriendo, mientras yo me desplazaba por el aire esquivando las esferas de energía que los Rashween lanzaban contra nosotros. En el recorrido por el bosque, pude notar las casas de los Hoscullum. Estaban situadas en los árboles estratégicamente para no dañar a la naturaleza, se podía ver que eran muy cuidadosos con la ella. Drew dio un salto para pasar sobre un tronco lleno de musgo pero, al estar en el aire una esfera lo alcanzó. Profirió un pequeño grito y antes de que su cuerpo tocará al suelo, volé hacía él y lo tomé en mis brazos. Mi energía se convirtió en su energía. Al estar en tierra firme coloqué su cuerpo boca arriba e intenté hacer alguna don que pudiera curarlo, pero las esferas de los Rashween no se detenían.

No sé en qué momento sucedió, pero los Hoscullum nos rodearon y nos defendieron de los Rashween. Concentre mi mente en crear un escudo de energía para evitar que las esferas nos dañaran a mí y a Drew.

—Tranquilo, sé que puedo curar con mis manos.

Toqué su pecho y la herida que causó la esfera comenzó a cerrarse, un fuego verde invadió de nuevo mi cuerpo como cuando volví cenizas la puerta. El fuego se extendió por todo el cuerpo de Drew y lentamente abrió sus ojos, la comisura de sus labios se inclinó formando una ligera sonrisa.

El escudo que había creado estalló, voló en pedazos tan pequeños que no pude ni persibir. Me levanté y giré mi muñeca, mi mano estaba hecha un puño, pero al apuntar a los Rashween la abrí, y, una llamarada salió de la palma de mi mano. El fuego no dañó ningún árbol, sólo derribó a algunos Rashween.

—El templo está cruzando el mar de Berthem. El pueblo nos ayudará a detener a los Rashween. -dijo Oshreed.

—No puedo irme y dejar que ustedes combatan. —respondí de inmediato—. Debo pelear junto a ustedes.

—No pelearemos, eso nos haría como ellos. Sólo nos defenderemos cuando sea necesario.

Fui asido por la mano de Drew, y comenzamos a correr. A lado nuestro estaba Darwin, con el cabello aún más sucio que antes, ahora incluso tenía hojas en el. Seguimos corriendo, yo esquivaba los árboles como podía, pero era imposible el no tropezar con las raíces de éstos. (apesar de estar flotando unos centímetros sobre el suelo.) Vi el mar a unos cuantos metros, podía correr más de prisa pues no sentía el peso de mi cuerpo. Llegué al final de la tierra encontrándome con la fría agua del mar de Berthem. Había pequeños bloques de hielo en el agua a unos 50 metros de distancia.

Aquella escena no podía ser considerada como una guerra, ya que en las guerras hay dos bandos combatiendo, y ahí eran sólo los Rashween los que atacaban, los Hoscullum sólo se defendían de los ataques, pero sin matarlos o dañarlos.

—El agua es demasiado fría para que la crucen, Drake, deberás cargar a Darwin y Drew. —dijo Oshreed esquivando una de las esferas—. Yo abriré el mar para que sea más fácil.

Aquella tarde muchos Hoscullum perdieron la vida por defender a su tierra y a mí. La gélida agua empezaba a teñirse de rojo por la sangre de los caídos en batalla. Sentí como sí mi cara hubiera estado dentro de una colmena de abejas; mis oídos sólo percibían un extraño zumbido, provocado por las esferas al pasar en toda dirección.

Cual Moisés con su bastón abrió el imponente mar Rojo, Oshreed abrió el mar de Berthem con el simple sonido de las palmas de sus manos chocar. Tomé a Darwin con mi mano derecha y a Drew con la izquierda, y en el instante en que el mar se convirtió en dos olas sin retorno mi alma se elevó en un vuelo de espiral cruzando el mar. Sentí la brisa chocar contra mi rostro y hacer que mis cabellos danzaran sobre mi frente.

Una Noche MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora